(En esta entrada se spoilea salvajemente lo ocurrido en el episodio 4x07 de Nashville).
La showrunner de Nashville, Callie Khouri, tiene (no lo olvidemos) un Oscar al mejor guión original por Thelma y Louise. ¡Y quién lo diría! Viendo la serie, y especialmente los derroteros que ha tomado durante la cuarta temporada, cuesta creer que sus guionistas hayan vivido en el mundo real alguna vez. Más bien parece que son clones de Tatiana Maslany que se han pasado toda su vida encerrados en un laboratorio mientras les obligaban a ver un episodio tras otro de Dallas, Friday Night Lights y todas las series de Shonda Rhimes. El resultado es un mejunje que cada vez resulta más difícil de digerir.
El último episodio emitido de la serie, titulado Please Help Me, I'm Fallin' (je, je, je) nos ha dejado un cliffhanger de aupa: Jeff Fordham, el villano oficial de la serie, se cae desde la terraza de un hotel mientras trata de impedir el suicidio de Juliette. Y su más que probable muerte (recordermos que Oliver Hudson está ocupadísimo apareciendo 2 minutos por episodio en Scream Queens) se une a la cada vez más larga lista de fallecidos de un drama en el que ruedan las cabezas con casi tanta frecuencia como en The Walking Dead: Peggy sangre-de-cerdo Conrad, el padre de Rayna, la madre de Juliette, tía Beverly...
Claro, Deacon y Scarlett estaban empezando a superar lo de Bev y un episodio de Nashville no es un episodio de Nashville sin un buen duelo de por medio. No hay un solo personaje esta temporada que no esté sumido en su dramita personal más grande que la vida: Juliette con su depresión post-parto, Avery criando solo a su hijo, Deacon y Scarlett con un duelo que no le importaba a nadie, Gunnar sin superar lo de Scarlett, Will sin saber qué hacer con su carrera ahora que es abiertamente gay... Los únicos que se salvan de la absoluta miseria son Luke Wheeler, que está intentando patentar su marca de lifestyle personal y matarnos a nosotros de aburrimiento por el camino, y Layla, a la que las alegrías le van a durar lo que agua en cesto cuando descubra que su amado Jeff se ha espachurrado contra el suelo.
¿Tiene que ser todo tan dramático? Criticamos a Shonda Rhimes por darse demasiada importancia en Scandal, pero hasta la serie de Kerry Washington tiene momentos autoconscientes y cómicos, e intenta ser buenrollera de vez en cuando. Y lo mismo ocurre con Grey's, con Jane the Virgin y con casi cualquier soap opera de la televisión actual. Siempre he defendido a Nashville porque, pese a sus fallos, es muy entretenida, pero la situación actual es insostenible. Porque, de hecho, las pocas veces que es graciosa, lo es de manera involuntaria; como cuando sus personajes se ponen a destrozar muebles entre lágrimas y chillidos.
La enfermedad de Juliette ya es chunguísima de por sí, pero saber que Hayden Panettiere está atravesando la misma depresión que su personaje en la vida real lo hace especialmente malrollero. "Pasa de ella, tío", le aconsejan todos los personajes de la serie a Avery en el último episodio mientras ésta se dedica a pegar a la gente, esnifar coca, beber vodka e insinuarse a Jeff Fordham. ¡¿En serio, Nashville?! ¿Qué clase de monstruos tienes por personajes? Pues los mismos monstruos que consintieron que Scarlett desconectase a su madre completamente sola.
Ver esta serie es un constante salto de fe: hay que creerse que Connie Britton sabe cantar, que Juliette Barnes suena para los Oscar por su biopic, que la Mary Sue de Rayna está capacitada para ser productora y que Emily está dispuesta a pasarse 18 horas al día cuidando al hijo de Avery; pero a veces es demasiado frustrante que Khouri y los suyos no se den cuenta de que ciertas historias no nos importan en absoluto o que según qué personajes estarían mejor muertos (se me ocurren 20 que molestaban más que el de Oliver Hudson).
En teoría, Jeff nos debería caer mal y su muerte tendría que ser motivo de celebración, pero lo cierto es que era uno de los pocos personajes con carisma del reparto. Odiarle cuando era un imbécil era entretenido y su trama con Layla era de lo poco que funcionaba últimamente. ¡Si hasta se estaba redimiendo un poco! Pero Ryan Murphy es capaz de estropearnos hasta las series que no escribe él a base de robar actores. El bueno de Fordham deja, y quién lo diría hace dos años, un hueco difícil de llenar en la ficción country, donde introducen cada nuevo personaje con más torpeza que el anterior.
Viendo los datos de audiencia que marca en ABC, no parece que a Nashville le quede mucha vida más allá de este cuarto año, pero sabiendo que en pocos episodios Hayden Panettiere dejará de aparecer y el cáriz que están tomando los acontecimientos, su agonía puede ser lenta y dolorosa. ¿Qué os está pareciendo a vosotros esta última temporada?
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