Bienvenidos al nuevo 2014, un 2014 con los mayores adelantos tecnológicos. Un 2014 como el que conocemos nosotros, pero que a Aaron Pittman le parece extraño. Y es natural porque bastan cinco minutos para confirmar que no es real, que es una invención de las propias nanomáquinas para engañar a su creador. ¿Está todo en su cabeza? Es lo más lógico, esto explica por qué nadie más sospecha de la naturaleza de este mundo y, sobre todo, cómo ha sido construido desde la más absoluta ruina. Pronto nos confirman esto, eliminando aparentemente cualquier posibilidad de que otros recuerden también la verdad. En principio no podrán recordar porque no lo han vivido, son fantasías.
Obviando el principal fallo del truco, que es que Aaron se dé cuenta de que todo es una ilusión, es bastante imprudente colocar allí a todos sus amigos. La fórmula más probable para el éxito no parece ser otorgar a Aaron tantas capacidades. Las máquinas deben de estar realmente debilitadas para recrear semejante mundo con tantos defectos.
Pero es mejor sucumbir a la magia embaucadora. Este mundo perfecto -cuestión de gustos- hace que Aaron se deje llevar. Aquí es cuando llega Charlie a sacudirlo todo. Hace unos cuantos episodios que veo a Charlie como una Savior Cheerleader (The Cheerleader Will Save The World). He sentido una pena tremenda por Aaron cuando se ha dado cuenta de que acababa de perderlo todo. Quiero suponer que lo habría perdido de igual forma en cuanto hubiera completado el código; de otro modo, Charlie es una aguafiestas de manual. Como si se tratase del karma, ella sufre en sus carnes la puntería del Dr. Horn. Eh, este estaba muerto, eso no vale. Los muertos no pueden matar a cheerleaders imaginarias. La mente de Aaron es un best seller ahora mismo, es como ver a los personajes de siempre en otra serie distinta. Es un spin off con cameo de Nora incluido, es Inception.
A partir del encuentro con Rachel todo cambia. La confianza que Rachel deposita en Aaron lo es todo. Y esa confianza es gracias a que Aaron se involucra con sus amigos, les conoce en profundidad. Además, en plena crisis, Aaron consigue darle la vuelta a la situación. Puede que estos personajes no tengan los recuerdos de una vida sin energía pero, en el fondo, son producto de su mente y él puede darles todo lo necesario para volverse del bando correcto, del que lucha, llamémosle persuasión. Más allá de encontrar aliados, Pittman ha encontrado respuestas: Él tiene el control. Cuando Priscilla aparece, desvela el plan de las máquinas. Si arregla el código, podrá quedarse en este nuevo mundo.
Entonces sí, por lo visto Charlie ha sido una aguafiestas, aunque para bien. Las máquinas no tienen ningún especial interés en que Aaron vuelva a vivir en un mundo sin electricidad. Puede quedarse a vivir en este mundo hecho a su medida. Pero ahora, al menos, sabe que no es real y puede decidir. Tirándose desde una azotea, cree que podrá despertar, pero solamente consigue vivir un nuevo sueño o, más bien, una pesadilla. O dos.
Yo no me lo esperaba. Finalmente, la nanotecnología le (nos) engañó, y esa íntima amistad con Rachel ha sido la desencadenante de la traición a sus principios. Aaron, pensando que no le quedaba más remedio, ha arreglado el código en un tercer y último escenario que Calvin Horn había preparado.
Ahora es tarde para quedarse a vivir el sueño americano. Toca volver a la dura realidad, y también a casa.
Obviando el principal fallo del truco, que es que Aaron se dé cuenta de que todo es una ilusión, es bastante imprudente colocar allí a todos sus amigos. La fórmula más probable para el éxito no parece ser otorgar a Aaron tantas capacidades. Las máquinas deben de estar realmente debilitadas para recrear semejante mundo con tantos defectos.
Pero es mejor sucumbir a la magia embaucadora. Este mundo perfecto -cuestión de gustos- hace que Aaron se deje llevar. Aquí es cuando llega Charlie a sacudirlo todo. Hace unos cuantos episodios que veo a Charlie como una Savior Cheerleader (The Cheerleader Will Save The World). He sentido una pena tremenda por Aaron cuando se ha dado cuenta de que acababa de perderlo todo. Quiero suponer que lo habría perdido de igual forma en cuanto hubiera completado el código; de otro modo, Charlie es una aguafiestas de manual. Como si se tratase del karma, ella sufre en sus carnes la puntería del Dr. Horn. Eh, este estaba muerto, eso no vale. Los muertos no pueden matar a cheerleaders imaginarias. La mente de Aaron es un best seller ahora mismo, es como ver a los personajes de siempre en otra serie distinta. Es un spin off con cameo de Nora incluido, es Inception.
A partir del encuentro con Rachel todo cambia. La confianza que Rachel deposita en Aaron lo es todo. Y esa confianza es gracias a que Aaron se involucra con sus amigos, les conoce en profundidad. Además, en plena crisis, Aaron consigue darle la vuelta a la situación. Puede que estos personajes no tengan los recuerdos de una vida sin energía pero, en el fondo, son producto de su mente y él puede darles todo lo necesario para volverse del bando correcto, del que lucha, llamémosle persuasión. Más allá de encontrar aliados, Pittman ha encontrado respuestas: Él tiene el control. Cuando Priscilla aparece, desvela el plan de las máquinas. Si arregla el código, podrá quedarse en este nuevo mundo.
Entonces sí, por lo visto Charlie ha sido una aguafiestas, aunque para bien. Las máquinas no tienen ningún especial interés en que Aaron vuelva a vivir en un mundo sin electricidad. Puede quedarse a vivir en este mundo hecho a su medida. Pero ahora, al menos, sabe que no es real y puede decidir. Tirándose desde una azotea, cree que podrá despertar, pero solamente consigue vivir un nuevo sueño o, más bien, una pesadilla. O dos.
Yo no me lo esperaba. Finalmente, la nanotecnología le (nos) engañó, y esa íntima amistad con Rachel ha sido la desencadenante de la traición a sus principios. Aaron, pensando que no le quedaba más remedio, ha arreglado el código en un tercer y último escenario que Calvin Horn había preparado.
Ahora es tarde para quedarse a vivir el sueño americano. Toca volver a la dura realidad, y también a casa.
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