Cerramos el arco de los hashtags, las bases de datos y otras cosas que sólo pasan en los institutos y nos hacen sentir viejos con novedades en el frente. Es San Valentín, y este año llega muy casualmente en una especie de apartheid entre chicos y chicas de Palos Hills denominado la Gran Represión. Un festival de testículos hinchados y morados aplicados al brillante puntazo de los blue balls en la taquilla de una que yo me sé.
Como dadora del golpe de estado de excepción, Jenna Hamilton sigue en el
centro de la polémica: siendo culpable y culpada de las hostilidades de
pasillo. Jenna, cual padre intentando encontrar la última Barbie Malibú que
queda en el estado de Iowa para ponerla in extremis bajo el árbol en una TV movie navideña casposa,
emprende la más que ardua batalla de animar las festividades con un partybus
antes de la clásica americanada del baile de instituto.
A Hamiltrash le agarra Matty por el hombro en un inútil intento de
empujarla hacia la friendzone, pero ella lo interpreta como un recalentamiento
de esas cenizas y se lanza a la caza del ex en el mugriento partybus.
Matty se lleva de cita a Gaby y en un cruce de revelaciones sobre ruedas patrocinadas por el siempre agradecido "Yo Nunca",
resulta que McKibben tenía una habitación reservada para culminar la noche con
un poco de glamour. Problem: Gaby está like a virgin. Todo muy Madonna en los 80. Se cabrea, se va y todo porque a nadie le hace gracia que su hímen sea asunto de estado. ¿Quién
destapa esto? Jenna Hamilton: amiga de los niños y defensora de la verdad.
Grande. Otro punto más. Awkwardness nivel Máster del Universo.
De chaperones de la noche teníamos al equivalente de la Santísima Trinidad
de Awkward: Val, Hamilmama y la Tita Ally. Esta última con un sujetador con
relleno de vodka y Jack Daniels. Porque aunque no haya sido madre, ella tiene
un instinto maternal innato muy desarrollado.
Val sigue a la caza del maromo del disfraz de oso, cuyo espíritu aventurero
le lleva a pasar de la psicóloga, dejándola mamando de los etílicos pechos de
la tía de Sadie. “I wasn’t breastfed, so this is all new to me.” Grande, Val. Grande. Sólo para gente tan
genial hay retorno superclimático del objeto del deseo al final del
episodio con beso de película y todo bajo los aspersores.
Y esto último me lo he guardado para el final porque requiere un estudio de
especial profundidad. Los Expedientes Tamara. Ha pasado de un casquete fuera de
pantalla con Owen el Largo Yogurín a una escena desconcertante donde las haya
en la historia de la representación del sexo en los medios audiovisuales.
Por favor, que alguien me explique esto:
Suena el crepitar de los muelles de una cama de motel de carretera. Sexo.
Pero no parece que lo sea. Lo que realmente parece es una de esas escenas que
recurren a la degeneración crónica de nuestras mentes para que creamos que es
sexo y realmente están pelando patatas, por poner el ejemplo.
Plano cerrado de Tamara. Plano cerrado de Jake. Sigue sonando la cama, pero tiene pinta de que están
de pie contra el armario. No soy un experto en kamasutra ni mucho menos, pero
me da que no hay sexo ahí. Como mucho acepto un preparativo digital (eufemismos
para el que los quiera) que puede que no requiera desnudez, pero lo que sí que
no cuelan son esos muelles oxidados de fondo.
Y el momento orgasmo/aspersor. Hay gente que grita feo en televisión. Yo
siempre tenía como paradigma a Nina Dobrev. A partir de este episodio de Awkward es Jillian Rose Reed.
Todavía podríamos dudar de la veracidad de este… curioso coito. Pero no.
Hacía falta una escena de ambos con innegable contacto físico en una cama perfectamente hecha. Un beso apasionado y una
camisa que en vez de ser quitada, ha pasado de un cuerpo a otro.
Conclusión: el sexo de la MTV es algo que no deseo ni a mi peor enemigo. Pero el Jakara ha vuelto, pese a que sea lo de menos tras el espectáculo de montaje impresionista directamente sacado de la escuela del formalismo ruso de los años 20.
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