Fue bonito mientras duró, pero la coralidad fue un espejismo. Hoy: Anatomía de los Grey, y nadie más.
“Si Ellis Grey levantase la cabeza…” Eso habrán pensado Shonda y compañía,
y a falta de dar el paso hacia el apocalipsis zombi (único palo de las catástrofes
que aún no han tocado el Seattle Grace), pues se han marcado un episodio
removiendo sus recuerdos y sus diarios.
Ha sido un episodio muy nostálgico,
volviendo a ver a una jovencísima Ellen Pompeo y poniendo de manifiesto que los
años pasan por todos, y anda que no era guapísima allá por 2005. Pero
envejecimientos a un lado: ¿cuál es la finalidad de seguir tirando de
flashback? ¿No podíamos haber juntado a Meredith y a Maggie sin dar tantísimas
vueltas?
Maggie se va. Y nadie quiere que se vaya. Especialmente
porque buscar otra Yang es un dolor y Hunt y Avery tienen muchas cosas que
hacer fuera de pantalla. Será Bailey, savia nueva de la junta autoproclamada,
la que más empuje al padre de la criatura a que dé el paso de hablar con ella.
Richard se niega, y es al final la hermana mayor, tirana y maligna cual
antagonista de película de Disney, la que conmueve a Mrs. Pierce con una mancha
de vino.
Pero centrándonos más en el núcleo duro del episodio: Meredith, ¿hasta qué
nivel tienes mommy issues? Las tendencias audodestructivas de Ellis nos sonaban
y son igual de hereditarias que las papeletas para el Alzheimer. Ha sido tremendamente oscuro ver a la
pequeña Grey con el mismo cuajo que tiene ahora llamando a la ambulancia
porque su madre se ha cortado las venas delante de ella. ¿Y todavía aspiras a
ser como ella, mirando a sus vídeos cual Rachel Berry viendo una de la
Streisand? Chica, así te va.
Toda esta vorágine de disfuncionalidad familiar se perpetúa en el estado
del MerDer. Derek Shepherd sigue siendo
la sombra de Meredith. Es un pegote. Un complemento con pelazo y una
afición perturbadora por los abrazos de larga duración con completas
desconocidas, las hermanas y las cuñadas. Pese a esto, sigue sin haber avances.
Hay acritud en el matrimonio. Mismos reproches, mismo carácter estático. Un
episodio en blanco a este respecto.
Hablemos ahora del co-protagonista de la serie. Nadie ha dado un duro por
Alex Karev y él está que fuma en pipa. Ni su myperson ha tenido el detalle de
confiar en él. Pero parece que ya le han dado otro objetivo en su carrera: ser la nueva Arizona. El momento “no quiero
que seas mi pupilo” ha sido realmente tierno. Y muy de agradecer en este
sobresaturado episodio. Aunque sea poco, algo es algo, porque el pobre se tiene
que sentir más ninguneado que April Kepner respecto a los guionistas.
Por cierto, ¿alguien sabe qué ha sido de Kepner? ¿Se ha vuelto a la granja?
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