¡Reunión familiar! Quién iba a esperar que Rick iba a encontrar tan rápido a su familia. Tercer capítulo de la prometedora The Walking Dead, con mucha menos acción pero a la que no le falta detalle.
Ante la inminente llegada de los zombis, Merle Dixon, encerrado en el tejado de una tienda, comienza a rezar, pero al ver que no hay ningún dios que pueda salvarle, toma una decisión un tanto precipitada, pero para ello tendrá que conseguir alcanzar las herramientas que los demás se dejaron antes de irse.
Mientras, Glenn alcanza el improvisado campamento de refugiados con su ruidoso deportivo, precediendo a la comitiva de héroes que llegan de la gran ciudad. Andrea sale la primera, corriendo a abrazar a su hermana. Morales sale corriendo a por su familia. Los demás salen poco a poco: no tienen familia. Tras unos momentos de suspense sale Rick, y apenas sin poder creerlo ve cómo su mujer y su hijo también están entre los pocos supervivientes. Lori también duda, cómo no: la bastarda tampoco es que lo haya pasado mal. La familia se abraza ante las lágrimas de Shane, que ha perdido (por el momento) cualquier oportunidad con la mujer de su mejor amigo.
Tendremos que perdonar a Lori. Ella creía que había muerto (Shane se lo dijo,como supimos más tarde) cuando la avisaron de que llevarían a su comatoso marido a un hospital de Atlanta. Junto al fuego, Rick les cuenta cómo todo lo que recuerda es confusión y un hospital infestado de zombis. Sin embargo, la reunión es interrumpida por Ed (Adam Minarovich), uno de esos hijos de puta que se pasa el día rascándose la tripa y pegando a su mujer, Carol (Melissa Suzanne McBride) y es que a él las normas no le van y prefiere encender su propia fogata de bienvenida a los no-muertos. Afortunadamente el Gran Jefe, Shane, se acerca al mamarracho para acabar con su gran idea.
Por la noche, Rick y Lori tienen su propia idea de cita romántica a dos metros de su hijo ("no se despertará", dice la señora. Ya, claro), y Shane tiene que escuchar desde la silla del vigilante cómo su amante se lo monta con quien se lo tiene que montar.
Por la mañana, el siguiente problema que hay en el campamento viene de la mano de Darryl Dixon. ¡Sorpresa! ¡Merle tiene un hermano! Estaba de caza mientras los nuevos llegaban, y uno de los ciervos que había cazado en los últimos momentos casi había llegado al campamento. Un grito de los niños alerta a los demás de que un zombi está rondándoles, y es que la criatura, que huyó de la ciudad al no haber comida en ella, se estaba dando un festín con el venado. Los hombres no dudan en coger palos y guadañas y dar unos golpecitos amistosos a su nuevo camarada, hasta que Dale le rebana la cabeza con su hacha. No obstante, el bicho (o mejor dicho, su cabeza), sigue moviéndose, y una certera flecha de Daryl acaba con él.
¿Quién le va a contar lo de Merle? Hay que tenerlos cuadrados, porque Daryl es como poco tan bestia como su hermano. Obviamente, no se lo toma bien, pero Rick y Shane, colegas de acción, le reducen y tranquilizan. No solo le dirán dónde está su hermano, sino que para redimir sus pecados, Rick y T-Dog le acompañarán. El pobre Glenn, también, ya que se conoce la ciudad a la perfección. Shane y Lori no están de acuerdo con la expedición: el primero porque seguramente vuelvan más zombis y necesite refuerzos, y la segunda porque su marido acaba de llegar. Pero el susodicho tiene respuestas para ambos: a Shane le traerá todas las armas que perdió durante el incidente del tanque, y a Lori su cariño y amor, es decir nada. Había quedado con los Jones en Atlanta y cumplirá su palabra.
La expedición se marcha tras pedirle unas cizallas a Dale, y el campamento se queda más o menos como estaba. Las mujeres trabajando, y Shane enseñando a Carl a pescar ranas. Cuando Lori se entera monta en cólera y se lleva a su hijo. El policía, con ganas de charla, lo intenta con todas sus fuerzas, pero su no tan antigua amante le dice muy sabiamente "tell it to the frogs!". Y es que ahora que ha recuperado a su costilla, no quiere saber nada de líos.
Al otro lado de la charca, las mujeres están fregando y echando de menos sus electrodomésticos. Las risas llegan a Ed, y las manda ponerse a trabajar, pero ellas no lo aceptarán así como así. El subnormal intenta llevarse a su mujer por la fuerza y, ante la presión del resto de las mujeres, le pega una bofetada. Shane sale corriendo y le empieza a dar puñetazos, descargando toda la ira que Lori le creó unos momentos antes (esa mujer no sabe dónde parar), y le jura que si vuelve a tocar a una mujer le matará. Punto para el Gran Jefe.
Mientras, en la ciudad, el Equipo A consigue llegar al tejado donde Merle quedó exposado, pero no encuentran otra cosa que su mano. El muy bestia se la cortó con una sierra y escapó de la azotea, aunque los zombis jamás consiguieron llegar hasta ahí.
Me ha gustado:
- El abrazo familiar justo después de las caras de incredulidad de Rick, Lori y Carl.
- El sentido del honor de Rick queriendo volver a por los Morgan.
- Los negocios/trapicheos previos a la partida hacia Atlanta.
- La matanza del zombie: cinco contra uno.
- Shane dando de hostias a Ed.
- La inocente charla de las mujeres, aunque sean las únicas que trabajen en el campamento.
No me ha gustado:
- El escaso número de zombis muertos. Solo dos.
- La mano casi putrefacta de Merle.
- El mecánico (no recuerdo su nombre). Da mal rollo.
- Rick y Shane = Batman y Superman. Menos heroicidades, gracias, no hacía falta.
- La perra de Lori. Qué bastarda. No le importa dejar a su marido marchar, no le importa abandonar de esa manera tan sucia a su amante, y no le importa hacer cochinadas al lado de su hijo cual mujer medieval.
- Demasiada poca acción.
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