Después de un parón navideño que se nos ha hecho eterno, esta semana Supergirl ha vuelto junto con todos los superhéroes de The CW para que la cuesta de enero se nos haga un poco más soportable. Esta nueva entrega de las aventuras de nuestra superheroína favorita nos ha dejado un episodio que, aunque no ha estado a la altura de los mejores de la temporada, ha servido para dejarnos alguna pista de lo que podremos ver durante las próximas semanas.
Kara Danvers no debe saber eso de que quejarse de algo como la falta de acción en la ciudad es tentar a la mala suerte (o puede que sí, pero que hasta ella esté aburrida de su faceta como reportera). Bastó decir que para ella no era suficiente detener a ladronzuelos de poca monta para que descubrieran que existía una red que secuestraba personas para venderlas como esclavas en una luna llamada Maaldoria. Tras esta red de tráfico de personas estaba nada más y nada menos que Roulette, una villana que ya se había dejado caer antes por National City y que volvió para demostrar que sin duda su vocación es utilizar a su antojo a las personas para obtener beneficios.
Aunque esta trama ha resultado un tanto irrelevante y ha quedado resuelta de un plumazo, sirve como pretexto dos cosas: la primera, recordarnos la existencia del personaje de Roulette para que no olvidemos que puede volver en cualquier momento para dar guerra; y la segunda, aportar algunos datos interesantes sobre Mon-El, que ha estado ocultando un par de cosas a todos los que le han dado una cálida acogida en la Tierra. Para empezar, parece que el chico no era el guardaespaldas del príncipe de Daxam, sino el propio príncipe, y sabe que hay algunos alienígenas que lo buscan sin descanso por todo el universo. No podemos esperar para averiguar por qué oculta su verdadera identidad a los demás y por qué lo están buscando, pero seguro que no tardaremos en saberlo ahora que su paradero ha dejado de ser un secreto.
En el plano sentimental Mon-El y Kara siguen en un punto muerto de admiración mutua, pero lo de Alex y Maggie es otro cantar. Entre ellas todo era perfecto y maravilloso, una situación digna del final feliz de cualquier comedia romántica, hasta que Alex tuvo un problema y volcó su frustración en Maggie, pidiéndole que se fuera como si ella hubiera tenido la culpa de algo de lo sucedido. Alex, cariño, te costó admitir que te gustaba, te costó más todavía conquistar a la chica, no lo estropees todo ahora porque te dé demasiado miedo que ser feliz nuble tu juicio.
Desde este humilde espacio queremos hacer una mención especial al personaje de Winn Schott, que no puede estar más infravalorado en la serie. Pasó de ser un simple empleado de CatCo a un imprescindible en el DEO, sin él James Olsen no sería Guardian, se ha implicado en una lucha contra los humanos y alienígenas que hacen el mal por sus fuertes convicciones morales y siempre está ahí cuando lo necesitan. Ha resuelto mil situaciones límite que han salvado la vida a todos y lo único que ha recibido a cambio es una palmadita en la espalda de vez en cuando. Queremos un poco más de protagonismo y agradecimiento para Winn, por favor.
Nos despedimos hasta la semana que viene, deseando que con el regreso de Livewire, una antigua conocida de Supergirl, el próximo episodio recupere el nivel al que nos ha tenido acostumbrados durante esta segunda temporada.
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