El otro día leía a un crítico de tele que decía, repitiendo ese mantra que nos vemos obligados a escuchar cada cierto tiempo, que hay que tener paciencia con Luke Cage porque en un determinado momento de su primera temporada daba un importante salto, cogía ritmo, y se volvía un producto interesante. No se me ocurre un universo en el que la serie de Netflix pueda llegar a serlo, pero he de decir que al menos este crítico en cuestión no tuvo la poca decencia de vendernos la serie como lo mejor que ha parido Marvel en televisión hasta la fecha, algo que sí se ha escuchado al otro lado del charco, inexplicablemente.
El caso de Luke Cage es solo uno de tantos. Cuando vi los siete primeros episodios para poder escribir una crítica para Fotogramas, con toda la paciencia y buena voluntad del mundo, me imaginaba que si me habían dejado ver tantos era porque hasta ese séptimo episodio no ocurriría algo que cambiaría el horror que me habían mostrado hasta entonces: un producto plano, impersonal, poco original y terriblemente ejecutado. Evidentemente, fue así, aunque tal giro tampoco cambiaba nada. El daño estaba hecho.
En cualquier caso, siempre me ha resultado curioso cómo, como espectadores, cedemos antes productos televisivos como si de personas se tratase. “Hay que darle tiempo”, nos repetimos una y otra vez, justificando que una serie puede ser mortalmente aburrida si deja de serlo después de dos, tres, diez episodios, o tres temporadas. Series que que pueden tardar años en encontrar su tono, mostrar una trama interesante, o enganchar por la razón que sea. Lo importante es que muchas finalmente lo consiguen: Breaking Bad, Person of Interest, Parks and Recreation, The 100… Si no hubiésemos sido pacientes, nos las hubiésemos perdido.
Pero al mismo tiempo, ni es lo mismo, ni está justificado que siempre haya un listo enseñándote la cartilla. Siguiendo con la personificación, una serie de televisión debe ser consciente de que la competencia es terrible, que su público está cada vez más disperso, y de que no se puede andar con tonterías. A día de hoy, si una serie no consigue enganchar con su primer episodio debería tener escrita su sentencia de muerte. Como espectador no debería tener que ver más de esos cuarenta minutos para decidir si quiero ver una serie hasta el final. No le tengo que dar unos episodios de margen. No hay excusas que valgan: hasta series de cocción lenta como The Wire o Mad Men fueron capaces de encontrar su sitio en su primer episodio. Si ellas pueden, tú también.
No es el caso de Luke Cage, claro está.
COMENTARIOS