Hulu no está teniendo la misma suerte que Netflix a la hora de conseguir que se hable de sus series. The Path, que se estrenó en primavera, lo tenía todo para ser un éxito de crítica, empezando por un reparto estelar encabezado por Hugh Dancy, Aaron Paul y Michelle Monaghan. Su creadora, Jessica Goldberg, es una socia habitual de Jason Katims y escribió algunos de los mejores episodios de Parenthood, y no se puede negar que su argumento es ambicioso: nos muestra la vida diaria de los miembros de una secta con un modo de vida bastante peculiar. Pero, lejos de acaparar titulares, este drama (que, afortunadamente, ha renovado por una segunda temporada) ha pasado sin pena ni gloria por la plataforma de streaming.
Si bien The Path no arrancó mal, su primer episodio jugaba con dos factores en contra: su duración y unos personajes que podían resultar bastante antipáticos. Cuesta entender la fe ciega de Sarah (el personaje de Michelle Monaghan) en el movimiento si no sabemos demasiado de ella, y Cal, el líder al que encarna Hugh Dancy, es demasiado turbio como para conectar con su lado más humano. El retrato de ambos es verosímil, pero no son personajes con los que apetezca reencontrarse cada semana.
Por eso, pocos han conseguido acabar de ver la primera temporada de la que, probablemente, sea la mayor apuesta dramática de Hulu hasta la fecha. Pero The Path es de esas series que recompensa un poco de paciencia. A partir del segundo capítulo, la duración se acorta (es raro el episodio que pasa de los 50 minutos), por lo que todo se digiere mejor, y los guionistas hacen un gran esfuerzo por que estos personajes, que suenan bien sobre el papel, se conviertan en personas de carne y hueso.
The Path huye rápidamente del maniqueísmo y no tarda en empezar a dejar huella a nivel emocional, como también lo hacían otras series de la factoría Katims (Friday Night Lights). Además, nos cuenta algo que se ha tratado varias veces en el cine pero muy pocas en la pequeña pantalla. Lo más parecido que se puede ver en televisión ahora mismo es The Leftovers, pero la serie de Damon Lindelof tira por otros derroteros pese a tratar temas parecidos.
La clave es que, pese a que el movimiento al que pertenecen los personajes de la serie les haga llevar un modo de vida tan desconcertante para el espectador, sus dilemas no nos son ajenos. No hace falta haber formado parte de una secta para sentirse identificado con la crisis existencial y de fe de Eddie (Paul), o para entender la fase de rebeldía adolescente que atraviesa Hawk, el hijo de los protagonistas, que carga con una de las tramas más interesantes de la primera entrega al replantearse un modo de vida que, hasta entonces, nunca había cuestionado.
Gracias al empaque que ganan los secundarios (atención también a Mary, la recién llegada que interpreta Emma Greenwell), a los resquicios de humanidad que poco a poco vemos en los protagonistas y a que The Path decide llevar al límite a todos sus personajes en la recta final de su temporada de presentación, podemos decir sin miedo que se merece que se la juzgue por algo más que su primer episodio. No se trata de hope watching, sino de una inversión emocional que tarda muy pocos capítulos en empezar a dar sus frutos.
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