El 27 de septiembre de 2015 llegaban a nuestras pantallas los reclutas del FBI que entrenaban en Quantico para convertirse en los mejores agentes de los Estados Unidos, a la par que un flashforward nos descubría que uno de ellos se convertiría en el terrorista que volaría Grand Central por los aires meses después. Quantico ocupaban las noches dominicales de las televisiones americanas, y lo hacía con un éxito rotundo. Los datos de audiencia le permitieron convertirse en el segundo estreno de la temporada estadounidense en conseguir temporada completa (La primera fue Blindspot). La serie no tardó en colarse en la parrilla española tan solo dos meses después de su estreno en Estados Unidos, llegando a AXN el 5 de noviembre del pasado año.
Estos logros los consiguió con una temporada absolutamente trepidante; tensión y acción eran los ingredientes principales durante los cuarenta minutos de duración de cada capítulo. La crítica la alababa y cada vez más seriéfilos la tenían en su agenda. La serie protagonizada por Alex Parrish (Priyanka Chopra) se despedía en la midseason con muchos interrogantes abiertos, pero con el calor del público.
Hace unas semanas volvía y se celebraba el retorno de una de las ficciones más aclamadas de la temporada anterior. Lo cierto es que hoy hablamos de ella porque está decepcionando, y mucho. Lo que antes eran cuarenta minutos de tensión e intriga constante que te impedían desviar la vista de la pantalla, ahora son diez minutos de interés y treinta mirando las notificaciones de Facebook mientras imploras un poco de ritmo. ¿Pero qué le pasa a Quantico?
Subtramas, culpables de la pérdida de ritmo
El ritmo ha bajado, eso está claro, quizás por la ausencia de ese estrés que nos generaba la primera tanda de episodios con la huida y consiguiente persecución de Alex Parrish como principal sospechosa de atentar en Grand Central. Este detalle se ha perdido con el conocimiento de todos de su inocencia. Pero esto no la justifica, ya que ni la sombra del terrorista sobre la protagonista en estos últimos capítulos nos hace inmutarnos, y eso es preocupante.
La culpa la he puesto sobre las subtramas que nos vemos obligados a soportar y que, aparentemente, no aportan nada de valor a la trama principal, como es el ejemplo del problemático hijo de Miranda. Los problemas entre madre e hijo se vienen sucediendo desde los primeros capítulos, pero han sido en estos últimos cuando se han explotado al máximo, muy a nuestro pesar. Y lo digo porque este hilo argumental no ha aportado nada a lo que nos atañe. ¿Qué ha supuesto un intento de atentado en Quantico? Nada, porque no provocó ningún cambio abismal, a parte del cese de Miranda. Una historia dramático-adolescente que nos podríamos haber ahorrado.
Me atrevería a decir lo mismo con la historia familiar de Shelby con sus padres y su falsa hermana. Aunque, quién sabe si en este caso pueda servirnos de información crucial en un futuro próximo. Para lo que sí nos ha servido es para conocer la doble identidad de Caleb (Graham Rogers) como infiltrado en una especie de secta de la que quiere salvar a un amigo. Su alter ego se llama Mark Raymond y su apariencia nos hace recordar la escena final del último capítulo antes de la midseason en la que aparece de la misma forma entrando a Grand Central.
No le faltan ingredientes
Lo cierto es que la serie de Joshua Safran sigue teniendo los mismos componentes con el que la conocimos. Enumeremos: tenemos a un terrorista suelto que ahora obliga a Alex a realizar una serie de misiones si no quiere que sus amigos mueran; ésta misma consigue hacer volver a Simon (Tate Ellington) para ayudarla a descubrir la identidad del terrorista; inesperadamente, le confiesa a Hannah (ex-mujer de Ryan) lo que está ocurriendo y consigue ponerla de su lado, algo impensable capítulos atrás; tenemos a un Ryan (Jake McLaughlin) que se acaba de posicionar contra Alex Parrish, prometiendo hacerle la vida imposible; desconocemos por completo el objetivo del terrorista; todos los reclutas siguen siendo culpables, incluso la propia Alex Parrish. Todo puede ser.
A priori, tenemos bastantes motivos por los que seguir pensando que Quantico merece la pena y está hecha de la misma materia que los primeros episodios. La conclusión es que la falta de ritmo la ha debilitado, suponiendo éste siempre casi un 80% de la importancia de una serie. Si te pierdes en subtramas que no aportan nada, solo haces enredar más una historia que ya de por sí necesita nuestros cinco sentidos para no perdernos nada.
Por todas las cuestiones que aún quedan pendientes y por lo que es y ha sido, yo sigo confiando en que Quantico nos hará volver a vibrar todos los minutos de los próximos capítulos.
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