Si hay algo de lo que puede presumir Banshee, que estrenaba estos días su tercera temporada en Cinemax, es que puede perfectamente no contar nada y seguir siendo disfrutable. Sabe perfectamente qué es lo que mueve al espectador y lo ofrece en dosis desproporcionadas, de modo que no tiene que romperse la cabeza a la hora de desarrollar esas tramas que en otras salas de guionistas se hubieran convertido en una auténtica odisea.
En Banshee, repetir una y otra vez los patrones que se ha explotado hasta la saciedad es suficiente mientras haya un mínimo de veintitrés muertes y tres coitos de media por episodio. Eso es así. Al comienzo de su tercera temporada, con el jefe final Rabbit por fin fuera de juego, los conflictos principales se centran en dos nuevos pretendientes al trono del mal: el nativo-psicópata, y el militar-psicópata que además se está tirando a Carrie. Todo ello sin olvidar que Proctor juega en el bando intermedio y que su lealtad depende de cómo le venga la situación.
La tercera temporada promete un sinfín de puñetazos y polvos. Los militares, los nativos, la mafia de Proctor, el departamento del sheriff, y el escuadrón asesino de Hood se lo van a pasar tremendamente bien esta temporada a base de guantazos. Ya hemos visto ciertos roces que prometen, y tener en mente el asalto de Hood y los suyos al campamento militar para robar varios millones de dólares aumenta el interés, a pesar de lo simple que resulta.
Evidentemente, meten la pata cuando pretenden profundizar en ciertas tramas que no aportan prácticamente nada, como la nueva relación padre-hija entre Hood y la niña que cada temporada tiene un pelo diferente, y el rollete del deputy con su ex mujer y ahora enfermera de la madre de Proctor. Y, especialmente, el alcoholismo del alcalde dolido porque tenía más cuernos que un saco de caracoles. Básicamente, porque a Banshee no le hace falta culebrón. Con tanta acción y sexo, las tramas sentimentales pasan a un segundo plano y forzar ciertas relaciones no hace otra cosa que empeorar un producto que tiene un objetivo perfectamente definido: explotar lo básico.
Banshee es Hood buscando camorra sin que nadie se pregunte qué hace un sheriff metiéndose en tantas peleas. Banshee es un despelote continuo. Banshee es explotar la relación inmoral y totalmente creepy entre Proctor y su sobrina que no habla pero sabe francés. Banshee es Job travestido devolviéndole las pullas a Sugar, Banshee es menos hablar y más repartir leches.
Banshee es testosterona por un tubo. Y lo que se agradece.
Hala, "escuadrón de asesinos de Hood", en serio? Son ladrones, hombre...
ResponderEliminarLadrones, claro, pero será que no matan a nadie por el camino XD
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