En el año 2009, la NBC estrenaba la serie policiaca Southland. Tras una corta temporada en la cadena generalista y una cancelación fulminante, la cadena de cable básico TNT decidió darle otra oportunidad, reduciendo considerablemente el presupuesto, lo que le llevó a deshacerse de algunos de los actores secundarios para centrarse solo en los cuatro personajes principales, dando a los capítulos un tono mucho más cercano e intimista del que la serie saldría muy beneficiada. Finalmente, y a pesar de los esfuerzos de TNT por mantenerla en antena, Southland vio el final el mes pasado en su quinta temporada, que, aunque no se emitió como tal, funciona perfectamente para poner punto y final a las historias de los personajes.
Si alguien no conocía de antes esta serie, lo primero que hay que decir es: no es la típica serie de policías. En un género tan manido, repetitivo y que muchas veces destaca por su falta de originalidad , Southland ha sido una ráfaga de aire fresco, un aire que duele y te hace sufrir, donde los buenos nunca son tan buenos, ni los malos tan malos. Un Los Ángeles presentado sin glamour, una ciudad que se descubre como sucia y descuidada, gracias a una fotografía que transmite esa sensación de realismo y autenticidad y una cámara que persigue a los personajes como si fuera uno más de ellos, rozando lo documental. Tampoco vemos delitos estilosos o atractivos (dentro de lo que un crimen lo puede ser) que intentan embaucar a la audiencia por su espectacularidad, sino que muestran lo que parece ser el día a día de los policías de esta ciudad. Porque, al fin y al cabo, esto es de lo que habla Southland, la vida de cuatro policías que sobreviven a duras penas un trabajo difícil, rutinario, duro y fatigoso, que les agota profundamente, que les ha cambiado e incluso consumido la vida.
A través de los cuatro personajes principales, Southland nos lleva por las calles de Los Angeles y por la vida de los protagonistas cuyos momentos felices se pueden contar con los dedos de una mano y para cuyos momentos de sufrimiento faltan dedos. Unos actores siempre perfectos en sus papeles, que dicen poco con palabras pero siempre expresan muchos con unas miradas y unos gestos que parecen programados para romperte el corazón varias veces por episodio. Michael Cudlitz, Regina King y Shawn Hatosy saben construir que dicen mucho con muy poco. En este apartado, sin embargo, me cuesta mucho defender el trabajo de Ben McKenzie. Hay veces que personajes serios y no especialemente emotivos se benefician de la interpretación de actores limitados, el personaje de Ben Sherman no creo que sea el caso; al contrario, la limitadísima, aburrida y soporífera interpretación de McKenzie termina creando, para mí un personaje que resulta mucho más antipático e insoportable de lo que podría serlo sobre papel. De entre los demás, debo reconocer mi especial debilidad por Regina King que con una mirada es capaz de presentarte a la detective Lydia Adams como si la conocieras desde siempre.
Los guionistas pocas veces se paran en los secundarios, pero merece la pena destacar como la última temporada ha humanizado al personaje de Dewey (C. Thomas Howell), que a veces parecía más una caricatura que un personaje serio, gracias en gran parte a su relación con Copper. La vuelta de Russell (Tom Everett Scott) en los últimos capítulos de la temporada también se agradece para cerrar la historia personal de Lydia con cierto optimismo (el único personaje que ha recibido un final que podíamos clasificar de feliz, por cierto).
El capítulo final sigue la línea pesimista y con un punto trágico que la serie acostumbra, sin embargo, es un final muy adecuado para todos los personajes. Es la desembocadura de todo lo que hemos ido viendo a lo largo de la temporada, de todos los elementos que han ido formando parte de la vida de los personajes. John Copper, y a partir de aquí ligeros spoilers, es, sin duda, el que peor parado sale. Un personaje infeliz y cuyo tan trágico final reconozco que me pilló por sorpresa y no terminó de convencerme la primera vez que lo vi (más por cariño al personaje que por razones con más lógica). Sin embargo, reflexionando más tarde sobre él, aunque triste y descorazonador, es probablemente el cierre más adecuado para un personaje como él.
En conclusión, si no la habéis visto, Southland es una serie que merece la pena sin lugar a dudas. Si os gustaba The Closer (con la que a veces comparte ese tono de tragedia, aunque en Southland sea mucho más acusado) o si sois seguidores del trabajo de John Wells, productor ejecutivo y guionista, y cuyo trabajo en series como Urgencias es visible en esta, echadle un vistazo, sobre todo ahora que el verano se acerca y hay que reponer la cosecha de series.
COMENTARIOS