Lo peor de todo, es que los primeros minutos de este espectacular, genial, chicletástico episodio, me hacían pensar que, por primera vez, un capítulo de final de temporada de Mad Men me iba a decepcionar. Pero nada más lejos: con el corazón en un puño, ¡oiga! Por fin existe una serie que no hace más que crecer, crear seguidores; que no defrauda. Que te hace admirar la magia de la televisión y todo lo que la engloba, haciendo que te olvides de que, cada vez que pones la televisión en este nuestro país, te encuentras con una jauría de personajes buscando la gloria a través de la ignorancia del telespectador. Porque olvidar el concepto de "caja tonta" es muy fácil cuando sabes dónde buscar.
Faye se despide de Don. Él se va unos días a California con sus hijos, a disfrutar del sol, de Disneyland, de las piscinas y de los cuerpos bronceados... y a dar su último adiós a Anna, su amiga, su primera e inesperada esposa, ahora fallecida. Faye lo sabe, conoce su pasado, y le recomienda dejarlo atrás.
Mientras, en la agencia, Joan ha sido a ascendida a Directora de Operaciones de la agencia, un título de momento honorífico y sin aumento salarial (algo que en estos momentos de la historia no parece importante). Don y Peter tienen una reunión con la Asociación Americana contra el Cáncer y parece que Don les ha caído bien (recordemos la carta anti-tabacaleras que escribió el episodio pasado). Allí conocen a un tal Marlowe, un posible cliente del que andan detrás, y los socios reúnen a Ken Cosgrove para que apañe una reunión con su suegro, amigo de Marlowe y les consiga una cuenta. Él se niega: su vida personal está por encima de la profesional, y las cuentas terminan agotándose tarde o temprano. "No soy Pete", dice.
Cuando Henry se entera, Betty y él tienen una fuerte discusión. Él no sabe qué es lo que le ocurre a su mujer, no entiende su temperamento ni sus decisiones: no entiende que se muden por un niño; no entiende que su mujer busque estabilidad para sus hijos y despida a su niñera. Betty le acusa de no ponerse nunca de su parte y él replica "nunca nadie está de tu parte". Porque es cierto: Betty es la que nunca está de parte de los demás, sino de sí misma.
Betty llama a Don para comunicarle lo de Carla y Don se ve obligado a buscar una niñera para los niños, ya que tendrá algunas reuniones en California. Megan encuentra a varias chicas pero Don se da cuenta de la buena mano que tiene Megan, a la que Sally adora, y le ofrece el doble de su salario semanal para que les acompañe. Megan le dice "no hagas publicidad conmigo". Accede encantada.
Mientras, Joyce llega a la agencia con una amiga modelo que acaba de ser despedida de Topaz, Carolyn Jones (Cassandra Jean), ya que los de Topaz no están contentos con su publicidad. Peggy ve una oportunidad y junto con Ken Cosgrove consiguen la cuenta (a pesar de que Ken casi lo estropea todo soltando un eslogan en la presentación -ver mirada de "¿qué estás haciendo?" de Peggy). La cuenta, de un cuarto de millón de dólares, es un soplo de aire fresco para la agencia.
En la agencia, Don anuncia a Joan y los socios que se va a casar con la señorita Calvet ("¿Quién coño es esa?", dice Roger). A todos les cuesta asimilar la noticia, menos a Joan, que no le sorprende, ha visto pasar a muchas secretarias por el altar de sus jefes. Cuando Peggy y Ken llegan para dar la buena noticia de la cuenta de Topaz, se encuentran con los socios felicitando a Don, y a Peggy se le queda cara de ¿extrañeza, disgusto, rabia? Cuando se van todos y se queda a solas con Don, se felicitan mutuamente, y Don le dice que tanto él como Megan la admiran, y que él ha visto el "brillo" de Peggy en su nueva prometida.
Peggy parece que se marcha feliz del despacho, pero rápidamente se va hecha una furia al despacho de Joan, en el que las dos cotorrean y se quejan sobre la nueva situación: Megan seguramente será ascendida a redactora por haber pegado el braguetazo, mientras que Peggy y Joan han tenido que trabajar duro (y la segunda ni siquiera ha recibido un ascenso "real"). Por primera vez veo a esta pareja de mujeres tratándose de igual a igual, sin rencores ni rivalidades, y os aseguro que es un momentazo.
Las alegrías de Joan, o mejor dicho, las medio-alegrías de Joan no acaban aquí. Descubrimos, mientras habla con su marido, Greg, que está en el frente, que Joan está embarazada. ¿Qué significa esto? ¿Que no abortó el hijo de Roger, y que la criatura que lleva dentro es de su jefe y no de su marido? Obviamente.
