Mi relación con Parenthood siempre se ha caracterizado por los altibajos. Después de Friday Night Lights, si Jason Katims crea una nueva serie es mi obligación seriéfila verla pero Parenthood nunca ha tenido el encanto de la primera, quizás porque sus personajes nunca me han enamorado tanto. Sin embargo, hay que reconocer que ha ido mejorando temporada a temporada hasta que el año pasado consiguió alcanzar las expectativas que nos planteó desde el principio convirtiéndose en el gran drama familiar en emisión.
La quinta temporada ha empezado con relativa tranquilidad, acercándonos nuevamente a los Braverman, retomando sus vidas unos meses después de lo que vimos en el final de la anterior temporada. Como tal, es un capítulo bastante introductorio pero que ha planteado a grandes rasgos hacia dónde van a ir las tramas de cada uno de los personajes.
Casi todos los personajes se encuentran frente a una nueva situación que van a tener que afrontar a lo largo de esta temporada y que, sinceramente, muchas veces me ha resultado completamente repentina. Después del dramón que le supuso a Sarah elegir entre Mark y Hank, este último se marchó a Minnessota para estar con su hija pero en este primer episodio ha vuelto. Lo mismo con la repentina marcha y vuelta de Ryan, los conocimientos económicos de Sidney (escena absolutamente ridícula), las ganas de Kristina de dedicarse a la educación o el imprevisto talento de Max para la fotografía. Además, es desesperante ver como todos y cada uno de los personajes son unos envidiosos incapaces de alegrarse por las personas que supuestamente más quieren, siempre buscando alguna pega a las buenas noticias de sus seres queridos.
Reconozco que nunca dejará de sorprenderme la capacidad de celos e inmadurez que los personajes de Parenthood pueden albergar, Adam no es capaz de alegrarse de que su mujer vaya a dedicarse a la política, Sarah se enfada porque su hijo le manda emoticonos (¡¡llámalo tú!!) y podemos ver venir la lista de dramas que se avecinan: Julia celosa porque su marido trabaja con una mujer, Sarah no aceptará el futuro matrimonio de Amber y Ryan o Jasmine y Crosby tendrán el drama familiar del siglo por tener una hija.
A pesar de los pesares, Parenthood tiene sus cosas buenas. Muchas veces me resulta difícil identificarlas y me pregunto cada semana por qué sigo viendo la serie pero también tiene una capacidad para emocionarte que a veces roza el terrorismo emocional pero que a mí siempre termina enganchándome. ¿Cómo lo hacen? Es un misterio que tendrá que resolver a lo largo de esta temporada.
En conclusión, un episodio que nos sirve como introducción para los próximos meses en los que posiblemente solo sufriremos con los Braverman. Sin embargo, después de ver los buenos resultados de la temporada anterior y, a pesar de los errores que parece que volveremos a ver, no puedo evitar tener cierta esperanza en los nuevos capítulos y muchas ganas de ver qué nuevas formas de hacernos llorar se le ocurren a Jason Katims.
Estoy segura de que muchos la seguís viendo por mejores razones que el masoquismo/amor que siento hacia ella, ¿a vosotros qué os parecido?
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