Para el último episodio de la segunda temporada, Charlie Brooker no nos ha hablado de un futuro distópico –al menos, casi hasta el final–. Es, de lejos, el capítulo más actual, con el que más nos podemos identificar. Es una sátira política, pero por poco, y os digo esto porque, por desgracia para nosotros, ese escenario de descrédito político que presenta es el que estamos viviendo actualmente. Que este capítulo se haya emitido esta semana justamente, tras las elecciones italianas, es una coincidencia brutal.
The Waldo Moment nos presenta a un dibujo animado, Waldo, un oso azul protagonista de un programa de televisión al cual le da vida Jamie (Daniel Rigby), un cómico triste. Ante el éxito de Waldo, quien interpela a los políticos de manera cruda, carente absolutamente de hipocresía y diciendo las cosas como las pensamos todos los ciudadanos, deciden que se presente a las elecciones y lanzan una campaña contra sus oponentes. Para todos aquellos ciudadanos desilusionados con la política y que, ante el panorama actual, darían su voto a un dibujo animado que habla con todas las letras.
Todos están a favor de este lanzamiento a la arena política, menos el cómico. Hasta la CIA hace acto de aparición y, en una escena que dibuja claramente la diferencia entre ingleses y norteamericanos, diseña todo un escenario de politequeo mundial, espectáculo y merchandising. Otra cosa no, pero los norteamericanos son espectaculares. Sí, de espectáculo.
Y es que The Waldo Moment nos habla del desapego a la política y lo que ello puede conllevar, como la aparición del populismo, de los extremismos. Todo esto lo vemos reflejado en dos momentos clave del capítulo. El primero, tras una arenga de Waldo contra los dos candidatos en un programa de televisión, dicho enfrentamiento se viraliza y consigue estar en todas las redes sociales, la cual cosa anima al productor, quien le comenta a Jaime que la democracia se halla en internet, que la democracia es votar con un pulgar hacia arriba o hacia abajo las propuestas. Jaime, descorazonado, le hace ver que en YouTube lo más visto es "el vídeo de un perro interpretando la sintonía de Días Felices a base de pedos".
El otro momento es cuando, después de la discusión en televisión, acude a pedir perdón a la candidata laborista, quien le recrimina que si todo lo que hizo hubiese sido en nombre de la revolución habría tenido sentido, pero que en el fondo no representaba nada, no tenía nada. Y es esa nada la que nos conduce al final de esta entrega donde vemos un mundo –ahora sí, distópico– gobernado por Waldo, que aparece en todas partes, en todas las pantallas... pero sigue siendo un mundo cruel, opresor, a pesar de que las proclamas que vemos son "hope", "future", "believe"...
¿Creer en qué? Ciertamente, el capítulo más actual, el más cercano a la realidad en la que estamos viviendo, en un país donde un presidente se permite el lujo de hacer ruedas de prensa a través de una pantalla, sin aceptar preguntas. Un representante en diferido, ahora que el término está tan de moda.
Buenas! No se si entendí el mensaje, pero igualmente quiero compartir lo que entendí. Éste capítulo nos habla de un mundo donde no ya los políticos, sino la política se encuentra desprestigiada. A tal punto, que los que se postulan hacen una suerte de entrevista de trabajo que aún saliendo mal puede catapultarlos a la arena política y donde no parece haber ningún tipo de instancia donde se evalúen los objetivos, capacidades y virtudes de los postulados.
ResponderEliminarPor otro lado, un estado de la política donde una elección se convierte en un show de telecinco, y donde los postulados no se niegan a enfrentarse a un personaje virtual. Me parece importante la escena donde el político conservador quiere denunciar y desprestigiar al titiritero y a la audiencia parece importarle poco, solo le interesa el cruce de groserías.
Y por último de mi parte, un mundo donde los políticos no son más que marionetas (virtuales o de carne y hueso) donde al espectador/votante no le importa quien sea el titiritero, mientras este le haga reir. Una situación que puede desencadenar (como lo vemos en los creditos/epílogo) un mundo donde un show televisivo puede apoderarse de un Estado o Nación. Mal digo un show, productores u organizaciones debería haber escrito. Siempre hay alguien de carne y hueso detrás de la cortina...
Saludetes!