Tetas. Tetas, tetas, tetas. Tetas grandes, tetas pequeñas. Tetas firmes, tetas blandas. ¿Punto G? Eso está pasado de moda. Ahora todas copa G. Todas y todos. Tetas, tetas, tetas. Y creíamos que a la que le tiraban más que dos carretas era a Arizona, pero no, Maggie Pierce se ha pasado todo el episodio pensando en voluminosas mamas independientemente de lo atrás que haya dejado la etapa lactante. Y hemos llegado a un malsano nivel de saturación.
Seguimos arrastrando la mastectomía de Mama Pierce. ¿Qué está pasando esta temporada con los padres y las madres? ¿Por qué no se independiza la gente? ¿Por qué no se destetan? Tetas, tetas, tetas. Esa fina línea entre el encanto adorable y la irritación extrema sobre la que camina Maggie habitualmente ha sido totalmente rebasada esta semana sin ton ni son. Un episodio bastante absurdo donde le siguen dando vueltas a la cuestión del secreto profesional. Y todo para que la niña se agarre una pataleta porque le han quitado el chupete en vez de quedarse al lado de su madre en su momento de mayor necesidad. ¡Tu madre no es Ellis Grey para pegarle una patada en el pecho y mandarla a Scandal! Ah, espera, sí. La genética, qué puñetera es.
La que no se lo ha pasado teta y le irrita hasta la goma de las bragas es Amelia. Amelia se lleva la otra mitad del episodio con su plena reincorporación al trabajo. Hoy no estaba de prestadillo, haciéndole un favor a su hermana o sólo dándose un paseo para ver si habían descubierto algún ala nueva del hospital que no hubiésemos visto todavía en los últimos 42 años. ¿Sigue por ahí aquel carrito de las limonadas?
Amelia tiene que hacer frente a ese castigo cósmico que le han impuesto por marido. Para aderezar lo agradable de la situación, le ponen a una pareja de cirujanos nonagenarios para meterle miedo. ¿Quieres envejecer al lado de Owen Hunt y acabar así? Y claro, la muchacha ve eso y se la llevan los demonios. Pero ella ha salvado la papeleta con una frase que pasará a los dilatados anales de nuestro hospital del alma mentando a una grande que Shonda tenga en su gloria: “¿le tengo que hacer un Skype a Cristina Yang, diosa máxima, para que me explique por qué eres un dolor de ovarios y cuál es la manera más fácil de huir con el arte con el que salió por patas ella?” Yang, vuelve.
La myperson de la susodicha Cristina Yang tiene también problemas de huida. O al menos de que se le está yendo la cabeza. Senil perdida, como su madre, comparte una conversación con su nuevo pretendiente/acosador a través de los micrófonos de una salita de escáneres. Cutre. Una declaración cutre de pelotas. Derek se montaba sus iconografías en el ascensor, le plantaba un riñón en la pared de su habitación, le pegaban cuatro tiros en el pecho y se los dedicaba a su amada. Tú eres un cutre, Nathan Riggs. Y que te den una cita por semejante mojón de declaración es un ultraje para el romanticismo en general.
Por último, le reservamos este puesto de honor a los becarios. Los cinco han tenido un episodio trepidante. Edwards ya está dando peligrosos signos de agotamiento porque igual la medicina no es lo suyo y quiere vivir como su mentora: todo el día de vacaciones. DeLuca, en vez de consolarla, le suelta que está enamorado de Jopelines porque nadie, absolutamente nadie lo sabía. Jopelines, mientras, tiene serios problemas con el embarazo de su intérprete. Realmente sólo los tiene ella porque nadie del equipo de producción se molesta en ponerle un poncho o una manta encima para disimular. Warren ha hecho manitas en público y Leah Murphy se ha vuelto a ir. El primero que la vea que nos haga una perdida.
Esperamos de todo corazón que esto remonte para la semana que viene por el bien común y que el punto álgido del episodio no sea un chascarrillo que haga Webber sobre la vida sexual de Arizona llamándola fresca, porque ha sido muy ofensivo. Como su presencia en general ofendiendo al intelecto humano, pero bueno, es lo que hay.
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