Sometimes, you gotta dance with the one that brung ya
["a veces tienes que bailar con el que te ha traído"]
—Don Draper
Con todavía muchos matices por descubrir, Mad Men nos ha ofrecido con el tercer episodio de su sexta temporada, un nuevo ángulo de una de sus piedras angulares: la infidelidad. Y si bien no ha sido precisamente un gran avance, sí nos ha ofrecido la oportunidad de redescubrir a nuestros personajes en un ambiente más hostil al que nos tienen acostumbrados.
Me ha gustado que, a pesar de que a estas alturas no haya necesidad, le sigan dando una oportunidad a una trama que rodee el mundo de la publicidad. La reaparición de Raymond Geiger, el responsable de Judías Heinz, junto con Tim Jablonski (Kip Pardue), su colega y ejecutivo de la mucho más importante Ketchup Heinz, la "Coca-Cola de las salsas" que busca una nueva agencia, ha sido la forma de volver a abrazar a este mundillo al mismo tiempo que Mad Men nos ofrecía su postura sobre la lealtad. Realmente no tiene importancia la tirria que Raymond le tiene a Jablonski, y ni siquiera importa su debilidad, pero cuando le pide a SCDP que no acepten la cuenta del ketchup Don (por cierto, Jon Hamm dirige el episodio) sin pensarlo acepta la condición. Sin duda, si no fuera por Raymond la agencia estaría aún hundida en la miseria y a pesar de que la ambición de estos ejecutivos no tenga límites, a veces hay que demostrar que la lealtad no tiene un precio.
Quizás esa sea la lección que aprenda Peggy tarde o temprano. Cuando Rizzo le cuenta la curiosa historia de Heinz y Peggy le cuenta a su vez el chiste a Ted Chaough, no sabía que tendría que aprender tan rápido que el mundo de los alto ejecutivos pertenece a los buitres, y que si SCDP no piensa comer ketchup, alguien tendrá que hacerlo. Lo interesante será ver cómo Peggy se enfrenta a sus antiguos compañeros cuando se descubra la verdad, principalmente porque cada vez estoy más convencido de que habrá tema con Rizzo y porque, cómo no, será curioso el primer enfrentamiento con Don cuando la conciencia de Peggy ya no esté tan limpia.
No obstante, estos paralelismos también tienen una doble dirección, y es que como siempre resulta curioso que aunque en el trabajo Don le deba lealtad a aquéllos que le han dado una oportunidad, en el amor y el sexo el creativo solo se deba lealtad a sí mismo. No puede evitar ser infiel y parece que nunca podrá dejar de serlo. Realmente ni siquiera parece importarle el daño que le pueda causar a Megan mientras, un piso más abajo, se acuesta con Sylvia cada vez que su marido se va a trabajar salvando vidas. De hecho, cuando regresa del trabajo y ve cómo Sylvia y Megan mantienen una profunda y emotiva conversación, no le preocupa el intercambio de confidencias sino el hecho de que de un modo u otro él no pueda ser parte de ello. Y, mientras tanto, el transcurso de los acontecimientos fuerza que el affaire siga adelante sin contemplaciones, con un Don que cada vez más convencido cierra la puerta de su relación con Megan incluso a pesar de decirle que si quiere tener hijos, podrá dárselos. Bye, bye, birdie.
Otro que mantiene un affaire en la puerta de al lado es el siempre estúpido Pete, que se salió con la suya la temporada pasada y que, como suponíamos, eso tampoco le haría feliz. Se mudó con Trudy a los suburbios y conocer a sus vecinos le ha dado la oportunidad de conocer a nuevas presas, como Brenda (Collette Wolfe), a quien lleva a su picadero personal también delante de las narices de nuestra querida Trudy. Pero cuando Brenda aparece ante su puerta con la cara hecha papilla tras haberle descubierto la infidelidad a su marido, Trudy no puede hacer otra cosa que tomar medidas: le había dado el apartamento para no tener que ver la que tenía ante sus ojos, pero ahora no puede hacer otra cosa que acabar con esto. Se niega a ser un fracaso. Y yo que me alegro, porque cualquier golpe de realidad contra Pete siempre es satisfactorio y si encima sale de la boca de Alison Brie siempre será mejor.
Y, cómo no, qué forma más sutil de mirar al otro lado de la infidelidad y ofrecer una perspectiva de la prostitución, que va desde esos flashbacks que nos narran la infancia de Dick Whitman en un burdel (que puede que sí, puede que no, explique muchas cosas de su personalidad) o ese intercambio de tickets de Hair por sexo, hasta ese puñado de dólares que Don le arroja a Sylvia tras echar un polvo, pasando por ese increíblemente doloroso y divertido encuentro entre Joan y Herb de Jaguar, seguido de esa escenaza de reflexión en la oficina de Don. Porque, a pesar de todo, el afecto de Don por Joan es inmenso, y no le importaría ridiculizar a Herb más allá de negarse a darle la mano.
¿Qué os ha parecido el episodio? No dudes en dejar tu opinión en la sección de comentarios. Nos vemos la semana que viene.
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