El capítulo 11 de la carta que el apóstol Pablo escribió a los cristianos hebreos recopila una extensa lista de personas que ejercieron un modelo de fe de muy alto valor. Abrahám, Sarah o Moisés son unos personajes históricos con estas características más que de sobra conocidos, y si Pablo viviera hoy día, habría incluido a Nicolette Grant.
La única de las tres esposas de Bill Henrickson que apoya y comparte la idea divina del matrimonio plural supone el personaje más complejo, dual y memorable de Big Love, y que la actriz que le da vida sea la ultramoderna Chlöe Sevigny es otra forma de sumar puntos de un modo desenfrenado.
Nikki Grant (la única que puede adoptar legalmente el apellido de Bill es su primera esposa, Barbara) ocupa un lugar especial en el hogar Henrickson. Criada en la misma comunidad mormona fundamentalista que Bill, Juniper Creek, ambos han sido inculcados desde la niñez con la aprobación de la poligamia, pero debido a la expulsión de Bill de la comunidad y su posterior relación con una miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (LDS en sus siglas en inglés) — férreos opositores en el presente de la práctica más común de su pasado — éste olvida su deber para con Dios hasta que conoce a Nikki.
Aunque por este motivo será el severo y autoritario pilar espiritual entre sus hermanas-esposas — Barb nunca acaba de convencerse de que la poligamia sea un verdadero mandato teológico y Margene apenas muestra un ápice de interés religioso — e intentará cumplir fielmente su papel en el que considera su rol divino (sus problemas para concebir — mandato para todos los mormones casados— causan grandes estragos en ella durante la cuarta temporada), al igual que sus padres y su hermano, Nikki tampoco goza de una gran estabilidad emocional, lo que la aboca a actitudes obsesivas (adicción a las compras) y represivas.
Nikki sufre un verdadero revés y, del mismo modo que lo hicieron Barb, Margene y el propio Bill, debe superar una crisis de fe que la hará replantearse toda su vida. Los viles actos de su padre, el autoproclamado profeta Roman Grant, causante, entre otras cosas, de la expulsión de Bill cuando éste era un adolescente y del matrimonio forzoso al que ella se vio sometida una vez alcanzada la pubertad, seguida del intento de asesinato a manos de su propio hermano, Alby — un homosexual reprimido que intenta hacerse con el puesto vacante de su padre — , harán ver a Nikki la realidad de las comunidades como Juniper Creek que, lejos de ser un paraíso espiritual, son un lugar de opresión por parte de los que toman el control absoluto alegando autoridad del propio Dios. Nikki tarda más en ver esto que su marido Bill, decidido desde el principio en mantener una vida polígama pero fuera de los límites de las comunidades fundamentalistas. Aunque la intención de Bill es loable, su excesiva ambición no deja que las cosas sigan su curso, y es la propia Nikki la que sufre las consecuencias de las acciones de su esposo (Barb ya las sufrió al final de la primera temporada), quedando su condición de polígama expuesta a todo el vecindario, que no dudará en cebarse con ella ante la mirada impasible y retraída de su familia.
Nikki concibe otra sorpresa en su vida: la unión de la fe y el amor. La cruda representación de la vida íntima entre ella y Bill nos mostraban, de nuevo, a una esposa dedicada a su labor: complacer a su marido, que no complacerse a ella misma. Así que el asombro no puede ser mayor cuando en la última temporada Nikki descubre que su matrimonio con Bill empieza a ser algo más que un arreglo para ganarse el cielo. El amor une a estas segundas nupcias, y los momentos de celos respecto a las otras esposas protagonizados por esta rubia serán de los pocos momentos cómicos que nos brindará la magnífica serie de la HBO.
A pesar de todos estos cambios (reflejados también en su aspecto exterior), Nikki nunca perdió su fe y su fuerte convicción de que hacía lo correcto. Así se lo expresó a Barb cuando ésta empezó a coquetear con unas doctrinas totalmente contrarias a la teología tradicional mormona y así se lo expresó a su hija Cara Lynn cuando ésta también empezó a desviarse del camino establecido.
Nikki nunca perdió su objetivo, no cuando se rindió ante la certeza de la falsedad de su padre, no cuando se enfrentó a los quehaceres ilegales de una comunidad en la que ella misma había crecido, y no cuando el marido al que tanto tardó a querer fue asesinado en la puerta de su casa. Aunque tras enamorarse de Bill, Nikki fantasea con una relación monógama, mantuvo los intereses de lo que creía que era correcto por encima de los suyos propios, con lo que el principio del matrimonio plural nunca se desvió de su vista.
El apóstol Pablo alabó la fe de aquellos judíos seguidores de Dios porque permanecieron fieles a pesar de que "no obtuvieron el cumplimiento de su promesa" (Hebreos 11:39). Del mismo modo, no sabemos si los Henrickson o los millones de personas que hoy día practican la poligamia por creencias religiosas obtendrán su ansiada promesa — el Reino celestial — , pero sí sabemos que esta familia ficticia se mantuvo unida más allá de la desaparición del patriarca. Las hermanas-esposas Henrickson permanecen juntas, tanto en la ficción como en nuestras cabezas, y Nikki Grant sigue siendo un gran motivo de este suceso.
Nikki Grant (la única que puede adoptar legalmente el apellido de Bill es su primera esposa, Barbara) ocupa un lugar especial en el hogar Henrickson. Criada en la misma comunidad mormona fundamentalista que Bill, Juniper Creek, ambos han sido inculcados desde la niñez con la aprobación de la poligamia, pero debido a la expulsión de Bill de la comunidad y su posterior relación con una miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (LDS en sus siglas en inglés) — férreos opositores en el presente de la práctica más común de su pasado — éste olvida su deber para con Dios hasta que conoce a Nikki.
