La hermana a la que no esperábamos nos trae de la mano a quien más echábamos de menos (Miss me?). La season finale de Sherlock, pese a ser el capítulo con la audiencia en directo más baja de toda la serie, cierra y remata la producción británica más actual del detective por excelencia. De momento.
Eurus, los genes Holmes elevados al cuadrado
Mycroft bien sabe que algo ha hecho mal cuando el pánico lo invade ante una visita un tanto poltergeist en su casa de su hermana. Muñecas, payasos, niñas corriendo en la oscuridad, apagón repentino... Una colección de clichés de terror que dan su resultado cuando Mycroft reconoce a su extraña hermana en medio de la representación que Sherlock y Watson han ideado. A través de su confesión conocemos de la existencia de esta mujer, que se suponía muerta, y cuya vida transcurre en una prisión para criminales altamente peligrosos aislada del mundo. ¿Qué vamos a hacer? Pues ir a verla, claro.
Sherrington, Alcatraz con modernidades
Eurus permanece bajo custodia gubernamental en esta prisión. Mycroft supervisa los contactos que tiene, cuándo los tiene y con quién. Además, la utiliza para beneficio propio. Tal es su poder de deducción que el gobierno británico la considera un arma, de doble filo, eso sí. Y aquí es donde encaja todo. Cinco años atrás, y como compensación por uno de sus trabajos, Eurus pidió cinco minutos con Jim Moriarty sin supervisar. Con un Moriarty que estaba como una regadera pero aún no era considerado un criminal. Y esos cinco minutos de charla dieron para mucho (miss me?).
En un giro inesperado, nos damos cuenta de que Eurus tiene el control de la prisión, del alcaide y de los guardias, con lo que acaba metiendo a sus hermanos y a Watson en una carrera por la supervivencia y la salvación de una niña pequeña encerrada en un avión fuera de control. Presenciamos desde ese momento un puzzle tras otro, cada cual más macabro (imposible sobreponerse al de Molly), para salvar todo lo posible. Eso hasta que Sherlock decide no dejarse manipular.
Redbeard, al fin
Sin saber cómo (?), hemos vuelto al hogar de la infancia Holmes. Watson, cómo no, es el que va a pagar los platos rotos. Sherlock tendrá que rescatar a su amigo y terminar de salvar a la niña del avión.
Redbeard, ese misterio que está enterrado en lo más profundo de los recuerdos de Sherlock, sale a la luz. Redbeard deja ver lo mal de la cabeza que están los Holmes desde bien pequeños y cómo uno puede seleccionar qué olvidar para no sufrir más. Unos pequeños huesos encontrados por quien sabe reconocerlos nos darán la respuesta final.
Llegados a este punto, me permito hacer una pregunta: ¿qué tipo de padres eran el señor y la señora Holmes para criar a semejantes engendros tarados? Parecen tan normales y tienen tres hijos que son tres piezas: un manipulador engreído, un sociópata altamente funcional y una manipuladora de mentes con tendencias homicidas. Ole. Supernanny al rescate.
El señor Moffat y el señor Gattis cierran el chiringuito, al menos de momento. El final que dan no deja mucho lugar a temporadas nuevas. Como mucho, algún especial de vez en cuando, si es que Benedict y Martin tienen algo de tiempo libre entre superproducción y vida de estrella. Pero es un buen final.
El capítulo resulta trepidante, pese a algunos saltos un tanto inexplicables (¿por qué tanto lío para ir a Sherrington? ¿Cómo hemos llegado a una casa de campo en medio de la nada?). Atrapa la atención, mantiene al espectador al acecho de nuevas pistas y cierra todas la tramas, algunas con más definición que otras (ejem, Irene Adler).
Nos quedamos con el consuelo de saber que seguiremos viendo a Cumberbatch en el star system y a Freeman en lo que le dé la gana. Nos dejan unas cuantas horas de entretenimiento para ver una y otra vez. Son tan buenos que no cansan.
COMENTARIOS