No sé qué opinais vosotros, pero una de las obras —lo cual suena muy formal, a pesar de todo— que personalmente considero más relevantes del conglomerado audiovisual de nuestra generación es, sin duda, Mean Girls —traducida correctamente al castellano con el nombre de Chicas Malas, un acierto al que no estamos acostumbrados—. No solo porque es una obra maestra encubierta, y ni siquiera porque su repercusión hoy en día todavía sigue vigente, sino porque es la obra culmen de la comedia teen en la que se concentran todos y cada uno de los estereotipos del género, cuya revisión del mismo ha servido de apoyo a innumerables proyectos que hoy en día todavía pueblan nuestras pantallas.
Esta semana se cumplían 10 años de su estreno y, además de convertirse tal fecha en un aterrador símbolo del paso del tiempo, también me ha servido personalmente para reflexionar sobre ciertas trivialidades —así como otras cosas muy serias— acerca de la fabulosa Mean Girls.
Empezando por el reparto, en su día jamás pensé demasiado en ello, pero evidentemente Mean Girls fue la película que le abrió las puertas a numerosas caras que todavía no habían llegado a deslumbrar del todo. Fue, por ejemplo, el gran éxito en la carrera de Lindsay Lohan; puso a Rachel McAdams en el terreno de juego; le dio visibilidad a Tina Fey, hasta entonces solo conocida por su papel en SNL; significó un ascenso en la carrera de Amanda Seyfried o Lizzy Caplan —quienes tardaron todavía unos años más en hacerse un nombre—; y, lo que es más importante, también demostró que el equipo de Saturday Night Live podía hacer algo más que salir en el programa sabático —debe ser el gran hit cinematográfico de Lorne Michaels, y por supuesto nos presentó en sociedad a Amy Poehler, Ana Gasteyer o Tim Meadows—. Eso me hace pensar en que, a este nivel, Mean Girls también demostró que para formar un reparto sólido siempre puedes rebuscar en la cantera televisiva del momento en lugar de buscar un plantel de estrellas: el resultado no será el mismo, pero puede ser perfecto igualmente.
Además, este décimo aniversario también puede servir para hacer balance de cómo una película tan repleta de estereotipos y de personajes que representan roles sociales tan controvertidos ha influido de una manera tan evidente en obras posteriores. De hecho, diría que la gran parte de las series de instituto posteriores—no me meto en terrenos "peliculeros" porque si no, no paro— han bebido de Mean Girls, que a su vez, bebió de otras como es de esperar. Pretty Little Liars, Gossip Girl, Awkward, Glee, Suburgatory o la más reciente Faking It son algunos ejemplos.
Es evidente: ninguna otra película había retratado tan bien hasta el momento el universo alternativo de los institutos, sus reglas sociales y sus absurdas particularidades; un mundo que realmente no existe —no de tal forma, obviamente— pero que como fuente narrativa es enorme y da tanto juego como cabría esperar. Todo ello con un humor que irremediablemente ha marcado tendencia y que explica por qué las reinas de la comedia actuales (Fey, Poehler, Kaling...) son las que son. Hoy en día, la alternativa a explotar un universo tan fetch como el del instituto de Mean Girls, es retratar la realidad, y eso no siempre es tan atractivo como nos gustaría pensar.
me dieron ganas de verla de nuevo
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