En octubre del pasado año 2016 se nos pasó por alto que se cumplieron diez años del estreno de Dexter, una de esas series míticas que tanto nos gustó a todos. Para enmendar nuestro error, hemos decidido dedicarle un artículo homenaje muy merecido. La ficción de Showtime nos regaló uno de los personajes más queridos de los últimos años, una cabecera que a día de hoy sigue siendo una referencia y la demostración de cómo se puede echar a perder una gran serie con un final desastroso. Vamos a analizarla con más detenimiento.
Dexter Morgan es un experto en analizar salpicaduras de sangre que trabaja para la Policía de Miami. Un trabajo que le sirve como tapadera para dar rienda suelta a su verdadera vocación, ser un asesino en serie. Con un código, eso sí, sólo mata a personas que lo merezcan, generalmente criminales cuyos crímenes han sido demostrados por él mismo. Pero ocultar su identidad le será cada vez más difícil con sus compañeros de trabajo pisándole los talones constantemente, y con el villano de turno intentando salirse con la suya.
Obviamente, lo más llamativo de Dexter era su protagonista. Por dos motivos. Primero porque el actor escogido para interpretarlo era Michael C. Hall, que ya había demostrado su carisma en una de las grandes, A dos metros bajo tierra, dando vida al personaje más interesante del drama de HBO. Segundo porque Dexter Morgan era un asesino en serie y resultaba novedoso poner el foco en su interior, en su conciencia, en su oscuro pasajero, al que intentaba controlar como podía hasta que volvía a manifestarse. Nuestro amigo probó con la abstinencia, el matrimonio, la paternidad o la terapia sin éxito. Si llega a funcionar algo nos quedamos sin serie.
El tono de Dexter, mucho más relajado de lo que debería por la temática, fue la clave para que no fuera deprimente sino divertida. Aunque tenía muchos momentos cómicos, sobre todo cuando a nuestro protagonista le tocaba socializar o fingir empatía (también Masuka con sus chistes eróticos), de vez en cuando nos golpeaba con secuencias verdaderamente violentas o alguna que otra muerte trágica que nos dejaban conmocionados. Su estética colorista y sus contrastes, propios de una ciudad como Miami, ayudaban a crear un ambiente que podía resultar festivo, relajante o por el contrario se podía sentir el calor o la opresión. Sobre todo las escenas donde Dexter descuartizaba a sus víctimas.
El tono era importante desde su cabecera, una de las mejores que se hayan visto en los últimos años y muy imitada desde entonces. Esa "morning routine" definía a la perfección cómo era Dexter, tanto el personaje como la serie. Y la música, compuesta por Daniel Licht. le da el toque que necesitaba. No sé si recordáis una cabecera piloto que tenía una música mucho más oscura que lógicamente no funcionaba también. Os la dejamos en este enlace, pero justo debajo encontraréis la definitiva, un placer para los sentidos.
Del asesino del hielo a Trinity
Durante cuatro temporadas, Dexter demostró ser cada vez mejor serie. Junto a su carácter episódico, en cada temporada había una trama central que nos presentaba un villano a cuál más temible y carismático. El asesino del camión de hielo, Lila, la femme fatale de Dexter o Miguel Prado fueron duros rivales pero sin lugar a dudas, Trinity fue el mejor antagonista de toda la serie. La interpretación de John Lithgow tuvo mucha culpa de lo que vimos en pantalla, del fatal desenlace de Rita y de ser tan insuperable que de ahí en adelante la serie empezara su declive.Del Take it! a Hanna McKay
No es que a partir de la quinta temporada Dexter fuera un desastre, sólo el final, pero sí es cierto que empieza una leve decadencia hasta lo que sabíamos que iba a ser un final insatisfactorio. Tal y como se estaba manejando la serie, estaba claro que iba a tener un mal final. Cada temporada tenía sus pinceladas interesantes, su villano siniestro pero con tramas centrales repetitivas y con Debra siempre casi enterándose de que su hermano era un serial killer. El Jordan Chase de Jonny Lee Miller o Lumen Pierce (Julia Stiles) fueron personajes interesantes. Sin duda, el peor y más aburrido fue el Travis Marshall de Colin Hanks, infumable sexta temporada. Hasta que llegó Hanna McKay (Yvonne Strahovsky), la horma del zapato de Dexter, su alma gemela en todos los sentidos, aunque siempre queda la sensación de que era la sustituta de Rita, de que los guionistas reconocían haber metido la pata, incluso con ese parecido físico.
A pesar de todo, Dexter ocupa un lugar privilegiado en el corazón de muchos seriéfilos. Un gran personaje principal, un reparto carismático, una cabecera memorable, una premisa muy interesante y el tono relajado de la serie la han convertido en una serie mítica que merecía este homenaje.
El pésimo final de Dexter
Y nuestro repaso llega así hasta el final de la serie. No he conocido persona que defienda semejante atrocidad. Recordemos que Debra acaba muriendo en la penúltima secuencia, el clímax, cuando ya dramáticamente no se le puede sacar partido. Además, provoca en Dexter una reacción totalmente absurda, más si cabe viendo el epílogo, cuando nos anuncia con esa mirada suya y esas barbas postizas penosas que volverá a las andadas. No sólo su suicidio dirigiéndose al ojo del huracán con el barco es estúpido sino que además no había suicidio. Todos sabemos que el final perfecto para Dexter hubiera sido verle morir ejecutado con la inyección letal mientras Debra lo observa desde la audiencia. Pero ese epílogo suena demasiado a dejar la puerta abierta a un futuro regreso que a otra cosa, cuando la agenda de Michael C. Hall, más centrado ahora en Broadway que en la televisión, se despeje.A pesar de todo, Dexter ocupa un lugar privilegiado en el corazón de muchos seriéfilos. Un gran personaje principal, un reparto carismático, una cabecera memorable, una premisa muy interesante y el tono relajado de la serie la han convertido en una serie mítica que merecía este homenaje.
COMENTARIOS