La cultura estadounidense y la española son muy distintas en muchos aspectos, y mucho tiene que ver en ello la tradición católica de nuestro país, que se sigue notando ya sean nuestras familias practicantes o no. Todas las comedias familiares de ABC son entrañables a su modo (salvo quizá Modern Family, donde el gag siempre tiene prioridad sobre la evolución de los personajes), y nos recuerdan constantemente cuánto se quieren sus protagonistas entre sí.
The Real O'Neals, el último estreno del canal, pone el acento en algo muy interesante: en la familia protagonista falta mucha comunicación. El narrador de la historia es Kenny, un adolescente gay que oculta su sexualidad por miedo a la reacción de su madre, una perfecta ama de casa cristiana de raíces irlandesas (y otra oportunidad para Martha Plimpton de lucir su vis cómica); pero no es el único de los O'Neal que guarda un secreto.
Al final del piloto, en una conversación tan incómoda como verosímil, los trapos sucios de los cinco miembros de la familia salen a la luz, y éstos tendrán que aprender a vivir con ello. Es el punto de partida de una comedia, pero podría ser también el de un drama.
Parece que ABC se ha propuesto dar visibilidad a cualquier tipo de familia de la sociedad estadounidense: las asiáticas (Fresh Off the Boat), las afroamericanas (Blackish), las que lo pasan fatal para llegar a fin de mes (The Middle), las que no tienen una estructura convencional (Modern Family) y, ahora, las que tienen muchos problemas de base. De hecho, es francamente innovador que el punto de partida sea la decisión de los dos padres de divorciarse.
Por tanto, no se puede decir que The Real O'Neals no aporte nada, o que sea simplemente una más de estas sitcoms de la cadena que parecen reproducirse por mitosis. De hecho, la familia que la protagoniza es mucho más reconocible para el que escribe, por ejemplo, que la mayoría de las otras. Lo que cabe preguntarse, eso sí, es si es lo suficientemente graciosa. Y quizá no lo sea: en el piloto los toques de humor no pasan de simpáticos, algo que tienen que ir puliendo en los siguientes. Más que nada porque, como cualquier sitcom tradicional, aspira a la longevidad, y su premisa no puede tirar del hilo eternamente.
Con su primer episodio los O'Neal se han ganado un voto de confianza, pero para conseguir que los sigamos visitando semanalmente tendrán que convencernos de que sus personajes se merecen nuestro tiempo. Por lo pronto, resultan algo antipáticos en general, algo que conseguía evitar muy bien la anterior serie de Martha Plimpton, Raising Hope, que tenía unos personajes muy opuestos a los de ésta, pero también muy extremos.
Las audiencias son de momento justitas pero no desastrosas. ¿Le habéis echado un ojo vosotros? ¿Qué os han parecido los primeros episodios?
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