La Inglaterra victoriana y su particular atmósfera de niebla y oscuridad nos han dejado siempre grandes imágenes en el cine o la televisión pero, precisamente por esa sobreexplotación, cuando hace tres años se anunció el proyecto de Penny Dreadful tuvimos una mezcla de escepticismo y curiosidad. ¿Era posible aportar algo nuevo a los personajes de Frankenstein o Drácula y que la mezcla no fuese un desastre?
Pero
a los mandos del proyecto estaba el guionista John Logan, que nos ha obsequiado
con escenas sorprendentes, giros de guion inesperados y un grupo de personajes
muy interesante. Aunque el tramo final ha sido un poco irregular, su creación
ha sido una de las pequeñas joyas recientes del mundo audiovisual.
Un gran proyecto sin cierre a la altura
Al
final de la segunda temporada habíamos dejado a Vanessa sola ante el peligro
después de su victoria sobre el Diablo. La tercera entrega exploró muy bien la
eterna soledad del personaje, acosada por las fuerzas que le persiguen y aunque
tuvimos momentos gloriosos –como el ya mítico capítulo A Blade of Grass—, también
se introdujeron secundarios que poco aportaron a la trama mientras que otros
pulularon sin ton ni son hasta incorporarse a la trama principal sin más
justificación que la mano caprichosa del guionista.
En
este grupo nos encontramos a Frankenstein, que despierta de sus obsesiones en
el último momento sin que sepamos muy bien por qué. El propio Drácula, a
pesar de su gran presentación, se deja entretener al final por el equipo de
rescate como si fuese un villano novato. Y el mayor fallo ha sido sin duda la
trama familiar de Ethan Chandler, con cambios de humor sin sentido a los que
tuvimos que agradecer que Sir Malcolm les diese carpetazo de forma expeditiva.
Pero
también tuvimos momentos redondos como el diálogo de Vanessa con Ferdinand Lyle,
la lucha de John Clare por recuperar su hogar, las referencias a los poetas
románticos… Sin olvidarnos tampoco del apartado técnico (con un trabajo de fotografía
espectacular) o el trabajo físico de los actores: desde los movimientos de los
extras que hacían de vampiros hasta Samuel Barnett y sus segundos gloriosos
ante la cámara retratando como nadie el terror absoluto antes de convertirse en
sicario de Drácula. Y lo que nunca ha bajado el nivel en estos tres años han
sido las composiciones de Abel Korzeniovski, capaz de emocionarnos y ponernos
los pelos de punta al mismo tiempo.
A mayor gloria de Vanessa Ives
Si por algo hay que dar gracias a Penny Dreadful es por sus maravillosos
personajes femeninos: desde Lily —con ese genial monólogo sobre lo que nos hace
ser como somos—, la bruja interpretada por Helen McCrory, la psicóloga/cutwife Patty
Lupone… Todo un repertorio de mujeres fuertes, con potencial para el bien y
para el mal, que se rebelan contra la opresión o deciden defender su ideología
hasta las últimas consecuencias.
Aunque
sin duda, Penny Dreadful ha sido la historia de Vanessa, cuyo viaje a lo largo
de estas tres temporadas ha sido espectacular aunque haya fallado en el último momento. Después
de haber aceptado su papel en la muerte de su mejor amiga, luchar y vencer al
diablo aceptándose a sí misma, no es de extrañar que para muchos espectadores el
episodio final haya sido un poco decepcionante. Sí, mucha redención por amor
pero la verdadera Vanessa habría utilizado sus poderes como Madre de la
Oscuridad para deshacerse de Drácula de una forma épica y no dejarse llevar por
la desesperación.
Sólo ha sido un resbalón en un gran conjunto en el que el increíble trabajo de Eva Green ha dado vida a uno de los mejores personajes televisivos de los últimos años. Seguramente no recibirá ningún premio pero tampoco le hace falta: la verdadera recompensa es que con el paso del tiempo su interpretación aún estará ahí, revolviéndonos la conciencia con su rostro atrapado en una celda blanca.
Sólo ha sido un resbalón en un gran conjunto en el que el increíble trabajo de Eva Green ha dado vida a uno de los mejores personajes televisivos de los últimos años. Seguramente no recibirá ningún premio pero tampoco le hace falta: la verdadera recompensa es que con el paso del tiempo su interpretación aún estará ahí, revolviéndonos la conciencia con su rostro atrapado en una celda blanca.
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