Quién iba a decirnos que echaríamos de menos los casos semanales. Magníficas actuaciones, pocos avances. Sabiendo que solamente quedan cuatro episodios, ya vamos viendo que la cosa no va a cambiar mucho de aquí en adelante. Nos hemos despedido de los recuerdos sobre Wes, que es de agradecer, pero nos hemos dedicado a repasar lo acontecido en aproximadamente diez minutos.
Permitidnos señalar que cada día estamos más encantados con Laurel -y con Karla Souza, al fin y al cabo-, que es capaz de levantar un episodio ella sola desde una cama de hospital. Por cierto, ¿serán estos decorados parte del set de Grey's Anatomy? Quién sabe. Tampoco sabemos cuánto ha pasado desde el incendio. Laurel ya puede comer gelatina y ver Las Chicas de Oro, y en estos diez minutos de trama ha recibido visitas de media ciudad por turnos y en varias ocasiones.
Michaela es ahora una especie de capo capa jefa mafiosa, ha aprendido de la mejor. No se parece en nada a la damisela desvalida de la primera temporada; desde aquí apostábamos por ella como asesina de Lila Stangard, que, dicho sea de paso, habría sido una sorpresa maravillosa. Es lógico, con tanta muerte a su alrededor, que por fin la fiscal haya unido las piezas y decida encasquetarle también la muerte de Lila a Annalise. La Keating necesitaría salir libre de este juicio para que, con suerte, no le culpen por cada muerte de la otra media ciudad que no ha ido a visitar a Laurel.
Incluso Meggy se deja caer varias veces por la habitación a visitar a su nueva mejor amiga. Unidas por el dolor. Quiere ir de íntima para cotillear, aunque Laurel es más lista que el aire y en seguida ha calado a la muchacha. Lo que no puede ser es que tengas dos minutos de protagonismo en total en la primera mitad de la temporada y ahora quieras saber más que Oliver. ¿Qué está pasando?
Laurel se guarda sus recuerdos para los amigos de verdad, y se inventa otros para la policía. La confesión de Frank no era suficiente -nadie cree que sea el culpable, ni ellos ni nosotros-, pero todo se les complica cuando Laurel, única testigo, confirma sus afirmaciones. Enchironar a Frank no significa liberar a Annalise. No puede ser que Annie se haya rapado el pelo para nada. Al menos habría que repartir los asesinatos del dossier entre los dos para igualar los años de cárcel, o algo.
Laurel se guarda sus recuerdos para los amigos de verdad, y se inventa otros para la policía. La confesión de Frank no era suficiente -nadie cree que sea el culpable, ni ellos ni nosotros-, pero todo se les complica cuando Laurel, única testigo, confirma sus afirmaciones. Enchironar a Frank no significa liberar a Annalise. No puede ser que Annie se haya rapado el pelo para nada. Al menos habría que repartir los asesinatos del dossier entre los dos para igualar los años de cárcel, o algo.
Además, la fiscal tiene mucho rencor acumulado y se ha montado un speech que ha hecho explotar a nuestra abogada. Hija mía, pareces nueva, así no te van a liberar. Aunque en su día ya pensamos que Annalise pretende seguir encerrada por alguna razón. No se nos olvida. Quiere ayudar o conseguir ayuda de alguna de las presas, lo que está claro es que no está allí porque se lo merezca. Ya veremos.
Nate sigue investigando si Wes estaba muerto o de parranda cuando la mansión explotó y, bueno, Soraya ha aparecido porque la tenían en nómina y algo había que hacer con ella. También va de amiga, pero Michaela le hace pensar que quizás debería visitar a la que ha sido su profesora estrella en lugar de condenarla antes de tiempo.
Volvemos al pasado. Wes y Frank compiten por el amor de esa mujer y, ante el empate, Wes decide irse andando y Frank le sigue bajo las órdenes de Bonnie. Ya tenemos dos sospechosos menos, estos no han sido.
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