Ya hemos hablado varias veces en este blog del bloque de comedias de ABC y de cómo prácticamente todas las series que forman parte de él son, como mínimo, decentes. Hace unas semanas se estrenó Speechless, una de las novedades mejor recibidas de la temporada de otoño, y, como la cadena quería un segundo bloque de sitcoms los martes, también ha llegado a la programación American Housewife, la serie que nos ha hecho abrir los ojos. Porque, cuando tienes 8 comedias familiares en tu parrilla, es muy difícil que todas sean buenas.
A priori, American Housewife podría haber estado bien. Tiene un toque de mala leche que echamos en falta en el resto de sitcoms de la cadena y, como hicieron Suburgatory y Desperate Housewives antes que ella, aprovecha su escenario (un barrio residencial lleno de gente rica y estirada) para burlarse de la hipocresía y las costumbres de los pijos norteamericanos.
Los Otto, la familia protagonista, son los raros del lugar. Ellos viven de alquiler y con el dinero justo para llegar a final de mes y la matriarca, Katie (interpretada Katy Mixon) no está delgada como todas sus vecinas porque no tiene tiempo de ir al gimnasio y hacer yoga y, directamente, tampoco quiere. Pero, cuando su mejor amiga decide mudarse a otro barrio, empieza a ponerse nerviosa: está a punto de convertirse en la segunda ama de casa más gorda de Westport.
Este no es el argumento de la serie, sino su punto de partida. En realidad, American Housewife narra el día a día de Katie y cómo ella y su marido tratan de criar a sus tres hijos. La pequeña, Anna-Kat, es hipocondríaca y tiene problemas para hacer amigos porque le tiene pánico al contacto físico; el mediano, Oliver, tiene como única meta en la vida hacerse rico; y la mayor, Meg, es una adolescente normal con vistas a convertirse en la clase de mujer que Katie odia. Ninguno de los tres, lamentablemente, es especialmente simpático.
¿Qué tipo de comedia intenta ser?
A favor de American Housewife hay que decir que no es especialmente ofensiva ni se le va la mano al hablar del peso de la protagonista. No es Mike & Molly, sino que los chistes de gordos están enfocados a personas gordas que se puedan sentir identificadas con los problemas de la protagonista. Sin embargo, esta vertiente no está demasiado explotada y, al margen de ese detalle, no se ve que American Housewife tenga un discurso claro, como sí tienen sus compañeras de cadena.
Tiene cierto aire a The Middle en cuanto a que su protagonista es una madre estresada por la rutina y que hace malabares con el dinero, pero palidece en comparación. La serie se pierde en subtramas demasiado absurdas que no tienen demasiada gracia y al final acaba por no contar nada. Los Otto son los enésimos falsos pobres de la televisión americana, que comentan a menudo lo que bien que les vendría tener más ingresos pero nunca tienen problemas económicos reales (como sí tienen las chicas de 2 Broke Girls o los Heck en la ya mencionada The Middle, dos reseñables excepciones).
Además, la serie tiene problemas para encontrar su tono. A veces es entrañable a lo The Goldbergs, otras intenta ser ácida e irreverente como Raising Hope y a ratos es simplemente exagerada e histriónica como las últimas (y prescindibles) temporadas de Modern Family. No es la serie horrible que vaticinaban los críticos americanos, pero tampoco está a la altura de la cadena en que se emite y, al final, se queda en tierra de nadie. Eso sí, solo se han emitido dos episodios y no hay que descartar que acabe afinando puntería y convirtiéndose en una comedia reivindicable; recordemos que, por ejemplo, The Goldbergs también empezó bastante mal.
A juzgar por sus audiencias, la serie creada por Sarah Dunn va a tener el tiempo suficiente como para encontrarse a sí misma: es la comedia más vista de los martes y es cuestión de días que ABC encargue una temporada completa. ¿Vais a seguir viéndola?
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