A principios de 2013 no había seriéfilo que no recomendase Les Revenants, una serie de Canal+ Francia que se estrenó en otoño de 2012 y que pasó bastante desapercibida hasta que el boca a boca la hizo de culto, tanto que los del plus francés decidieron renovarla por una segunda temporada. Su creador Fabrice Gobert tenía toda la libertad por parte del canal para hacerla totalmente a su gusto sin limitación creativa ni temporal, de ahí que haya tardado tres años en rodarla.
Cuando en aquel episodio final emitido en 2012 la horda de estos zombies atípicos se llevaron a aquellos que un día de repente aparecieron para sorpresa de sus seres queridos. Allí fue cuando Julie acompañó a la tribu caminante, porque se sentía más una de ellos, de ahí su conexión con Víctor. También les acompaña Claire, que no quiere dejar sola a Camille, mientras que Lena se queda con su padre Jérôme. El agua que es como un personaje más de la serie hace de nuevo acto de presencia inundando el pueblo y llevándose todo por delante. Al igual que la horda, es duro, pero también devuelve cada cosa a donde está destinada.
El primer capítulo de la segunda temporada que pudimos ver gracias a Movistar+ (se emite en Canal+ Series Xtra desde el pasado martes), comienza con una pesadilla de Adéle; recordemos que está embarazada de Simon, uno de los que volvían. En esta extraña mezcla entre La Semilla del Diablo y Alien la escena nos atrapa. Como al final de la temporada anterior, al ir al hospital por la carretera se dan cuenta que van todo el rato por el mismo sitio. El microcosmos situado en los Alpes franceses nos recuerda su misterio y su singularidad por si lo habíamos olvidado desde 2012. Un nuevo policía acude al lugar para investigar todos los hechos, aprovecharemos para ponernos al día nosotros también. Su llegada es algo abrupta, atropella a Toni en el bosque (el hermano de Serge), que supuestamente estaba muerto. ¿Otra tanda de retornados está al caer? También aparece Audrey, compañera de Camille y que murió con ella, no hay duda de que más están viniendo. Lena y Jérôme son los únicos defensores del regreso de los no-vivos y no han parado de buscar a Claire y Camille desde que se las llevara la horda seis meses antes. Madre e hija están en un chalet, escondidas huyendo de los del otro barrio, y cuando llega Audrey les atrae debido al ruido. Los muertos vivientes hacen acto de presencia en otro de los maravillosos cliffhangers de esta serie.
A pesar de los miedos que había por la primera temporada tan bien estructurada, se ha resuelto muy satisfactoriamente el retomar una historia tan compleja como esta. Pero con el tiempo que han tenido es normal que nos satisfaga, esperamos que mantenga el nivel en los siguientes episodios. Se abren múltiples posibilidades, preguntas y conjeturas, no sabemos dónde están Claire y Camille, ¿tomarán algún tipo de medida contra las rebeldes? ¿se puede salir del pueblo? ¿tendremos bebé zombie? Sobre Víctor no pregunto, pero él siempre es una incógnita. La serie sigue guardando esos aspectos técnicos que ya la hicieron brillar hace tres años, como esa banda sonora del conocido grupo de post-rock Mogwai, que es un complemento perfecto a la imagen, minimalista y fría y hasta cierto punto existencialista.
La segunda temporada de Les Revenants probablemente derribará algunas de las teorías que se hicieron al finalizar la primera temporada, una tanda de capítulos redonda en la que cada episodio te mantenía atrapado de principio a fin. Aparecen nuevos personajes y nuevas preguntas, pero muy pocas respuestas. Pero las respuestas realmente no son lo que importa en esta serie, la fuerza de los personajes y el hipnotismo de las imágenes valen más que una explicación mediocre.
¿Qué es lo que ocurre en ese pantano? Si la pregunta aún persiste, probablemente no lo sepamos nunca directamente, la serie no es de contarte con pelos y señales los hechos, sino que deja a la interpretación del espectador los orígenes y las consecuencias de los hechos. La temática última es la lucha de la vida contra la muerte y que ésta siempre vence a la primera, como el pantano termina por inundar el pueblo, la naturaleza reclama su lugar y ni el ser humano ni su religión pueden hacer nada para impedirlo.
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