No hemos comentado una sino doce veces las dudas que nos ha provocado la sexta temporada de Mad Men, que concluía el pasado domingo en AMC con el episodio más visto de su historia, In Case Of. Sin duda, al igual que la época en la que está contextualizada, esta temporada ha sido la más inestable, la más revolucionaria y puede que la más experimental. Mad Men se lo puede permitir, ¿pero hasta qué punto?
La espiral de desenfreno de Don Draper ha alcanzado sus cotas más altas y el que fuera el arquetipo del triunfo se ha desplomado como nunca. Al final de un episodio en el que las decisiones han oscilado más rápido que el peso de Betty, nuestro hombre se ha descubierto más perdido que nunca: sin trabajo, sin mujer, sin amigos... una oscuridad a la que estamos acostumbrados, pero siempre hemos visto la luz al final del túnel. Incluso lo único que ha hecho bien esta temporada, que ha sido la fusión, le ha ofrecido una amargura inesperada. Don ha tocado fondo a pesar de sus intentos por remontar su propia vida y no es hasta el final del episodio cuando —una decisión que se lleva mascando toda la temporada— se da cuenta de que para poder seguir adelante debe aceptar su propio pasado.
Para lograrlo tiene que desvelar quién es en realidad, algo que ni siquiera sabe muy bien —y nosotros tampoco—. Aun así, nos quedamos de piedra primero cuando decide darle un giro a su presentación a los chocolates Hershey's contando detalles sobre su pasado y dejando con los ojos como platos a sus socios; un movimiento egoísta, suicida e impulsivo pero necesario al fin y al cabo; segundo, cuando al término del episodio lleva a sus hijos al lupanar donde se crió para desvelarles quién es Don Draper o quién era antes de convertirse en él. Da igual los líos en los que se meterá la próxima temporada —que los tendrá seguro teniendo en cuenta que le robó la identidad a un hombre muerto—, esta sinceridad como terapia de choque, como medicina, como el faro que le salva de chocar contra las rocas, ha sido de los mejores momentos de la serie.
Un aplauso, por otro lado, para Peggy. Esta temporada ha dejado de ir de la mano de Don pero nunca su desarrollo ha sido tan paralelo al de su antiguo mentor. Abandonada otra vez por un hombre que ha preferido la estabilidad de su matrimonio al amor que siente por la joven, esto nos hace preguntarnos qué es lo que pasará con Peggy y cómo este proceso de "draperización" le transformará en el futuro. La joven sigue enamorándose de hombres que la consideran un segundo plato, rechazándola pensando que ella se merece a alguien mejor... una mujer que por muy alto que escale en su carrera —se ha convertido, sin Ted ni Don en la agencia, en la directora creativa de facto— nunca será como el resto de hombres —una característica que comparte con Joan— y esa fotografía de nuestra querida Peggy mirando hacia la ventana, tan calcada a la mítica imagen de Mad Men, nos señala que su futuro es más inestable de lo que pensamos. Al menos los hombres pueden tomar decisiones en esta serie.
Oh, pero ha sabido aprovechar sus piernas... un consejo que ya le dieron Joan y Pete en la primera temporada.
Dudo que volvamos a ver a Ted Chaough, pero sí a Pete Campbell. Por mucho que ambos quieran huir por motivos diferentes pero también muy similares, Pete y su gran amiga —su frente— son históricamente erráticos y por muchas oportunidades que le abra esta nueva oficina en California, por mucho ánimo que le de su ahora liberal ex mujer Trudy —otro paralelismo Ted-Don con esta simpatía à la Betty—, sabemos que Pete volverá a Nueva York y volverá a meter la pata de una u otra forma, y es que su vida está perfectamente representada por ese accidente de coche —indoors— en Detroit. Pero la historia de Ted ha concluido, ya ha ofrecido todo lo que tenía que podía darnos y se aferrará a California como si le fuera la vida en ello. Not great, Bob!
Don pudo haber sido Ted. Pudo haber ido a California. Haber empezado de cero. Haber ido con Megan y ofrecerle la vida que le prometió. Pudo haber pisado a Stan —vale, a Rizzo sí le pisó— y a Ted. Pudo haber vuelto a huir... pero tras tantos años viviendo una vida que no le pertenece, Don se ha dado cuenta por fin de que esa sinceridad tan dolorosa es también la única solución a sus problemas. Enfrentarse a la realidad es la única medicina para luchar contra el miedo, y aunque la pelea sea dura —ya le ha costado su matrimonio y su trabajo, ya veremos en la séptima entrega qué más le cuesta—, a la larga será más satisfactoria.
Sí, la séptima temporada y última se nos presenta con muchas dudas, pero es inevitable no desear que llegue ya la primavera de 2014 para conocer el ansiado desenlace de una de las series mejor escritas de los últimos años. La sexta temporada ha sido inestable, injusta en muchas ocasiones y decepcionante en otras, pero diría que satisfactoria en su conjunto: ha dado muchas vueltas —véanse las teorías— pero finalmente ha atado los cabos sueltos; ha llevado a sus personajes a situaciones desesperadas y parecidas pero también muy diferentes. Ha demostrado por qué la "locura" está presente en su título...
Mad Men ha demostrado que, al fin y al cabo, sigue siendo una de las grandes. Y olé.
Esta temporada fue de mis favoritas, me gustó mucho que pusieran algunos episodios muy locos y bizarros como el de las drogas, Mad Men séptima temporada promete, a mí se me hace que será la mejor de las temporadas, además se tomarán dos años para hacerla.
ResponderEliminarEsta serie ha sido de las mejores que he visto. Es triste que ya vaya a llegar a su final. En este link http://www.hbomax.tv/mad-men-7 podrás disfrutar de la última temporada. Veamos qué sorpresas nos da.
ResponderEliminarEs una serie muy interesante y de mis favoritas, Mad Men con una temática muy divertida y entretenida.
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