'Go ballistic, go crazy'. Annisa Weier
La estela de Making a Murderer y The Jinx sigue dando lugar a interesantes producciones como las que nos ocupa, actualmente disponible en HBO España. Tras el último capítulo que Netflix ha aportado a este género documental con la notable Amanda Knox, HBO vuelve a la escena del crimen de la mano de un siniestro acompañante: Slenderman.
Esta criatura del folclore digital es un hombre extrañamente alto, carente de rostro (lo que compensa con unos útiles tentáculos ocultos) y una afición por matar niños inocentes en el momento más insospechado. Un hombre del saco que ha sabido colarse no sólo en las pesadillas sino también en todos los rincones de internet (Tumblr, Youtube, etc.), generando así una leyenda en continua expansión gracias a los fans / autores.
¿Qué ocurre cuándo un mito que juega a parecer real inunda la vida de adolescentes sin un sentido claro de lo real? Esta pregunta es el punto de partida de este documental. A través de vídeos policiales y entrevistas a familiares y especialistas nos acercamos a las figuras de Morgan Geysser y Anissa Weier, dos niñas que en su afán de acercarse a Slenderman y salvar a su familia de una teórica amenaza deciden apuñalar a una amiga del colegio.
Hasta aquí tenemos una nueva historia (ubicada claramente dentro del subgénero de los documentales sobre crímenes) con el twist de tener a un personaje ficticio entre sus intereses. A pesar de lo interesante de la premisa (o precisamente por ella) resulta decepcionante la escasa profundidad con la que se analiza y conecta la historia con la sociedad estadounidense y la relación de los más jóvenes con la tecnología.
El tema que subyace tanto al documental como al intento de asesinato es el papel del omnipresente audiovisual en esa difuminación de la distinción entre real y ficcional, eliminando por el camino categorías básicas como la del bien y el mal. Ese historial de vídeos de youtube que pasan de inocentes covers a perturbadoras cacerías es el elemento apenas señalado por el documental pero fundamental para la comprensión de la historia que subyace la mismo.
¿Cómo establecer y gestionar una identidad fija en un contexto audiovisual horizontal (sus opciones son tan múltiples como ajenas a cualquier jerarquización moral o técnica) que juega una y otra vez a adueñarse de lo real? He aquí, en la maleabilidad del pixel siempre cambiante y el ojo siempre atento, la piedra angular del documental.
De ella se derivan ramificaciones igual de jugosas pero tristemente ignoradas: las similitudes entre la esquizofrenia de Annisa Weier y la capacidad del mito de Slenderman de saltar de la ficción a la realidad continuamente, el bosque con su infinidad de árboles donde habita el monstruo y la red donde se pierden las niñas, o incluso la relación entre las narrativas en continua expansión y el actual boom de crossovers, spin offs y universos cinematográficos (con Marvel a la cabeza)
Todos estos temas se sugieren pero se prefiere centrar la atención en aspectos más sensacionalistas y melodramáticos como la personalidad de las niñas, la relación con sus familias o las intrigas del injusto sistema judicial estadounidense (vean La XIII enmienda en Netflix por si les quedan dudas). Esto nos deja con un sabor de boca agridulce: hemos visto y escuchado escenas de gran intensidad como la de las entrevistas policiales, hilvanadas todas ellas por animaciones y efectos que dotan al documental de una oportuna ambientación. Hemos también conocido una historia desconocida para la mayoría, conociendo en mayor profundidad a Slenderman por le camino.
Es imposible dejar de mirar el camino no recorrido y preguntarse, tal y como hicieron las niñas. ¿Podría el crimen / el docu habernos llevado a la Mansión de Slenderman o estamos condenados a acabar en las cercanías del bosque?
COMENTARIOS