Al igual que Joan, Don también tiene pasa por un momento agridulce: se tiene que despedir de Faye. La llama e intenta quedar con ella para hablar y terminar su relación cara a cara, donde Don es poderoso. Pero Faye se niega porque sabe lo que le va a decir. Don le dice que ha conocido a otra y que está prometido, y Faye cuelga el teléfono llorando de rabia. Espero que no la perdamos de vista, es un personaje muy jugoso. Después de hablar con Faye, Megan aparece en el despacho para consolar a su prometido. No en vano, las secretarias conocen todos los detalles de la vida sentimental de sus jefes.
Y así acaba la temporada, con varios interrogantes: ¿conseguirá SCPD salir adelante? ¿Qué pasará con el bebé de Joan? ¿Habrá boda? ¿Megan se convertirá en redactora y habrá rivalidades entre ella y Peggy? ¿Qué pasará con Peter Campbell? ¿Y Bert Cooper? ¿Le ocultará Don su verdadera identidad a Megan?
Como bien dijo Roger Sterling, mis mejores deseos a los novios, que no "felicidades".
Mientras, Joyce llega a la agencia con una amiga modelo que acaba de ser despedida de Topaz, Carolyn Jones (Cassandra Jean), ya que los de Topaz no están contentos con su publicidad. Peggy ve una oportunidad y junto con Ken Cosgrove consiguen la cuenta (a pesar de que Ken casi lo estropea todo soltando un eslogan en la presentación -ver mirada de "¿qué estás haciendo?" de Peggy). La cuenta, de un cuarto de millón de dólares, es un soplo de aire fresco para la agencia.
Ya en California, tiene lugar la hecatombe. Megan se encarga de los niños mientras Don trabaja. Cuando llega a casa les ha enseñado una canción, o insiste en que Don disfrute de la piscina y de los niños. Cuando derraman un batido y Don casi se pone a gritar, ella los tranquiliza en un momento. Es la perfecta niñera (seis sobrinos y cuatro sobrinas dice que tenía), llena de ternura y amor hacia los niños de su jefe.
Pero Megan no solo es una buena niñera, ni solo es una secretaria eficiente y trabajadora: también es una buena amante. Don se acuesta con ella y por primera vez, le pregunta a su compañera de cama qué va a pasar después de lo que han vivido.
Y es que Don está confuso: Megan no le conoce, no conoce su pasado. No la ha llevado a casa de Anna con los niños (donde conocen a la sobrina de la difunta, Stephanie, y donde ven el dibujo de la pared con la firma de Dick -que Don dice que es su apodo), donde ha recogido el anillo de compromiso de Anna con el Don original. Megan no le conoce como Faye, pero aunque así sea la joven cree conocerle.
Por eso, de vuelta a la ciudad, Don le pide matrimonio. Está enamorado de ella, de una mujer a la que apenas conoce (y nosotros tampoco: sabemos que es francesa -o de origen francés-, que dio clases de dicción y que le dijeron que valía para cantante y no para actriz -por los dientes). Se siente él mismo cuando está con ella, aún cuando ella no sabe quién es el Don del que él habla. Por eso, el anillo de Anna acaba en su dedo, y la chica acepta la proposición.
En la agencia, Don anuncia a Joan y los socios que se va a casar con la señorita Calvet ("¿Quién coño es esa?", dice Roger). A todos les cuesta asimilar la noticia, menos a Joan, que no le sorprende, ha visto pasar a muchas secretarias por el altar de sus jefes. Cuando Peggy y Ken llegan para dar la buena noticia de la cuenta de Topaz, se encuentran con los socios felicitando a Don, y a Peggy se le queda cara de ¿extrañeza, disgusto, rabia? Cuando se van todos y se queda a solas con Don, se felicitan mutuamente, y Don le dice que tanto él como Megan la admiran, y que él ha visto el "brillo" de Peggy en su nueva prometida.
Para terminar con el capitulazo, Don vuelve a la casa que compartía con Betty, ya que ha quedado con un agente inmobiliario. Ella está allí, recogiendo sus últimas cajas, dispuesta a marchar. Don le cuenta que se ha prometido y su ex-mujer se queda sin palabras: obviamente, le duele mucho la noticia. Porque Betty no es feliz: ni lo era con Don ni lo es con Henry; pero evidentemente recuerda sus años de felicidad con su primer marido con nostalgia. Le pregunta quién es y acierta a la segunda: su secretaria. Como a Joan, tampoco le sorprende quién es la afortunada.
Como bien dijo Roger Sterling, mis mejores deseos a los novios, que no "felicidades".
COMENTARIOS