Cada
temporada de Downton Abbey suele estar marcada por la muerte de alguno
de los personajes que, siendo principales o secundarios, acaba por influir en
la evolución de todos los demás: Pamuk, Lady Sybil, Matthew, Gregson… Ahora se
les une Isis, el can que ha acompañado a la familia Crawley desde la segunda
temporada.
Robert
siempre ha estado muy apegado a ella y este triste final le ha empujado a
olvidar los problemas con Cora. Sin embargo, con esta situación hemos vuelto a
ver el poco interés que le provoca lo que pueda pasar en la vida de Edith: su
preocupación por Isis le impide prestar atención a la propuesta de su mujer
para admitir a la pequeña Marigold en la casa.
La
verdad es que Edith había empezado el capítulo con buen pie, viviendo de forma
independiente en Londres y ganándose su puesto de jefa en la editorial. Pero
Cora ha vuelto a liarlo todo, implicando de nuevo al pobre señor Drewe -ese
matrimonio no puede acabar bien- con un rocambolesco plan del que ya sospecha la
mitad del servicio.
Al
principio de esta temporada intenté empezar de cero con el personaje de Mary,
que siempre me había resultado insípido. Su etapa de duelo nos había mostrado a
una mujer más emocional y cercana, evolución que se ha diluido a lo largo de
estos siete episodios. Sus altibajos emocionales son cada vez menos
interesantes, no sólo porque no sabe lo que quiere sino porque ha vuelto a su
lado oscuro: fiestas, peinados y frivolidad sin pensar en las consecuencias de
lo que hace o dice.
Es
preferible refugiarse en la felicidad de la planta baja de Downton,
donde hasta Thomas ha enseñado su lado sensible para marcarse un 2x1 en buenas
acciones. Ayudar a Baxter a pasar tiempo con Molesley, check. Lograr que
Daisy retome su afán por los estudios, doble check. (Ah, y la señora Hughes
buscando casas con Carson. ¡Sí, no había sido una alucinación del capítulo
anterior!).
Dos propuestas de matrimonio
Rose
ha ganado protagonismo en este episodio con su apresurado romance con Atticus, aunque la proposición de matrimonio que ha acaparado la atención de todos ha
sido la de Isobel. Desgraciadamente la alegría inicial se ha enfriado con la
presencia de los hijos de Lord Merton -no me extraña que la Condesa Viuda sea
adicta a las cenas de familia, el índice de dramabomb se dispara con
comida delante-.
Allen
Leech ha aprovechado para demostrar otra vez que Tom es uno de los personajes
mejor construidos de la serie: cuando apareció por primera vez parecía un
simple recurso para jugar el tópico de “chico pobre se enamora de niña rica”
pero con el paso de los años ha madurado en su visión del mundo. Para él irse a
América sería una gran oportunidad para empezar de cero pero los espectadores
no lo perdonaríamos jamás.
Ya
sólo queda un capítulo y el Especial de Navidad, ¿llegarán todas las bodas a
buen puerto?
Esta temporada me ha dejado indeciso sobre lo que siento, por una parte creo que este capitulo es por mucho el mejor de la temporada, hasta lo que lleva, como siempre la abuela se lleva parte de la atención, desde llamar a Mary vulgar, (la cual porcierto en ninguna temporada me había parecido tan insoportable hasta ahora), demostrando su lado sensible y aceptando que extrañara a a Isobel. Creo que los hijos de Lord Merton pusieron buen sabor a esa cena, si fueron insoportables y si molesto la manera en que humillaron a Isobel, aunque terminaron humillando a toda la familia Crawley. Me hubiera encantado que Tom le hubiera dado un puñetazo. Fue buen capitulo. Lamentable que Edith se doblegara tan fácil, que no piensan que en algun momento van a hacer a la niña menos, los otros dos son herederos y la niña de Edith siempre será una niña adoptada y estoy seguro que siempre se contara con Mary para recordarlo. Veremos que pasa con los ultimos capitulos.
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