Dos
años. Ese es el lapso de tiempo que ha transcurrido entre la emisión del
magnífico The Reichenbach Fall, el
tercer y último episodio de la segunda temporada de Sherlock; y el gran The Empty
Hearse, que levanta el telón de una tercera y, desgraciadamente, de nuevo
corta temporada. Todo sea dicho, las cuatro horas y media anuales que nos
ofrece Sherlock son tan intensas y de tanta calidad que puede desaparecer del
mapa durante tanto tiempo y, a su regreso, seguir arrasando en audiencia.
Obtenido
el reencuentro de Sherlock, la serie y Holmes, como personaje, con el público,
tocaba el otro gran reencuentro: el que se tiene que producir entre nuestro
protagonista y John Watson, su fiel compañero de aventuras.
En Manny Happy Returns, el miniepisodio de
Navidad, nos muestran que Sherlock ha empleado estos dos años para desmontar
las células criminales de Moriarty alrededor del mundo. Y con pleno éxito si no
contamos los rusos que lo capturan. Menos mal que el hermanísimo Mycroft estaba
ahí para salvarlo del entuerto en el que estaba.
Mycroft ha acudido a su hermano porque tiene una situación
delicada de gestionar entre manos. Un ataque terrorista planea sobre la ciudad
de Londres de forma inminente y su hermano es uno de los hombres clave para
evitarlo. Sherlock actúa como si no hubiera pasado nada, puesto que su hermano
lo sabía, y pretende que Watson se una a su equipo…
Pero
Watson ha seguido con su vida. Se recuperó, no sin dificultad, de la muerte de su
mejor amigo y, a pesar de cortar los lazos que le unían a Baker St., encontró
el amor de una mujer a la que plantea pedirle la mano en un restaurante de alta
alcurnia. Y lleva un bigote muy feo. La escena en la que ve a Sherlock ha
estado magníficamente planteada y ejecutada. Ha tenido momentos cómicos que
chocaban diametralmente con el drama y el shock de Watson al ver a su amigo
regresar de la muerte. Varias peleas después y, conocemos que Watson era, junto
a Lestrade y la señora Hudson, uno de los tres personajes importantes que no
sabían que Sherlock habría sobrevivido al salto. Por cierto, si estás tirándote
de los pelos porque TODAVÍA no hemos hablado del salto, tranquilo, nos
detendremos al final.
Tras
una secuencia en contraste (espectacular la serie siempre en lo audiovisual)
sobre las nuevas vidas del dúo protagonista, ambos coinciden en que se
necesitan el uno al otro, y vuelven a trabajar juntos cuando secuestran a John
y lo introducen en una pira de fuego a punto de arder. Alertado por la
prometida de Watson, que, según Sherlock, es una mentirosa, ambos consiguen
salvar al exmilitar de una muerte segura. Y nuestra pareja favorita de
detectives vuelve a trabajar juntos, pese a haberse negado el doctor una
primera vez. Sherlock lo intentó con Molly de ayudante, pero ella no está para
eso.
El caso
que les plantea Mycroft apremia y Sherlock, mediante sus deducciones y la ayuda
de uno de sus clientes, dan con el sujeto y el objetivo del atentado. El sujeto
es uno de los pilares del Gobierno, que misteriosamente desaparece de las vías
de tren con un vagón del metro de la ciudad de Londres. El objetivo es volar el
Parlamento, donde se ha de votar una ley antiterrorista. Y para más inri, es el
5 de noviembre, noche de los fuegos artificiales o Guy Fawkes (cuya máscara de
su cara hizo icónica el cómic V de Vendetta) como celebración del
aniversario de la Conspiración de la pólvora en el Reino Unido. Este
acontecimiento se dio en Inglaterra en 1605, y fue un complot de provinciales
católicos ingleses para con el Rey, su familia y la clase alta británica de la
época, mediante la colocación de explosivos en el Parlamento inglés.
Los
paralelismos a V de Vendetta no se acaban aquí, puesto que la estación de tren
jamás inaugurada que está bajo el parlamento de Londres fue el escenario donde
se rodó parte de la película. En esta estación, Sherlock y Watson hallan el
vagón perdido, que está cargado de explosivos que se activan al poco de llegar
nuestros protagonistas. Otra escena de tensión, aunque algo descafeinada
porque, con dos episodios más por delante, sabíamos que no iba a pasarle nada
malo a ninguno de los dos.
Sin
embargo, la escena ha servido para la redención de Sherlock ante su amigo, al
que le confiesa lo mucho que siente haberle ocultado su fingida muerte; y para
que Watson le ofrezca perdón a su amigo, por el que siente una gran
admiración. Tras avisar a la policía, ambos vuelven al piso en Baker Street
para celebrar un nuevo caso resuelto y comparecer ante la prensa. Ahí hemos conocido otro detalle: a
Sherlock le encantaba el personaje público, de estrella, que se había creado.
Y ahora
que está de nuevo en el juego y que se han atado todos los cabos de la
temporada anterior, nos han introducido un plano del que, aventuramos, será el
villano de la temporada. Ojalá fuera, de nuevo, el genial James Moriarty (y la
interpretación de Andrew Scott), pero dos resurrecciones son difíciles de
explicar incluso para Moffat.
Ahora sí, el (los) salto(s)
La
serie se ha mostrado muy metarreferencial hacia sus fans en cuanto al asunto
del salto. Saben la controversia que provocó, y han dejado dardos para ellos
durante todo el capítulo. El primero, el de Lestrade, al conocer la primer
explicación que le ofrece su compañero obsesionado con Sherlock: Two years and the theories keep getting more
stupid.
La
primera explicación ha entrado sin mediar palabra, y la verdad es que era demasiado
cinematográfica (incluso la banda sonora es más “cañera”, como en una peli de
acción). Sherlock salta desde el edificio con un arnés, no toca al suelo,
vuelve al edificio rompiendo una ventana, besa a Molly y se va. Watson es hipnotizado
y el cuerpo es el de Moriarty con una máscara.
La
segunda es, simplemente, disparatada e hilarante. Una chica del club de fans de
Holmes (Sharon Rooney de My Mad Fat Diary) plantea que, en realidad, Sherlock y Moriarty estaban enamorados y lo
que salta del edificio es un muñeco… evidentemente, no la dejan ni terminar.
Y la
tercera, la que da Sherlock a su fanático. Según ésta, nuestro detective
fijó a Watson en un punto donde no tuviera una buena vista de lo que ocurría
mientras miraba a Sherlock. Así, salta hacia una colchoneta, Watson no tiene
tiempo de llegar por la bici que lo arrolla y él se bloquea el pulso cuando su
amigo se lo toma. Todo ideado por Mycroft, el propio Holmes y algunos de su red
de vagabundos. Pero… ¿es ésta la buena?
Otro
guiño a los fans se ha producido al finalizar esta explicación, cuando el
fanático intentaba encontrar las lagunas al plan, y acaba rompiendo el tablón
en el que estaba intentando deducir cómo Sherlock se salió con la suya. El
tercer palo a los fans, aunque menos identificable, ha sido en la brutal "lucha" de deducción entre Sherlock y su hermano Mycroft, con ese contundente Everyone’s a critic. No van mal tirados estos dardos, pues en Buzzfeed ya hay hasta un hilo cuestionando la veracidad de los mapas de metro que utiliza Sherlock en el episodio. Y a ti, ¿Qué te ha parecido el
regreso de Sherlock?
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