El año en la vida de las Gilmore nos ha dejado a todos un poco tocados, cuando no embriagados de nostalgia y gratitud. Gratitud por ponerle arreglo, al fin, a aquella desastrosa séptima y última temporada de la serie, pero sobre todo por dejarnos pasear una vez más por ese pueblo de postal, atemporal y cursi que es Stars Hollow y volver a escuchar el diálogo agudo e ingenioso de Lorelai.
Y si bien vería y veré todo lo que Amy Sherman-Palladino y Daniel Palladino quieran darnos, a lo “toma mi dinero y corre”, eso no quita que este regalo de cuatro películas episodios haya tenido sus claros y sus oscuros. Empecemos por estos últimos, que algunos eran incluso necesarios, como la crisis de Rory.
NO TAN GENIALES
5. La piscina comunitaria
Lorelai y Rory son muy divinas, sí, y verlas tomando el sol, con mozos de sombra y Luke de socorrista, es una estampa pintoresca, divertida y efectiva. Hasta que me di cuenta, claro está, de que la escena sólo sirve al propósito de que Rory y Lorelai se rían de una persona con sobrepeso en bañador. Parece que no hemos aprendido nada del incidente de la bailarina de ballet...
4. Berta y su familia
El gag recurrente de Berta y su familia (los nuevos criados de Emily), que parecen haber invadido la mansión Gilmore, es confuso y casposo a partes iguales. Ejemplo de ello son las coletillas continuas de “No sé qué idioma están hablando” o “No tengo ni idea de qué cocina esta gente, pero está bueno”. Estas escenas comportan un retrato bastante problemático de los sudamericanos, que denota un desinterés cultural importante, y lo peor es que no creo que sea por pereza, sino por una dudosa búsqueda de comicidad facilona.
3. El musical
Ay, Dios. Ese momento en el que todos somos Lorelai, la única persona con un juicio medianamente decente como para saber que Sutton Foster es fantástica, pero que con eso no basta. Este tipo de cosas hacen mucho daño a la percepción que mucha gente tiene de los musicales, y por ahí no paso. Supongo que la gracia era poner de manifiesto que nada bueno puede salir de Stars Hollow, pero vaya una gracia más desafortunada e innecesariamente larga.
2. Logan y la Brigada de la Vida y la Muerte
Una escena que me produce sensaciones encontradas es el viaje a Oz de Rory. Es tan deliciosa en el aspecto visual, como forzada y pretenciosa en las poses de sus personajes. Y, aunque establece un paralelo exquisito entre Rory y Dorothy en cuanto que despedida de una parte muy significativa de su vida (Logan), me es imposible no ver también el retrato de unos niños privilegiados y caprichosos rescatando a Rory de la agonía de ser una chica de ciudad atrapada en el hastío de una vida de pueblo. Get over yourselves, kids.
1. La vida amorosa de Rory
Rory, pequeño desastre animal. La Rory que nos encontramos en A Year In the Life se estrella con la adultez de una manera tan dolorosa que ni todo el claqué antiestrés de este mundo podría ayudarle. Y se lo busca, al menos en el plano sentimental, empezando por lo que le hace a Paul, ese novio del que nunca nadie se acuerda y con el que continúa saliendo mientras mantiene el affair con Logan, quien, recordemos, está prometido. Lo que vienen siendo cuernos por partida doble, vamos. Eso no está bien ni aunque te llames Rory Gilmore.
*
Como sé que más de uno se me va a echar encima, he dejado lo mejor para el final; pues dicho todo lo anterior, os invito a que os quedéis con buen sabor de boca: los mejores momentos lo compensan y curan todo.
GENIALES Y MARAVILLOSOS
5. Paris y sus crisis. Y su trabajo. Y las escaleras.
Qué personaje tan necesario esta Paris. Una no se da cuenta hasta que no la ve aparecer en pantalla. Su brutal honestidad y su fría y mordaz lógica constituyen el contrapunto inevitable a la burbuja de Rory y Lorelai, por bonita que sea. Aún no he terminado de entender el drama de subir y bajar las escaleras de su casa, pero la acompaño en el sentimiento. Y fijaos si sigue siendo uno de los mejores personajes de la serie que incluso le perdono esa manera tan confusa de vender los vientres de alquiler, si acaso por las reacciones de Luke cada vez que cree que tiene que acostarse con alguna de las anunciantes.
