Hoy en día muchas de nuestras series están afectadas por una dolencia que
podríamos incluso catalogar de plaga. Y no, no es la falta de originalidad o el
anclaje al procedimentalismo ochentero. Es algo aún peor: el síndrome del protagonista insulso.
Si hablamos de drama no es un trastorno tan aparente, especialmente si la serie se pega
más al realismo y a la verosimilitud; pero en comedia, donde los personajes
tienden a hiperbolizarse más, este achaque es más reconocible. ¿Por qué los protagonistas tienen que tener
tan poquita sangre y tan poquito interés? Ejemplificamos hoy con Kevin From Work, la última apuesta de
ABC Family.
¿Qué le pasa a Kevin? Que está enamorado de su compañera de
trabajo, con quien pasa sus mañanas de lunes a viernes mesa contra mesa. Ella,
como buena female lead para un pan
sin sal de las dimensiones de Meredith Grey, también va escasita de materia. Y
así es como empieza la nueva comedia romántica veraniega del cable. Chico se
enamora de chica y a ver cómo lo consigue.
La premisa hasta este punto es para salir a la calle a dar un paseo. Él es
muy normalito. Tontorroncillo, indeciso, inocentón. Ella es muy girl next door, muy bondadosa, muy sin
sustancia. Su única función es mantener una intriga que nadie, absolutamente
nadie en este planeta, puede averiguar hacia dónde se dirige imparable. Y cohesionar el reparto. Y aquí empiezo
a venderos la serie.
Entre la sintomatología de una comedia que padece el síndrome del
protagonista insulso, el más claro signo es tener un plantel de secundarios potente. Y, por motivos obvios, cuanto
más histriónico, extremo y, en definitiva, gracioso es el resto del reparto en
su conjunto, más deslucidos quedan los principales. Kevin From Work es un ejemplo perfecto.
Kevin y Audrey, el objeto de su deseo,
se rodean por todo lo que necesitamos para aguantar la historia de amor por la
que probablemente nadie suspire: un mejor amigo con un nivel de dedos de
frente bajo mínimos, una hermana con mucha cara y mucho desparpajo, un
compañero de trabajo con ciertas carencias sociales, una jefa sexualmente
desinhibida en el entorno laboral y una compañera de piso mentalmente
desquiciada que es la representación física del concepto “scene stealer”.
El desequilibrio entre el carisma de Kevin y el de los secundarios es tan
escandaloso como redentor.
Tras el piloto —firmado por Barbara Adler, que participó en How I Met Your Mother, Arrested Development
y My Name Is Earl, entre otras—, la
sensación principal es de tibieza. Un boy
meets girl, por cercano que sea, se queda por sí mismo muy corto
de atractivo a estas alturas de la competición. Eso sí, los episodios
posteriores que hemos visto hacen que nos replanteemos el hachazo gracias a ese estudio de los estereotipos que
desarrollan y como combinándolos entre sí, cada uno con sus correspondientes
peculiaridades, se las apañan para dar un par de golpes buenos y sacar alguna
sonrisa que otra.
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