Habemus otro bombazo de la temporada, hermanos, y estamos sólo en octubre. Tres titanes de la televisión internacional han unido presupuestos y le han dado a un oscarizado director italiano carta blanca para desarrollar el nuevo antihéroe de moda. Paolo Sorrentino rompe con la fatídica tendencia de cineastas torpes cuando salen de la hora y media y nos ha presentado este fin de semana los dos primeros episodios de The Young Pope, coproducción de HBO, Canal+ y Sky y nuevo objeto de nuestras fascinaciones.
La historia es sencilla: un papa joven sube al trono de la Iglesia en un desacertado juego de influencias cardenalicio y antes de llegar siquiera a asomarse al balcón ya demuestra su volátil y cínico carácter. Jude Law interpreta a un tal Lenny Belardo, ahora conocido como Pío XIII, un huérfano con clarísimas carencias emocionales y un cariz megalómano que responde a la demanda de la audiencia de llevar más allá al arquetipo del antihéroe. Incluso igual queremos dejarle en “anti” nada más.
Narcisista sin mesura, brutal déspota y con un hipnótico complejo de dios que roza lo espeluznante. Ésta no es la historia de cura venido arriba que folla mucho, se mete de todo y venera a Satanás con la piel de cordero quitada sólo en la intimidad. Este supuesto drama con tintes conspiratorios y futuribles intrigas palaciegas rompe con todas nuestras expectativas y se postula como el ultimísimo retrato psicológico ante el que arrodillarnos. Un auténtico ensayo sobre el absolutismo y la toxicidad del poder. Bendícenos padre, porque queremos pecar contigo. Y mucho.
En este anacrónico círculo de curas con iPads, Law está acompañado por otros nombres de la talla de Diane Keaton y James Cromwell, representando a la par que ocultando el misterioso pasado del nuevo papa. El despliegue en el casting va en proporción a la factura técnica y esa exuberancia de la puesta en escena por la que Sorrentino ha ido quemando una billetera detrás de otra a nivel internacional.
La densidad del relato —especialmente cuando indagan en lo onírico y el subconsciente de Belardo— y el consiguiente tempo pausado plantean una serie sin interés en prestarse accesible. La antipatía y la agresividad de su protagonista es tal que se contagia a la totalidad de la narración. El arcaísmo, la corrupción flagrante, todo el trasfondo de ponzoña y simple y pura mierda que sostienen la institución en sí es tan repugnante como magnético.
The Young Pope es provocación. Largos diálogos cargados de tensión que se van sucediendo en el uno a uno hasta culminar en un soberbio discurso que sirve como declaración de intenciones: la revolución del estado político vaticano que vamos a presenciar durante diez episodios este otoño y una segunda temporada ya confirmada.
La inquietante y arrebatadora figura de Pío XIII tiene todas las papeletas para copar discusiones de aquí en adelante, y probablemente más de un premio o dos. Atrévete a juzgar tú mismo al próximo gran hijo de puta. Y que te pillen confesado.
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