Una semana más volvemos con la familia Botwin en un capítulo interesante que nos muestra las dudas de cada uno y que por ahora parece ir llevando esta última temporada a un ritmo totalmente inusual. No dudo que las intenciones de Nancy sean verdaderas pero, ¿conseguirá no volver a tropezar con la misma piedra por infinita vez? A escasos ocho capítulos para terminar con la serie, todavía quedan asuntos que resolver.
Más maternal que nunca, Nancy intenta que si hijo pequeño Stevie crezca lejos del negocio familiar, instándole a ser un crío activo. Por lo que decide apuntarle a un equipo de fútbol, para acabar descubriendo la cantidad de favoritismos y desembolso de donaciones que ello implica. Haciendo gala de su asombrosa capacidad de resolver problemas, consigue que Stevie entre en el equipo y resulta ser un goleador nato.
Por un lado, Silas y R.J. cada vez pasan más tiempo trabajando juntos y ante las insinuaciones de Shane, R.J. se ofrece para tener relaciones sexuales con Silas, por lo que este sale corriendo asustado y dejando atrás a un R.J. disgustado. Por el otro, Shane invita a Angélica a una doble cita con el detective y su pareja. La idea resulta ser un fracaso total a ojos de Shane que ve cómo el detective, borracho perdido, empieza conversaciones totalmente inútiles y sin sentido. Pero Angélica parece tener otra opinión al respecto.
Nuestro querido cuñado Andy parece llevar mejor la ruptura que Jill, que se ha volcado totalmente en los cupones de descuento ante la inevitable crisis económica de los Botwin. Y es que el negocio familiar ya no es lo que era desde que Nancy no participa activamente y el auto despido de Kiku, quien era la encargada ahora, tampoco parece mejorar las cosas. Pero el momento de a serie lo clava Andy con un discurso divertido sobre su inexplicable magnetismo hacia las mujeres.
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