El
capítulo navideño de Downton Abbey es ya una pequeña tradición
televisiva y en esta ocasión ha puesto un final correcto para la quinta
temporada. Han reservado una pequeña parte para todo el reparto sin romper el
ritmo, aunque los minutos musicales de la parte final parecían un poco forzados.
Pero
vayamos a la trama: Los Crawley se trasladaron a las posesiones de los suegros
de Rose para una cacería en la que hubo tiempo para todo. En primer lugar se
planteó el reparto de futuros pretendientes tanto para Mary como para Edith. A
la primera, por eso del papel principal, le ha tocado Matthew Goode (siempre
impecable en sus papeles de época, como Colin Firth) y la segunda se ha quedado
con el amigo simpático. La mirada de Mary mientras Goode se sube al coche -casi
parecía ir en plan cámara lenta/melena al viento- lo dice todo así que
parece que por fin nos libraremos del aburrido dueto de la pasada temporada.
Luego
ha sido el turno de los planes bajo mano y amagos de escándalo. Aunque Baxter
no llega a ser O’Brien, ha dejado patente la buena química con Thomas para
hacer pequeños complots y al mismo tiempo ser la voz de su conciencia para que
no se desmadre demasiado. Sin embargo el mayordomo va siempre un paso por
delante si hablamos de hacer el mal: con el golpe contra Lord Sinderby ha alcanzado
un nuevo nivel (además de ayudar a Rose a ganarse el afecto de su suegro. Aunque,
¿qué dirá Atticus si se entera algún día de que tiene un medio hermano?). Entre
todo este lío habría que destacar la actuación del veterano Alun Amstrong (The
Hollow Crown), que le da a su personaje el toque perfecto de esnobismo y
mala leche a la inglesa. Ah, y Robert tiene una úlcera pero para ser sinceros
llegados a este punto no nos importa demasiado.
También
hubo espacio para el humor, con las maquinaciones de Spratt, para las
confesiones de la Condesa Viuda e Isobel, para reivindicar la inteligencia del
gran Molesley… pero sobre todo para el amor. Ya sea con la sentida despedida de
Tom y ese momento compartido en la habitación de los niños, recordando a Sybil,
o con la declaración de Carson a la señora Hughes, lo más emotivo de toda la
temporada. No me esperaba que los guionistas se atreviesen a dar el gran paso y
la verdad es que tengo ganas de ver qué van a hacer con ellos en los siguientes
capítulos.
Mientras,
en la particular Historia Interminable del matrimonio Bates, a Fellowes no se
le ha ocurrido nada mejor que añadir a la lista de traumas de Anna que el intento de abuso por parte de su padrastro. ¿¿Por qué??. Toda la trama
carcelaria -ahora te encierran sin pruebas, ahora me autoinculpo yo- no ha
tenido ningún sentido: ya sólo espero que ambos acaben siguiendo el camino de
Rose y Tom en América para darnos un descanso y poner caras e historias nuevas.
Han
quedado muchos interrogantes abiertos para la sexta y sigo manteniendo mi
opinión de que deberían aprovechar para acabar con dignidad, evitando que el
síndrome Bates acabe afectando a toda la serie. Además, hace unos días nos ofrecieron un simpático sketch benéfico para el programa Text Santa, en el
que se reían de sí mismos sin contemplación, George Clooney conquistaba a toda
la casa al más puro estilo Nespresso y se marcaban un genial crossover con Mr.
Selfridge. ¡Ahora sólo queda la larga espera hasta el próximo otoño! ¿Qué os ha parecido el especial navideño?
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