House of Cards regresa a Movistar+ con su quinta temporada en un momento políticamente oportuno: Donald Trump ha llegado a la presidencia de Estados Unidos, la opinión pública de ese país está dividida con su ascenso y para el resto del mundo, la Casa Blanca parece un lugar donde reinan el caos y las decisiones polémicas. House of Cards se apropia de esta realidad en sus nuevos trece episodios y nos muestra, a través del matrimonio Underwood, su propia versión de cómo se manejan las cosas en Washington.
Frank Underwood (Kevin Spacey), en esta ocasión, continúa jugando con las personas como si éstas fueran piezas de un tablero de ajedrez y nos muestra que no existen límites a la hora de tomar decisiones con tal de conseguir lo deseado.
“No se trata de ganar, se trata de no perder”, comenta Frank durante la carrera presidencial frente a su adversario republicano, Will Conway (Joel Kinnaman).
Las ansias de poder son el condimento esencial que ha acompañado a la serie desde sus inicios y la pregunta de por qué Frank lo busca tan desesperadamente es uno de sus pilares. Recordemos que su padre era un agricultor que no logró nada importante en su vida. Frank se prometió a sí mismo que él sería la antítesis de esa figura paterna y se convertiría en leyenda.
Las cosas con Claire (Robin Wright) son diferentes y en esta temporada la vemos con ganas de enamorarse, comenzar a formar su propio futuro y no necesariamente estar a expensas de los logros de Frank. Desde el primer episodio, vemos el esbozo de lo que ella podría ser algún día: la primera mujer presidente de los Estados Unidos, convirtiéndose en un personaje cada vez más relevante y distanciándose de Frank para crear su propio imperio. Robin Wright interpreta maravillosamente a esta mujer que puede ser incluso más peligrosa y ambiciosa que su marido.
La tensión de la serie continúa, y los Underwood y sus delitos están cada vez más cerca de ser expuestos por el periodista Tom Hammerschmidt (Boris McGiver) y el posible derrumbe de ese castillo de cartas que tanto les ha costado construir es cada vez más inminente.
Esta entrega repite la fórmula de sus episodios anteriores y, por tanto, se torna un poco cansina. Ver las artimañas de Frank una y otra vez, cuando ya sabemos que está dispuesto incluso a generar una guerra con tal de cumplir sus deseos, se hace menos entretenido en una temporada que resulta un poco menos terrorífica que sus predecesoras, pese a la amenaza de terrorismo.
Los episodios avanzan sin mostrar muchas novedades y con algunos momentos predecibles y personajes de relleno. Los instantes álgidos son conseguidos gracias a las perfectas actuaciones de Spacey y Wright, quienes continúan siendo la piedra angular de la serie y una de las grandes razones por las que vale la pena continuar viendo House of Cards.
Los episodios avanzan sin mostrar muchas novedades y con algunos momentos predecibles y personajes de relleno. Los instantes álgidos son conseguidos gracias a las perfectas actuaciones de Spacey y Wright, quienes continúan siendo la piedra angular de la serie y una de las grandes razones por las que vale la pena continuar viendo House of Cards.
House of Cards tenía un gran desafío en esta temporada, ya que era la primera sin su showrunner original, Beau Willimon. Melissa James Gibson y Frank Pugliese, quienes trabajan en la serie desde la tercera, tomaron el timón del barco para una entrega que resultó correcta, pero bastante plana. House of Cards cada vez impacta menos y ya poco queda de esa emocionante serie que vimos en sus inicios. House of Cards debe terminar, a menos que sepa reinventarse a sí misma.
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