No es una exageración decir que Halt and Catch Fire no la ve absolutamente nadie. Sus audiencias en Estados Unidos son tan raquíticas que el hecho de que sus fans estemos disfrutando de una tercera temporada es prácticamente un milagro, que no tiene explicación más allá de que los críticos hablan bien de ella y su cadena, AMC, no está pasando por un momento demasiado bueno. Pero sí, esta semana se han emitido los dos primeros capítulos de la tercera entrega de la serie de Lee Pace. Y, tras la temporada tan redonda que nos dejaron el verano pasado y los dos episodios tan prometedores que hemos podido ver, toca recomendarla sin ningún pero.
Muchos de los espectadores de la serie coinciden en que Halt and Catch Fire tuvo que sobrevivir a sus propios inicios. Es una serie sobre informática en la que se manejan conceptos de programación tan complejos que los propios guionistas asumen que el público medio no entenderá. Pero no importa, como tampoco es necesario entender en qué consisten las cirugías de Anatomía de Grey. Nunca sabremos si por decisión propia o por exigencias de AMC (que buscaba una nueva Mad Men), los primeros capítulos tenían como centro absoluto a Joe MacMillan (Pace), una suerte de Steve Jobs sin conocimientos informáticos de por sí pero con la suficiente visión como para convertir en dinero las ideas ajenas.
MacMillan, en la primera temporada, era un antihéroe de manual, con un pasado turbio que los guiones no nos revelaban y dispuesto a cualquier cosa para alcanzar sus metas. Halt and Catch Fire se estrenó en 2013, cuando la televisión no había superado el estúpido prejuicio de que una serie no puede ganarse el título de "drama de prestigio" sin un imbécil ególatra y tóxico como protagonista. Pero, ¿qué pasa cuando una serie decide resquebrajar la imagen de semidiós que proyecta su protagonista y, en lugar de intentar dejar boquiabierto al público con sus brillantez, opta por presentarlo como un típo corriente y lleno de inseguridades? ¿Qué ocurre cuando se equilibra el protagonismo y se deja hueco para que brillen los secundarios? Que el relato se vuelve mucho más interesante.
El personaje de Lee Pace sigue en la serie, y probablemente esta no podría entenderse sin su figura planeando alrededor de los demás protagonistas, pero muchos defenderán con razón que las auténticas protagonistas ahora son Donna (Kerry Bishé) y Cameron (Mackenzie Davis), dos grandes personajes respaldados por dos interpretaciones espectaculares. Nadie esperaba que Halt and Catch Fire se convirtiese en una historia sobre lo complicado que era para una mujer en los 80 (y, tristemente, en la actualidad) que se la tomase en serio en el mundo empresarial. Y, sin embargo, es exactamente lo que fue su segunda temporada, una vía que no han agotado y siguen explotando en la tercera.
Pero hay mucho más: Halt and Catch Fire nos habla de crisis de identidad, problemas matrimoniales, enfermedades mentales y las decepciones constantes de la vida diaria. Aunque lo más sorprendente es la forma en que lo hace (algo que también la distingue de la mayoría de dramas de cable): desde el optimismo. Halt defiende que siempre hay una vía de escape para aquello que nos angustia, que reinventarse y empezar de cero es una opción válida y que hay luz al final del túnel. Pese a lo mucho que se sufre con sus personajes, nunca es en vano y siempre nos recompensa de algún modo.
Incluso para los que la vemos, es fácil olvidarse de que Halt and Catch Fire existe. Se emite siempre en temporada baja, tan lejos de las listas de final de año y de la temporada de premios, que no se reivindica lo suficiente como lo que es, uno de los mejores dramas en emisión. Estos dos primeros capítulos no solo nos han recordado lo bien que aborda ciertas cuestiones, también lo divertida que puede ser por momentos, el poco miedo que tiene a probar cosas nuevas y, lo más importante, lo mucho que nos gusta pasar tiempo con unos personajes que, ante todo, nos caen bien y queremos ver triunfar.
No es tarde para engancharse: llevan dos temporadas emitidas de solamente diez episodios que dan para un breve maratón con el que llenar estas dos úlitmas semanas de sequía antes de que llegue septiembre y las cadenas nos agobien con su avalancha de estrenos. Ignorad su bochornosa primera escena y dadle cuatro episodios de margen. En poco tiempo, estaréis enamorados de sus personajes (de Donna, sobre todo), su estética, sus títulos de crédito y sus historias.
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