4. The Gilmore Girls
Aunque dolorosa, la caída de Rory era necesaria. Rory no ha aprendido demasiado de sus errores, como demuestra el hecho de que haga lo de Logan después de todo el drama con Dean. Pero si al plano sentimental juntamos la incertidumbre de ser una escritora freelance en paro, nos sale un tocar fondo con el que es muy difícil no empatizar cuando se es de su quinta. Ahora bien, de ello nace la maravillosa idea de escribir sobre su madre y ella (gracias, Jess), que alcanza un culmen emotivísimo cuando se sienta en el despacho de su abuelo.
Pero cuando creías que “The Gilmore Girls” era la manera perfecta de cerrar el círculo, van y nos sueltan esas famosas cuatro últimas palabras, un final preocupante, desconsiderado y esperanzador a partes iguales. Preocupante porque, aunque algo recuperada de sus últimos batacazos, Rory está increíblemente incapacitada para algo así en este momento; desconsiderado, porque Lorelai no ha tenido tiempo aún de digerir el pastel de bodas siquiera, pero sobre todo porque es una mala moneda de cambio a todo el esfuerzo en criar a Rory lo mejor posible. Y, esperanzador, porque somos unos masocas, y para qué cerrar un círculo cuando podemos expandirlo con simetrías tan agridulces como repetir la historia.
3. Lorelai y Emily en el psicólogo
Si algo nos han recordado esas escenas en el psicólogo de Lorelai y Emily es que el meollo de la serie es el complejo entramado de las relaciones familiares. El duelo por la muerte de Richard deja una gran mella tanto en la madre como en la hija. Para la primera, esa mella se traduce en tener que averiguar quién es Emily sin Richard Gilmore y qué nuevo capítulo le depara su vida. Para la segunda, en una desorientación vital importante que le lleva a buscar formas de llenar ese vacío, como tener hijos o el viaje a lo mochilero. La terapia conjunta no hace sino agravar un poco el asunto, pues esos silencios tan largos no hacen sino acentuar esos incómodos dramas familiares pendientes que, como buena madre e hija, nunca lograrán resolver del todo. O, al menos, no entre las dos, sino por separado.
2. Lorelai y la historia de su padre
Lauren Graham es el alma de esta serie, y verla en la piel de Lorelai una vez más, con tanta facilidad e inmediatez, como si no hubieran pasado casi diez años, es sencillamente maravilloso.
Pero si bien todos queremos a Lorelai cuando es divertida y habla muy rápido, ni qué decir de cuando hay emociones de categoría de por medio. La llamada a Emily para contarle uno de los mejores recuerdos que guarda de su padre es curativo por partida doble: primero, para Lorelai, quien parece hacer por fin las paces consigo misma y con el recuerdo de su padre, y segundo, para Emily, quien logra por fin quedarse con un buen sabor de boca y desdibujar el sempiterno temor de que Lorelai los considere unos padres horribles.
1. Emily y sus bullshit
Emily, Emily y mil veces Emily. Si esto fuera una competición (y un poco sí lo es), ella sería la ganadora indiscutible del juego de las Gilmore. Hablando en plata: estos cuatro capítulos han sido, en gran parte, la historia de su duelo y su reinvención. Y menuda clase magistral de actuación nos ha dado Kelly Bishop. Es difícil elegir un solo momento (Emily con vaqueros y camiseta desaliñada, por favor…), pero si hay que hacerlo, todos sabemos que sería el de la última reunión con las Hijas de la Revolución Americana.
Esos mundos de Oz que tan atractivos se le presentan a Rory, a Emily nunca le hicieron falta. Como deja claro en su salida triunfal de la reunión, Richard era el que hacía que tuvieran sentido, porque es evidente (digámoslo ya, por favor, que me está matando) que Emily es demasiado genuina y auténtica para andar rodeada de tanto idiota. Verla diciendo adiós al postureo y trabajando en un museo contando historias a los niños es catarsis pura.
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No sé con vosotros, pero conmigo lo han conseguido: esas últimas cuatro palabras, sumadas a esta nueva y fortalecida Emily y el final feliz de Lorelai y Luke, me han dejado con ganas de mucho más. Sin duda ha sido un gran capítulo más para las Gilmore, pero no nos ha sabido a último. Y algo me dice que esa era la intención desde el principio. ¿Para cuándo Another Year In The Life, Netflix?
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