La segunda parte de la premiere de Mad Men (recordemos que la hemos dividido en dos por cuestiones de comodidad) comparte, como es lógico, las premisas de la primera. Nuestros personajes han comenzado la temporada marcando su territorio, del mismo modo que lo está haciendo la serie con respecto a la comptetencia (de aquí a dos semanas estarán casi todas las grandes en antena). Casualidad o no, lo cierto es que Mad Men tiene que demostrar en cierto sentido que puede permitirse estar 17 meses fuera de juego y volver por la puerta grande (de hecho, con records de audiencia), así que el paralelismo no podía ser más acertado.
De vuelta al trabajo al día siguiente de la fiesta de Don, Megan es la comidilla de todos (hasta de Roger, lo que fuerza que Don le diga que "mejor no se rían de sus mujeres"). Que se lo digan a Harry, al que Megan escucha contando a Stan cómo desea hacérselo tras su exótico baile de la noche pasada. El hecho de que la mujer del jefe le pille diciendo estas cosas hará que el chico esté completamente paranoico sobre su futuro, y cuando Roger le llama a su despacho cree que le van a despedir. Nada más lejos, lo que Roger quiere es un favor: Pete, el trepa, va a conseguir la cuenta de Mohawk Airlines y le ha expuesto a los socios que necesita un despacho más grande para poder desarrollar bien sus habilidades; sin duda, una necesidad, pero para ello requiere lo más estúpido que se le podía ocurrir: cambiarle el despacho a Roger, y éste no lo va a tolerar. Aunque nos encontramos con otra escena donde la ambición de Pete está en lo más alto, en esta ocasión no podemos no estar de su lado (especialmente después del golpe que se dio con la columna). Al final, Pete se queda con el despacho de Harry y Roger es el único que sale ganando, aunque Pete trata de vengarse haciendo que su secretaria escriba reuniones falsas en su calendario.
Me ha sorprendido la trama que le han dado a Lane Pryce en este episodio, y quién sabe si continuará en los siguientes. El inglés, siempre fiel a su adorada Rebecca, se encuentra una cartera en el taxi y cuando contacta con él su dueño se sorprende al estar hablando por teléfono con la bella mujer de la foto que estaba en la cartera. Aunque dudo que Lane acabara siendo infiel, se ve que su situación personal y profesional le sobrepasa y encuentra en esta conversación y en las posibilidades que ésta abre una ocasión de escapar, o de al menos imaginarlo. Al final es el verdadero dueño de la cartera quien la recoge, pero Lane se queda sin remordimiento con la foto de la chica.
Pero si hablamos de marcar territorio, tenemos que mencionar a Joan, que por culpa de su enervante madre acaba creyendo que el anuncio en el Times en el que buscan trabajadores para la igualdad es para buscar a alguien que la sustituye. Así, magnífica como es, se acerca a la agencia llevando a su retoño y descubre que allí nadie ha podido olvidarla. A destacar los incómodos saludos (especialmente de Megan), el pequeño beso de Roger que nos sorprende a todos al decir "aquí está mi bebé" refiriéndose a Joan aunque por supuesto sepamos la verdad y la conversación con Lane, que llama la atención por la complicidad y amistad que demuestran tenerle el uno al otro: Joan no ha sido sustituida, obviamente, y están deseando que regrese. Por otro lado, el bebé da mucho juego cuando Peggy se queda con él en brazos sin saber qué hacer y Megan le dice que "mientras no esté en la puerta de una iglesia..." (¿lo sabrá?), o cuando llega Pete y se encuentra a Peggy con el bebé en brazos, a la que mira pálido como un muerto. Ya podrían resucitar aquella historia.
Peggy también nos regala otro momentazo cuando se queda a solas con Megan, que le echa en cara sin contemplaciones cómo la está tratando tanto ella como todos. Megan, que también tiene que trabajar, se sintió muy ofendida cuando Peggy dijo en la fiesta que tenía que irse a trabajar en lo de Heinz, como si la misma Megan no tiene nada que hacer. Aunque eso lo dijo para "picar" a Don, lo cierto es que da la sensación de que Peggy de repente es un hombre de la agencia y Megan es la Peggy de hace unos años. La pobre explota y acaba en casa, tratando de limpiar el destrozo de la fiesta en ropa interior (uy), y cuando aparece Don (cuando Peggy le pide perdón por algo de lo que él ni siquiera se dio cuenta, obviamente) tienen una extraña discusión para acabar montándoselo encima de la moqueta blanca. El juego en la casa nos vuelve a confundir: ¿está Megan interpretando un papel o es así de verdad? ¿Don se da cuenta o no?
Un buen cierre, sin duda, para la premiere. ¿Cómo continuará la temporada? Sabemos que SCDP va a contratar a una secretaria de color, que Roger y Pete seguirán con sus disputas, que Betty reaparecerá y que Peggy y Megan comenzarán a distanciarse, lo que seguro nos dará algún que otro momentazo. ¡Qué ganas!
Megan me desconcierta. Desde el primer momento sintió admiración por Peggy y ésta le tuvo que dejar claro que ella no había conseguido su puesto de forma ilegítima. Es de las pocas mujeres que se han abalanzado sobre Don antes de que éste siquiera se diera cuenta de su existencia. Y su buena mano con los niños es sin duda el aliciente para que Don la escogiera por encima de la chcia de la temporada pasada cuyo nombre ahora no recuerdo...y con quien Don debería haberse quedado.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de Pete, tienes razón en que es prácticamente la primera vez que nos ponemos de su parte. Personalmente es un personaje que nunca he aguantado, principalmente por cómo ha tratado siempre a Peggy, pero que los nombres de Sterling y Cooper estén grabados en las puertas resulta bochornoso, pues no pintan nada en la agencia.
Es que Megan está diseñada para confundir. La duda será (hasta que digan lo contrario) saber si Megan es una trepa o no. ¿Es una máquina manipuladora o no? Los actos apuntan a que sí pero creo que el personaje nos va a dar alguna sorpresa... (la chica de la temporada pasada era Faye).
ResponderEliminarEl destino de Pete me lo imagino de dos formas: o abandona la agencia por todo lo alto o acaba hundido por su propia ambición. Pete nunca será feliz porque siempre quiere más, es su problema.