Como bien auguramos en la review del capítulo de la semana pasada, nos olvidamos de Merida para centrarnos en Camelot y las seis semanas en blanco de los habitantes de Storybrooke y las consecuencias que lo acontecido en las tierras del Rey Arturo. En primer lugar conocemos a Ginebra, a quien me esperaba bastante más guapa, y el paradero botánico de Merlín, que lleva una década encerrado en un árbol esperando a que la Salvadora le libere. El problema llega cuando para evitar identificar a Emma como la nueva Oscura, Regina haciendo uso de la daga se autoproclama la Salvadora, lo que no sabemos bien qué consecuencias tendrá en un futuro.
En honor de los recién llegados se celebra un baile que acaba en desgracia cuando Percival, uno de los caballeros de la Mesa Redonda trata de acabar con Regina al reconocerla como la Reina Malvada, llevándose por delante a Robin Hood en su lugar dejándole al borde de la muerte. Indefensa al no poder curarle con sus poderes, Regina implora a Emma que cure a su amado, provocando así que la imagen de Rumplestiltskin vuelva a visitarla ahora que empieza a notársele físicamente su relación con los poderes oscuros. Pero toda la magia tiene un precio, y es un precio que Regina tendrá que pagar más adelante, cuando en Storybrooke una furia aparece para llevarse a Robin.
Sólo otra vida podrá suplantar la de Robin Hood para pagar el precio de la magia, y Regina ha de demostrar que realmente ha cambiado para convertirse en la Salvadora, ahora que Emma ha abrazado a la oscuridad (y se ha agenciado una casa). Sacrificios combinados hacen que la furia desaparezca in extremis, no sabemos si llevándose un quinto de cada vida para hacer una o por no aguantarles. Ni un beso de Garfio consigue curar a la nueva Oscura, que como Bella afirma le pasó a Rumple, ahora prefiere el poder sobre el amor. Con una nueva maldición a la salida del pueblo (ahora se recuerda todo, pero quien sale se convierte en árbol, espero que se acuerden de regar a Mudito), un puñado enorme de nuevos habitantes en Storybrooke (todo Camelot ha viajado entre mundos, caballos incluidos) y un primer amor para Henry (con dos presentaciones unidas a la misma canción), Emma descubre ante el espectador lo que trata de hacer: volver a unir Excalibur completa. Su problema es que como otros tantos, no puede sacarla de la piedra. Todo tiene un precio.
Un capítulo llevadero pero sin grandes escenas, en el que agradezco enormemente que las cejas pintadas de Emma y el pintalabios oscuro hayan quedado atrás (y me ha sorprendido que se cambie de ropa). El misterio de la Excalibur a fascículos siendo lo más interesante, y es posible que Violet, la jovencita ahora ya fan de Yazoo, tenga un papel relevante en la trama, aunque el que Henry cobre protagonismo me repatea enormemente.
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