El año pasado por estas fechas, Mad Men afrontaba los comienzos de su séptima temporada y, a pesar de haber puesto en pantalla las particularidades más íntimas de sus personajes, hasta la mitad de esa primera tanda de episodios no supimos exactamente cuál iba a ser la dirección que tomaría la serie. Lo mismo ha sucedido esta vez, ya que no ha sido hasta el decimoprimer episodio, Time & Life, cuando Matthew Weiner ha puesto las cartas sobre la mesa.
Ha sido un episodio que anuncia grandes cambios y desafíos para nuestros protagonistas, pero al mismo tiempo uno en el que se cierran tramas que seguramente no volveremos a ver. Un episodio centrado en el trabajo de los publicitarios, el mayor motor en lo que a Mad Men se refiere y personalmente uno de los que más agradezco.
Cuando Roger descubre que McCann quiere absorberles —coincide con el comienzo de la era en la que los grandes mastodontes de la publicidad arrasaron prácticamente con todo— en una maniobra planeada desde los inicios de las relaciones con los peces gordos, comienza la debacle. Nadie quiere cambiar, especialmente los socios; salvo Ted, feliz bajo los designios de McCann, el resto de ellos tienen sus razones: Pete no tiene buenas relaciones con McCann y no será nadie en la otra agencia; Roger dejaría de ser el capitán de un velero y pasaría a ser el del camarote de un buque de guerra; Joan jamás tendrá la posición que tiene en SC&P; y Don... la agencia era lo único que le quedaba, y sin ella estaría perdido.
"Ya lo hemos hecho antes", dice Don, aferrándose a su pasado con tal de no tener que afrontar el futuro. La agencia ya ha escapado antes de la desgracia con un golpe maestro de última hora, pero esta vez no les va a funcionar. A Don se le ocurre la idea de que su sede de Los Angeles puede servirles como vía de escape —se quedarían con las cuentas que habría en conflicto después de la fusión—, pero lo que no esperan es que McCann tuviera una posición tan férrea respecto a ellos.
Fueron a McCann para venderles una solución, pero son ellos los que acaban comprando un sueño, el de la publicidad. En McCann, grandes cuentas les esperan, y aunque no tengan el mismo poder que en su pequeña agencia, la alternativa es amistosa, pero también condescendiente. No les queda otra que sonreír y aceptar lo que les viene encima, y esta vez no pueden mirar al futuro de la misma forma.
Pete siempre ha admirado a Peggy, y quizás en recuerdo de su breve pero fructífera relación, le cuenta en secreto que McCann les va a absorber. Al igual que para Joan, para Peggy la situación también es complicada porque no le queda otra que quedarse con el pez gordo —aunque Peggy tiene un curriculum y Joan no—; no tiene un título universitario y es una mujer. Aunque duela pensarlo, Peggy ha conseguido su puesto en SC&P porque ha trabajado más que nadie y porque decidió apostar por su carrera en lugar de por una familia. Pete y ella no hablan de él, pero es suficiente como para que vuelva a ser mencionado, probablemente por última vez.
Tras un casting de niños que acaba mal, Peggy acaba derrumbándose ante Stan y ante nosotros. Ella increpa a Stan por atacar con motivos erróneos a la madre con la que ha discutido Peggy: ambas mujeres han tomado sus decisiones, y a pesar de que Peggy no se arrepiente de las suyas no puede evitar sentirse dolida. Ha preferido no pensar en su hijo durante todos estos años "no debes hacerlo, porque de lo contrario no puedes seguir adelante con tu vida", pero ahora se cuestiona si este sacrificio es suficiente, por muy tentador que sea su futuro a largo plazo.
No se arrepiente, en absoluto —de haber podido elegir ahora dudo que hubiera tomado una decisión diferente— pero es evidente que nuestra creativa siente que en su vida falta algo, y pasar de ser una directiva en SC&P a una mindundi en McCann no es precisamente la situación más prometedora.
Sin duda, la nueva situación plantea un abanico de posibilidades en Mad Men. Nuestros protagonistas han crecido en ambición y poder durante los últimos años, pero ahora se encuentran en una encrucijada: no pueden avanzar y ni seguir creciendo, pero tampoco pueden permitirse dejarlo todo porque ello supondría tirar por la borda toda una carrera de sacrificio y esfuerzo.
No obstante, creo que ahí estará la clave de Mad Men. Poderosos, pero infelices, los protagonistas de la serie tendrán que tomar una decisión: elegir entre su ambición y su felicidad. Algunos personajes empiezan a tenerlo cada vez más claro —no es casual el nuevo novio de Joan o la reunión entre Pete y Trudy—, pero Don no: sin familia, sin casa, sin amante y prácticamente sin trabajo... ¿qué será lo siguiente?
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