Cada vez que comienza una serie de Showtime, con esa intro, sé que me espera una serie interesante, de calidad y transgresora. Bueno, eso, y que me pongo a tararear el opening de The Affair ("I was screaming..."), son mis defectos. Ésta es una sensación que he experimentado con Homeland, Ray Donovan, Penny Dreadful, Masters of Sex, Dexter (sí, al principio me pasó), y algunas otras series de la casa, una sensación que me embargaba antes de comenzar con lo nuevo del canal de pago, Billions.
La nueva producción de Showtime, creada por Brian Koppelman, David Levien y Andrew Ross Sorkin, pone foco en Wall Street, en las finanzas y en la justicia financiera, en la forma en la que se mueve el dinero y en cómo de fácil es convertirse en multimillonario, o acabar en prisión en menos de lo que sube el índice bursátil. Y para poner a cada cuál en su sitio, Billions tiene en ambas esquinas del cuadrilátero a dos personajes, a priori, muy potentes, Bobby Axelrod y Chuck Roadhes, multimillonario y fiscal del distrito financiero de Nueva York, respectivamente.
Showtime ha rescatado al intensito de Damien Lewis (otrora el Sargento Brody, y aún antes el Mayor Winters) para interpretar al multimillonario Bobby Axelrod. El personaje de Lewis es el tipo de rico ambicioso, súper guay y cool de cara a la galería, aunque de cara al fisco parece guardar más mierda y corrupción en su ser de la que es capaz de proyectar. Este tiburón de las finanzas, con un rollito entre Zuckerberg y Tony Stark, fue el único superviviente de su firma tras el fatídico 11-S, hecho que le reportó su actual estado de riqueza.
Un Paul Giamatti algo desaprovechado, es Chuck Roadhes, el fiscal del distrito, quien persigue los delitos financieros y quién tiene entre ceja y ceja a Axelrod, del que sospecha haber creado su imperio fiscal en base a la estafa. Roadhes es un tipo que en el fondo se tiene en poca estima, al que su mujer le tiene agarrado por los huevos y al que le va el sadomasoquismo.
Entre ellos hay un nexo en común, Wendy (Maggie Siff), mujer de Roadhes y coach de Axe Capital, empresa de Axelrod, un curro que ya tenía antes de comenzar su matrimonio con el fiscal, y un escollo que habrá que salvar en la caza al financiero. Mola el guiñazo al personaje de McConaughey en El Lobo de Wall Street.
Cerrando la cuadratura del círculo está Malin Akerman, mujer y compañera de fechorías de Axelrod, una pareja con mucho potencial cada vez que comparten escena. La de la cena con sus hijos en el primer episodio es grande, muy grande.
Diálogos y más diálogos financieros, mucha terminología de brokers, analistas y bolsa en la que perderse, y de la que es fácil de desconectar. Aunque si gracias a House of Cards sabemos lo que es un impeachment, ¿por qué nos iba a molestar saber qué hacer con nuestro dinero?
Hasta el momento, sólo he podido echar un vistazo a los dos primeros episodios, me despierta el interés justito ya que la trama principal me parece algo mascada y digerida para el espectador. Tiene que empezar a dar algo más potente que el juego del ratón y el gato, y el quién la tiene más grande entre Giamatti y Lewis. Aunque, según la crítica especializada americana que ya ha visto parte de la serie, la evolución es constante y mejora.
La nueva producción de Showtime, creada por Brian Koppelman, David Levien y Andrew Ross Sorkin, pone foco en Wall Street, en las finanzas y en la justicia financiera, en la forma en la que se mueve el dinero y en cómo de fácil es convertirse en multimillonario, o acabar en prisión en menos de lo que sube el índice bursátil. Y para poner a cada cuál en su sitio, Billions tiene en ambas esquinas del cuadrilátero a dos personajes, a priori, muy potentes, Bobby Axelrod y Chuck Roadhes, multimillonario y fiscal del distrito financiero de Nueva York, respectivamente.
Showtime ha rescatado al intensito de Damien Lewis (otrora el Sargento Brody, y aún antes el Mayor Winters) para interpretar al multimillonario Bobby Axelrod. El personaje de Lewis es el tipo de rico ambicioso, súper guay y cool de cara a la galería, aunque de cara al fisco parece guardar más mierda y corrupción en su ser de la que es capaz de proyectar. Este tiburón de las finanzas, con un rollito entre Zuckerberg y Tony Stark, fue el único superviviente de su firma tras el fatídico 11-S, hecho que le reportó su actual estado de riqueza.
Un Paul Giamatti algo desaprovechado, es Chuck Roadhes, el fiscal del distrito, quien persigue los delitos financieros y quién tiene entre ceja y ceja a Axelrod, del que sospecha haber creado su imperio fiscal en base a la estafa. Roadhes es un tipo que en el fondo se tiene en poca estima, al que su mujer le tiene agarrado por los huevos y al que le va el sadomasoquismo.
Entre ellos hay un nexo en común, Wendy (Maggie Siff), mujer de Roadhes y coach de Axe Capital, empresa de Axelrod, un curro que ya tenía antes de comenzar su matrimonio con el fiscal, y un escollo que habrá que salvar en la caza al financiero. Mola el guiñazo al personaje de McConaughey en El Lobo de Wall Street.
Cerrando la cuadratura del círculo está Malin Akerman, mujer y compañera de fechorías de Axelrod, una pareja con mucho potencial cada vez que comparten escena. La de la cena con sus hijos en el primer episodio es grande, muy grande.
¿Qué podemos esperar?
Hasta el momento, sólo he podido echar un vistazo a los dos primeros episodios, me despierta el interés justito ya que la trama principal me parece algo mascada y digerida para el espectador. Tiene que empezar a dar algo más potente que el juego del ratón y el gato, y el quién la tiene más grande entre Giamatti y Lewis. Aunque, según la crítica especializada americana que ya ha visto parte de la serie, la evolución es constante y mejora.
Eso espero yo, que evolucione y mejore, y que la sensación de ver series de Showtime siga embargándome.
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