Cuando de repente me crucé con un piloto protagonizado por Kim Cattrall, la más que mítica Samantha Jones de Sex and The City, me tiré de cabeza a él. Poco me importó el tipo de serie o la cadena... Esto fue lo que me encontré.
Sensitive Skin es la versión canadiense de una pequeña dramedia
de la BBC 2 emitida allá por 2005. La producción de la adaptación corre de
cuenta de The Movie Network y Movie Central, aunque la garantía de calidad realmente viene de la mano de HBO Canada. Y
ya sabéis (o deberíais saber a estas alturas) cómo se las gastan los de la HBO con la
comedia.
La Cattrall se mete en la piel, nunca mejor dicho, de Davina Jackson y su crisis de mediana edad. No es Samantha, no
esperéis su lasciva genialidad de vuelta en pantalla. Davina es muchísimo más
moderada, aunque hay algunos momentos
puntuales de mala leche que comparten. De todos modos, en Davina prima el
carácter reflexivo/introspectivo y el hecho de que es una víctima del paso del tiempo y de
las decisiones igual no tan bien tomadas a lo largo de su vida.
A su lado en el reparto encontramos a Al, marido de Davina interpretado por
un Don McKellar que se sale por los cuatro costados. Al también está peleándose con sus cincuentas y con su propio cuerpo,
pero más centrado en el mínimo síntoma de cáncer que en las primeras arrugas.
Además de esta exacerbada hipocondriasis que funciona como una de las
principales bromas recurrentes de la serie, destaca su inseguridad. Siendo
realistas, todo el mundo, espectadores incluidos, se preguntan cómo ha podido
cazar semejante mujer.
Durante los seis episodios que conforman la primera temporada les vemos en
su día a día. Que si una mudanza, que si la crisis del sofá nuevo, que si unas
clases de piano, que si una aventurilla, que si mi médico se aprovecha de mi
neurosis, que si mi madre y mi hermana, o mi cuñado que es peor todavía… Son situaciones sin excesiva ambición
aparente pero que el matrimonio y los diferentes secundarios hacen
funcionar muy bien en la pantalla.
Personaje a destacar sin duda alguna es Orlando, el hijo con tendencias depresivo-nihilistas que vive en una
constante pasivo-agresividad porque es estéril y lo más parecido a un nieto que
va a darles a sus padres es su perro. Toda una pieza digna de conocer.
Como ya hemos dicho antes, hablamos de una dramedia. 20 minutos largos por
episodio de un humor muy negro y muy sobrio con aires oníricos.
Se mantiene a caballo entre la carcajada por la situación incómoda y la
reflexión sobre el paso del tiempo y el “en qué hemos acabado”, incluso con
momentos de sobrecogimiento y lágrima.
No va a pasar a los anales de la televisión canadiense con toda seguridad,
pero volver a ver a una cara ya histórica (no por la edad ni mucho menos, que
los dobles sentidos son muy crueles) con una serie a su medida nunca está de
más. Todo un placer, diría yo.
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