Su nombre es Jill Soloway y es la última adquisición del Club de Guionistas Icono de la televisión americana. Saltó a la fama gracias a Transparent, convirtiéndonos en admiradores instantáneos de su particular estilo de entender la psicología del personaje y las relaciones humanas en el plano sexual y emocional. El pasado viernes, tres años después del estreno de su ópera prima televisiva, Amazon volvía a confiar en ella y lanzaba I Love Dick, una breve primera temporada de ocho episodios que narra la historia de Chris (la gran Kathryn Hahn), una mujer neoyorkina en un matrimonio a la deriva que tras mudarse a un pueblecito de Texas desarrolla una fijación insana con un vaquero contemporáneo, Dick (Kevin Bacon).
Lo que aparenta ser una comedia romántica más basándose en sus 30 minutos y el sutil juego de palabras de su título, rápidamente se convierte en un reducido y 98% dramático análisis de la psique femenina, fiel a las desafiantes convenciones de Soloway y diseñada para devorar a la par que reflexionar sobre la autenticidad del sentimiento primario. Con su misma falta de tapujos, pero libres de spoilers, comentamos esta entrega inicial y por qué no debéis perderos I Love Dick.
Una obsesión contagiosa
“Querido Dick, cada carta es una carta de amor”, reza el primer escrito que podemos leer en el piloto. Esta serie no es una serie de amor.
Pese a que no se cierra a adentrarse en las historias paralelas de otras mujeres de Marfa, Texas, la perspectiva que articula el grueso de la serie es la de Chris, su protagonista indiscutible. Soloway nos sumerge en los procesos psicológicos de Chris de tal manera que hasta con cada mínimo plano subjetivo traslada al espectador a su temblor de rodillas cada vez que aparece el enigmático Dick en pantalla.
I Love Dick es el retrato de una mujer desquiciada por sus instintos irracionales y empoderada para no reprimirlos. Chris no es una mujer avergonzada por su sexo, y en todo momento adopta una posición activa frente a la figura masculina. Ella, desde su propia voluntad, elige alimentar un fanatismo exaltado de forma pública y nos hace partícipes de la carta abierta que le dirige a su Dick.
Construyendo el mito erótico
Los ocho episodios estudian la configuración del mito sexual. Dick es un artista postmoderno con aires de vaquero que en pleno 2017 cabalga literalmente por el asfalto. Dick es un hombre respetado en su comunidad, un catedrático liberal de ese arte que encuentra una fascinación pretenciosa en la rectitud de las aristas de un ladrillo. Dick es un hombre de mediana edad con un atractivo sexual más o menos debatible, pero que todos sus contrastes son ignorados a la hora de transformarle en un mero objeto de deseo.
La belleza de I Love Dick, además de en su cuidada cinematografía y la conformacion de la psicoesfera de su utópico enclave, radica en la subversión de los roles de género y la violación de Dick. La tesis que discurre tras la aparente locura de Chris no es otra que la mujer vertiendo en el hombre lo que décadas de portadas y Marilyn Monroes han hecho del sexo femenino. Y la fragilidad de la aparente eminencia endiosada cuando repara en la distorsión que supuestamente atenta contra su intimidad y su persona. Hombres heredando el miedo a no tener el control de su propia imagen.
Mujer, feminismo y arte
I Love Dick está fuertemente impregnada por la denuncia de la posición de la mujer en los círculos artísticos tanto clásicos como contemporáneos. Desde la escultura al cine, en numerosas ocasiones y por lo general siempre sin miedo al altavoz, Soloway expone las restricciones que encuentra una mujer ya no sólo en su cotidianidad, sino desde dentro de las instituciones.
No es un grito de socorro. Es una exposición sencilla y demoledora que aprovecha los personajes secundarios para remover las conciencias de los que estamos dentro o fuera del mundo académico. Un mundo que invita a la mujer con la condescendencia de rigor a mudarse a los estudios de género para dejar al hombre cómodamente apostado en la historia del arte tradicional.
Tres horas y media de metraje con tal riqueza que derrochan maestría en el juego de niveles narrativos y conceptuales. Las nuevas autoras que ya están aquí arriesgando con puntos de vista únicos, personales y oficialmente más allá de la simple provocación.
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