Hablemos del primer drama de hora de duración que produjo HBO: Oz. Para los que vivimos a base de
series y tenemos ese chip clasista que nos obliga a probar (como poco) todo lo que
HBO hace, Oz es una parada
obligatoria. Este artículo es apto para todos, los que ya la habéis visto y los
que tenéis que verla todavía. Porque tenéis que hacerlo. Imperativo categórico
moral.
Oz se estrena en verano de 1997 y durante seis temporadas nos traslada a una
prisión de máxima seguridad que tiene como principal peculiaridad un ala de la
cárcel (Emerald City) en la que se mantiene un equilibrio demográfico entre reclusos de las diferentes agrupaciones sociales que forman en las penitenciarías: latinos, musulmanes, arios, afroamericanos, etc.
En Emerald City se junta lo mejor de cada casa: los más sádicos violadores,
los más fríos asesinos, los más repudiados ladrones. Y como es de esperar, bajo
las condiciones de presión por parte de la administración, todo revienta en
aproximadamente unos cinco o seis actos de violencia bruta por episodio. Oz es la liberación explosiva ante la censura de las cadenas públicas estadounidenses. Deducid ya que no es una serie recomendable para ojos delicados y sensibilidades facilmente escandalizables.
Puestos en situación, ¿qué hace especial a Oz? Hay tres características principales que hacen de ella una serie única. Y lo curioso es que,
pese a sentar precedentes en el retrato de lo censurable, no fue tan emulada en otros aspectos.
El reparto gigante
Oz fue una serie muy equitativa y Tom Fontana,
creador y escritor de todos los episodios, pecó de una excesiva generosidad en
lo que a asignar tramas se refiere.
Hoy en día todas las series tienen su reparto principal y luego unos
personajes recurrentes que influyen en los arcos de los protagonistas durante
determinados episodios. Oz no funciona así. Cuando un personaje recurrente
llegaba a Em City, bien como recluso, bien como guarda de la prisión, tenía
toda una trama para él. Que interactuase o no con los principales ya era
cuestión de azar.
En la mayoría de los episodios llegaba un personaje nuevo, junto con su tradicional presentación de cómo quebrantó la ley, duración de la pena y tiempo
hasta la condicional. Algunos se quedarían durante toda la serie, otros compatirían protagonismo con los veteranos durante una temporada o dos nada más. ¿Qué conseguían con esto? Una amplia variedad de delincuentes a
cada cual más pieza que el anterior y un constante reciclaje de personal. Los que se van por los que se vienen, porque cabezas rodaron unas cuantas. ¿Cuál era el efecto secundario? Que
llegado un punto de la cuarta temporada no sabes quién es la mitad de la gente
que sale y realmente tampoco te importa.
La estructura de acto-arco
La sostenibilidad del reparto se explicaba mediante su peculiar estructura.
En las cadenas del cable premium (HBO, Showtime, Cinemax, Starz…), al no tener
cortes publicitarios, los guionistas no se ven forzados a diseñar los episodios
de una forma en que antes de los anuncios la acción toque un microclímax que mantenga
al espectador enganchado. Desde la serie más basura de la CW hasta Breaking Bad,
por poner un ejemplo, los guiones se estructuran en 5-6 arcos, y en ellos se
alternan escenas de uno u otro personaje.
De nuevo, Oz no funciona así. Se opone a la noción de episodio
como un flujo continuo. Fontana decidió que cada episodio se dividiría en los actos
que fuesen necesarios y que en cada acto se trataría exclusivamente una trama
determinada, el arco de un personaje X, que bien podía ser principal o un
recurrente que no iba a sobrevivir al próximo final de temporada.
No es algo que se haya vuelto a ver en televisión. Lo más parecido con lo
que se puede relacionar es con las series que se centran en un personaje por
episodio (Lost, Skins). Pero la configuración de Oz
es única. El resultado era que llegado un punto de hartazgo absoluto, si tú solamente
estabas interesado en ese personaje que lleva ya cinco años pasándolas canutas,
podías rebobinar el episodio hasta que su acto comenzase. A efectos prácticos era como ver decenas de
series bajo el mismo techo en una.
¿Y cómo divides los actos cuando no hay pausas publicitarias? A
continuación.
La concepción teatral
Respondiendo a la pregunta: la figura del narrador. Como en los antiguos
clásicos teatrales, hay un narrador externo (o no) a la acción que explicaba a
los espectadores lo que iban a ver. En este caso tenemos a Augustus Hill (Harold
Perrineau, Michael en Lost, pero sin buscar a ningún hijo a gritos), que entre
acto y acto tenía un pequeño monólogo en relación con la temática del episodio
y con la trama del personaje que iba a acaparar la cámara durante los
siguientes 10-15 minutos.
Oz también respetó ejemplarmente la unidad espacial de las reglas
del teatro neoclásico. Hay series que se centran en un único lugar, pero como
Oz no hay ninguna. La totalidad de la serie (salvando los flashbacks de
introducción de recluso y alguna secuencia onírica de forma excepcional) tiene lugar en
la prisión. A fin de cuentas, cada uno de los personajes se explica mediante ese escenario
y no serían lo que son de no estar en un ambiente como Oz.
La influencia del teatro ya aparece de forma directa en ocasiones como la
primera temporada de Ryan O’Reily, al que el propio Fontana definió como un
Yago de Otelo (pese a que con los años esta personalidad de maestro de la
manipulación se le perdería por las celdas), o la representación de Macbeth de la sexta
temporada que serviría a su vez como resolución definitiva del arco
Beecher-Schillinger, una de las rivalidades más memorables de la historia de la
televisión. Muy shakespeariano todo.
Oz es una serie muy grande en la que hubo sitio para casi todo. Guiones ciertamente
primitivos que ponen en duda la marca HBO (véase la medicación que alteraba la
edad biológica de los presos para hacerles avanzar hasta el momento en el que
hubieran cumplido la condena) y
luego personajes de la solidez de Chris Keller (que dio la fama a Christopher
Meloni) o, como ya he dicho antes, toda la batalla campal en que se convirtió
el conflicto de Beecher y Schillinger y los nazis, desde piloto a final de
serie.
En definitiva: una serie totalmente desmarcada de lo que hoy en día se emite,
pero que ya es todo un clásico de la televisión contemporánea.
Me has convencido, la veré. Fantástico artículo.
ResponderEliminarEs justo por esta serie tan grande, que OITNB (aunque sean muy diferentes) se me hace una serie tan básica.
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