Desde la pérdida de fuelle hasta el excesivo edulcorante, pasando por los
sempiternos síntomas de agotamiento de una estrella apagándose. Dirán lo que
quieran de Orange is the New Black,
pero desde aquí no podemos más que arrodillarnos frente a Jenji, el presidio
entero y la temporada que demuestra sin
tapujos que ésta no ha sido una flor de un día y que apurando los 60
minutos de metraje en cada episodio cuando no les permiten excederlos, los
guionistas aguantan el tipo, por no decir que suben el listón.
Ya que empezamos con los tópicos y las animadversiones, si hay un objetivo
del backlash es el personaje de Taylor Schilling. Mujer blanca, privilegiada, siempre saliéndose con la suya y cuando
las cosas se complican realmente para ella, las consecuencias se quedan en
menores que llevan siempre a los receptivos brazos de Lady Vause.
El retrato de Piper durante estos episodios ha sido tan poco original
como satisfactorio de ver en segundo plano. Una mujer que quiere venirse arriba
y convertirse en the one who knocks
cuando es una pan sin sal irremediable. Tiene que estar por motivos meramente
contractuales, pero coincidiremos todos
en que la serie ha crecido tanto que no necesita una protagonista definida
en torno a la que estructurar las tramas.
Esta calidad de “desprotagonista” de Piper y el equilibro de su peso
respecto al de otras reclusas eleva la
serie a una coralidad inusitada donde todas, e incluso todos, tienen su
momento. Destacamos sin duda a Ruiz como nueva villana —análoga de Piper en
esto de hacer de sí misma un personaje al que temer, pero con bastante más
acierto—, el retorno triunfal de Nicky a Gen Pop, las crisis de conciencia de
Alex, los mundos de Lolly, y las siempre bien recibidas relaciones que no sean
idas y venidas del Vauseman.
Nos llama la atención la reducción
de los flashbacks y episodios céntricos esta temporada, cuatro de los trece
si no tenemos en cuenta la salida de prisión de Dayamadre. ¿No hay interés por
los antecedentes de las presas ya o el presente es más importante? Muy
necesarios han sido los de Bianca y su pasado como mujer aseada del cual aún
debemos saber más, la dimensión judicial del caso Crazy Eyes y, por supuesto,
el crudísimo retrato de la esquizofrenia de Lolly.
Alrededor de las tramas individuales y las románticas, tenemos el leit motif de esta cuarta temporada: la lucha de raza y
clase. La llegada de Blair Brown como secundaria deluxe revoluciona
Litchfield en la más flagrante de las irregularidades de privilegios. Desde la
celda suite de Mrs. King se juega a las condenas como resorts mientras el
hacinamiento en las literas se torna insostenible.
La presión ascendente que se construye a paso firme durante los trece
episodios entre facciones latinas, la
organización accidental del neonazismo y la inmoralidad de los nuevos cuerpos
de seguridad alcanza su clímax en la protesta pacífica del 4x12, donde se
retrata a los auténticos The Animals
de los que Regina Spektor canta en cada cabecera. Con la víctima más inocente
de todas, el escalado de violencia se resuelve —o, mejor dicho, no se termina
de resolver— en ese cliffhanger de Daya encañonando al más sádico de los
guardas.
El punto álgido del motín lanza varias preguntas, siendo la más obvia si se
apretará el gatillo o no. Desde aquí preferimos preguntarnos: de todos los
personajes que podrían haber cogido la pistola, ¿por qué Daya? Junto con Watson, es de los personajes que más
rápido conocimos en la primera temporada y que ahora menos cuota de pantalla
reciben. ¿Habrá tiempo muerto cual Sophia?
Todo el odio se ha gestado en la que probablemente sea la temporada más
romántica con el OTP bandera congelado en una tensión sexual durante once
episodios, Poussey y Soso se convierten
en las niñas de nuestros blandos ojos hasta que la tragedia les separa. Esa
carrera por ser la pareja interracial de moda la ganan de goleada, por mucho paripé
de Black Cindy y su sureña sugar mamma.
Ahora sin ellas queda la esperanza en Nicky
y Morello, en la autodestrucción de la primera y en los desajustes emocionales
y perceptuales de la segunda. ¿A quién no le gusta ver a dos mejores amigas
peleándose por no acabar juntas pese a que no tienen nada mejor que hacer?
Os dejamos con una última cuestión que extraemos de esta tanda de
sobresaliente para abrir debate. Digamos que es la pega/reclamación a la casi
perfección. ¿Es Sophia
Burset víctima del estatus de icono de Laverne Cox, quien sorprendentemente
aún no es main cast? ¿Y llegaremos a disfrutarla algún día a jornada completa?
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