Ya os hablamos el pasado verano de lo que había llegado a ser The Mentalist cuando acabó la trama de John el Rojo, y tal y como os dije, esta corta temporada la he visto con una pereza impresionante. Como bien apunté, el personaje de la agente Fischer nunca llegó a cuajar, y aunque no me he informado de el por qué real de su partida, esta temporada no contamos con ella. En cambio, un nuevo personaje entra en acción, y aunque no llegamos a conocerla a fondo, su muerte marca un antes y un después en la psique de los personajes —sobre todo de Patrick, por supuesto— y es el principio del fin de la serie.
Esta última temporada no ha sido nada del otro mundo, muy lejos de los tiempos en los que John el Rojo hacía una ligera aparición y nos descolocaba con las consecuencias. Semana tras semana se han ido sucediendo casos sin mayor importancia que, en una ocasión, jugarse la carrera de Abbott, personaje que si bien no desagrada, es demasiado nuevo e impersonal para el espectador como para empatizar hasta el punto de preocuparnos en exceso por él. Aunque en ese caso el plan de Patrick es disfrutable, la mayoría de las salidas del ex-adivino en este tramo de la serie han sido más bien pobres, y la relación —insisto, sacada de la manga para alegrar a los sedientos de romance— con Lisbon apenas se aprecia más allá de uno o dos comentarios —hemos conocido a los hermanos de Lisbon y no ha tenido la mayor importancia...—, sobre todo al inicio, hasta que sucede la antes mencionada muerte. Vega (Josie Loren, Make It Or Break It), ese personaje nacido para insertar el cambio, la muerte que hace que Patrick se replantee la vida y el caso anterior del final, en el que en un par de capítulos aparece un villano que bien desarrollado a lo largo de la temporada podría haber servido para redimir al menos en parte la serie post-John el Rojo, pero no fue así.
La idea para el cierre de esta serie en concreto no estaba mal; de hecho, con un desarrollo más cuidado habría sido bastante bueno una vez quemado el cartucho de la némesis del protagonista a temporada anterior. Un villano que cree en los adivinos, Patrick exponiéndose en público tras las consecuencias que esto tuvo la última vez, peligro, un secuestro, asesinatos en serie... y un final atropellado. Intentar tapar todo con la boda final, el retorno para el evento del antiguo equipo de la Brigada (el momento selfie de Rigsby, Van Pelt y Cho es lo que más he disfrutado de la temporada entera) y la revelación los últimos segundos de la serie del embarazo de Lisbon no sirve como excusa, y aunque hace que el espectador acabe con buen sabor de boca, el mero hecho de pensar lo que fue y lo que pudo haber sido, estropea lo demás.
Una pena, pero es lo que hay. Con esto, una cabaña en el campo y una fiesta que los novios observan desde la lejanía, nos despedimos de The Mentalist, imaginando que ese villano que acabamos de atrapar era John el Rojo, como debería haber sido.
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