Entramos en
la recta final de esta mítica serie que se tomó un descanso de varias semanas
antes de emitir los últimos episodios de la serie. El episodio de esta semana ha
sido normal, sin sorpresas, ni bombazos ni nada realmente emocionante. Aunque
sea increíble, la historia más interesante es la protagonizada por Susan, y
algo que sí me ha gustado ha sido ver a la vieja Gabrielle, esa que ponía a
prueba a su marido y la que le gustaba jugar sucio. El próximo 13 de Mayo
Desperate Housewives dará fin a ocho años de diversión. ¿Estáis preparados para
su fin?.
Poco a poco
el tiempo va pasando en Wisteria Lane tras la muerte de Mike Delfino. Susan lo
intenta sobrellevar como puede, pero es M.J. quien se lleva la peor parte. En
el colegio, preparan una carrera de padres e hijos, en coches creados por ellos
mismos. Evidentemente, Susan se propone a hacerlo, pero Mike, tras mucho
esfuerzo por parte de su madre, tira el coche a la carretera para que un camión
lo atropelle. Parece ser que sus compañeros de clase le tratan de diferente
forma por no tener padre, y él no quiere que lleguen a reírse de él por ser el
único en presentarse con su madre. Lo bueno es que Susan accede a pedir ayuda a
Tom, Ben y la pareja homosexual de la serie para que ayuden a Mike.
Luego
tenemos a Gaby, quien no llega a acostumbrarse al nuevo trabajo de Carlos. Como
ella es la que más gana, exige que Carlos utilice parte de su tiempo de trabajo
para el cuidado de las niñas. Entonces en la tienda de ropa aparece una mujer
cuyo marido murió dejándole toda la fortuna, dispuesta a dejarse un dineral en
la tienda. Gaby se aprovecha y le lleva a su casa a cenar con el fin de ganarse
su confianza y que gaste más dinero en la tienda (van a comisión). Carlos ve
una gran oportunidad en la mujer y le convence de que gaste dinero en su
trabajo, dándolo a caridad. Evidentemente, a Gaby no le hace mucha gracia y
como bien dice el dicho “donde las dan, las toman”, y decora su nuevo despacho
de una forma demasiado lujosa espantando a la mujer. Carlos quiere ser un buen
hombre, pero como le hace ver su mujer, su naturaleza es de ser un “tiburón”
por mucho que lo quiera cambiar.
En el caso
de Lynnette, sigue empeñada en que Tom deje a Jane, y se cruza con su jefe que
no sólo intenta ligar con ella descaradamente, sino que utilizará su posición
para bombardear la relación de Tom por trabajo. Todo a cambio de citas con
Lynnette, quien empezará a arrepentirse al enterarse que le va a mandar a
trabajar a la India. Por último, tenemos a Bree, que tras ser detenida obtiene
la ayuda del arrogante abogado, del que empieza a sentir algo más que una
relación meramente profesional. Todo parece ir bien en la vista previa al
juicio, pero aparecen testigos en su contra: todos aquellos hombres con los que
se acostó estando borracha, para demostrar que podía haber estado con Alejandro
y haberlo matado y no acordarse. Bree accede a contarle toda su vida sexual al
abogado ya que sólo así podrá ayudarla en el juicio.
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