Esta semana hemos asistido a una coincidencia interesante: la semana del macrocrossover ha sido también la del episodio número 100 de Arrow, y, como no podía ser de otra forma, Berlanti y cía han optado por potenciar más esto último, dando lugar a un episodio que, aunque algo ligero en sus cruces con Kara, Barry y las Leyendas, ha sido emocionalmente redondo en cuanto a Arrow.
Algunos ya lo han bautizado como el Flashpoint de Oliver. Abducidos por los Dominators, Thea, Oliver, Diggle, Sara y Ray quedan atrapados en una nave espacial flotando por algún recóndito rincón del universo. Con el objetivo de explorar sus subconscientes y recopilar la mayor información posible sobre la Tierra, esta raza de aliens invasora los sumerge en una especie de coma compartido que les permite vivir una versión de Star City idílica cuanto menos.
En ella, Oliver, su padre y Sara nunca tuvieron el accidente de barco y, por lo tanto, ni Oliver se convirtió jamás en Green Arrow, ni Sara se entrenó en la Liga de Asesinos de Ra's Al Ghul. Diggle, sin embargo, sí oyó la llamada a convertirse en un justiciero vigilante, y junto con Felicity forma un equipo de dos que opera bajo el nombre de The Hood.
En un marcado paralelo con el Flashpoint de Barry, los padres de Oliver y Thea siguen vivos, así como Laurel, quien está a punto de convertirse en la nueva señora Queen. Pero el matiz verdaderamente utópico de esta línea temporal es que, pese a haber tenido vidas bastante más fáciles, tanto Oliver como Thea han logrado convertirse en los hermanos Queen que conocemos y queremos: personas fuertes, generosas y, por qué no, bastante decentes (brotes esporádicos de homicidio a parte).
Pero la burbuja no tarda en explotar. Los subconscientes de nuestros personajes resurgen y luchan por restaurar sus recuerdos originales, haciendo que pronto todos se vean obligados a renunciar a los únicos veinte minutos de paz y felicidad que han disfrutado en toda su vida. En ese sentido, la pobre Thea se nos muestra como el personaje más infeliz de Arrow, prefiriendo quedarse en la alucinación manipulada por los Dominators antes que volver a la dura realidad de Star City.
No obstante, el Flashpoint de Arrow ha sido un duro Espejo de Oesed especialmente para Oliver, quien se ve obligado a recordar una vez más todos los sacrificios que ha hecho a lo largo de los años para proteger su ciudad, y que encuentran su reflejo y personificación en Laurel. Tal vez el momento más duro y clarificador sea una de sus últimas conversaciones con ella, cuando Oliver presiente que va a tener que renunciar a su vida juntos. La amarga paradoja es que para convertirse en el tipo de hombre que merece una vida tan feliz, siempre tendrá que ser Green Arrow, lo cual conlleva renunciar a todo una vez más; no porque espere una recompensa, sino porque es lo correcto.
Aunque igual de breve que el Flashpoint de The Flash, este viaje emocional para celebrar los cien episodios de Arrow ha sido una potente carga de batería y un cierre muy necesario al sempiterno duelo en el que vive Star City. Más que con Flashpoint, tal vez habría que compararlo con The Runaway Dinasour en lo que a catarsis se refiere; si no ya para Oliver, para la propia serie. Arrow quiere hacer las paces con los fans y consigo misma, que falta le hacía desde que decidieron quitarse de en medio a Laurel. Así que absolvámosla de una vez; es necesario.
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