Aunque por este motivo será el severo y autoritario pilar espiritual entre sus hermanas-esposas — Barb nunca acaba de convencerse de que la poligamia sea un verdadero mandato teológico y Margene apenas muestra un ápice de interés religioso — e intentará cumplir fielmente su papel en el que considera su rol divino (sus problemas para concebir — mandato para todos los mormones casados— causan grandes estragos en ella durante la cuarta temporada), al igual que sus padres y su hermano, Nikki tampoco goza de una gran estabilidad emocional, lo que la aboca a actitudes obsesivas (adicción a las compras) y represivas.
Nikki sufre un verdadero revés y, del mismo modo que lo hicieron Barb, Margene y el propio Bill, debe superar una crisis de fe que la hará replantearse toda su vida. Los viles actos de su padre, el autoproclamado profeta Roman Grant, causante, entre otras cosas, de la expulsión de Bill cuando éste era un adolescente y del matrimonio forzoso al que ella se vio sometida una vez alcanzada la pubertad, seguida del intento de asesinato a manos de su propio hermano, Alby — un homosexual reprimido que intenta hacerse con el puesto vacante de su padre — , harán ver a Nikki la realidad de las comunidades como Juniper Creek que, lejos de ser un paraíso espiritual, son un lugar de opresión por parte de los que toman el control absoluto alegando autoridad del propio Dios. Nikki tarda más en ver esto que su marido Bill, decidido desde el principio en mantener una vida polígama pero fuera de los límites de las comunidades fundamentalistas. Aunque la intención de Bill es loable, su excesiva ambición no deja que las cosas sigan su curso, y es la propia Nikki la que sufre las consecuencias de las acciones de su esposo (Barb ya las sufrió al final de la primera temporada), quedando su condición de polígama expuesta a todo el vecindario, que no dudará en cebarse con ella ante la mirada impasible y retraída de su familia.
Nikki concibe otra sorpresa en su vida: la unión de la fe y el amor. La cruda representación de la vida íntima entre ella y Bill nos mostraban, de nuevo, a una esposa dedicada a su labor: complacer a su marido, que no complacerse a ella misma. Así que el asombro no puede ser mayor cuando en la última temporada Nikki descubre que su matrimonio con Bill empieza a ser algo más que un arreglo para ganarse el cielo. El amor une a estas segundas nupcias, y los momentos de celos respecto a las otras esposas protagonizados por esta rubia serán de los pocos momentos cómicos que nos brindará la magnífica serie de la HBO.
A pesar de todos estos cambios (reflejados también en su aspecto exterior), Nikki nunca perdió su fe y su fuerte convicción de que hacía lo correcto. Así se lo expresó a Barb cuando ésta empezó a coquetear con unas doctrinas totalmente contrarias a la teología tradicional mormona y así se lo expresó a su hija Cara Lynn cuando ésta también empezó a desviarse del camino establecido.
Nikki nunca perdió su objetivo, no cuando se rindió ante la certeza de la falsedad de su padre, no cuando se enfrentó a los quehaceres ilegales de una comunidad en la que ella misma había crecido, y no cuando el marido al que tanto tardó a querer fue asesinado en la puerta de su casa. Aunque tras enamorarse de Bill, Nikki fantasea con una relación monógama, mantuvo los intereses de lo que creía que era correcto por encima de los suyos propios, con lo que el principio del matrimonio plural nunca se desvió de su vista.
El apóstol Pablo alabó la fe de aquellos judíos seguidores de Dios porque permanecieron fieles a pesar de que "no obtuvieron el cumplimiento de su promesa" (Hebreos 11:39). Del mismo modo, no sabemos si los Henrickson o los millones de personas que hoy día practican la poligamia por creencias religiosas obtendrán su ansiada promesa — el Reino celestial — , pero sí sabemos que esta familia ficticia se mantuvo unida más allá de la desaparición del patriarca. Las hermanas-esposas Henrickson permanecen juntas, tanto en la ficción como en nuestras cabezas, y Nikki Grant sigue siendo un gran motivo de este suceso.
Big Love me pareció una de las mayores decepciones que he visto, especialmente viniendo de la HBO. Con el trascurso de las temporadas iba empeorando hasta alcanzar el nivel de serie basura en su quinta temporada (aunque la cuarta, salvo el final, no estuvo tan mal). No obstante, mientras iba odiando a todos los personajes cada vez más (Bill, puaj) Nikki siempre me pareció lo mejor, aunque sea la más odiosa. Sus taras mentales, su lengua mordaz, su mirada de rabia y sus gritos de adolescente me encantan. Qué gran personaje, gracias!
ResponderEliminarDe las mayores decepciones?? No es una serie para todo el mundo, por eso debe venir precisamente de la hbo. El tema es muy específico, y si por supuesto no te interesa la religión, esta serie es mejor no verla ni en pintura. En cuanto al transcurso, es cierto, a partir de la cuarta hay un bajón, Bill se mete en demasiados embrollos a la vez. Pero las tres primeras creo que son de libro. Que la propia iglesia mormona tuviera que meter baza para que acabaran retirándola lo dice todo.
ResponderEliminarCon mayores decepciones me refiero a las dos últimas temporadas y especialmente al final, las dos primeras son de manual. Si hubiera sido de otra forma no la hubiese visto entera ;)
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