No os voy a mentir, cuando comenzó la quinta y última temporada de Orphan Black tuve que verme algún que otro resumen de la serie para acordarme en qué punto estábamos. El lío que tienen montado nuestras sistras es peor que cenar en Navidad con la parte de la familia que todavía mantiene que Franco hizo cosas buenas en España. Se podría decir que Rachel es nuestro Paco. El problema es que nadie tiene claro si de verdad han desaparecido las facciones neolucionistas y solo queda una o si alguno de los protagonistas está jugando a dos bandas y todavía no nos hemos enterado. Aunque es muy pronto determinarlo con solo dos capítulos, más vale que se den prisa porque solo quedan ocho episodios.
El juego de la incertidumbre funciona muy bien en el inicio de la quinta temporada porque la tensión pulula por el ambiente en cada minuto. Nos encontramos más cerca del final y nos gustaría saber qué demonios está pasando. Tenemos a nuestras clones favoritas de la televisión (y las únicas) dispersas en diferentes puntos del mapa con intereses muy contradictorios: Cosima está en Revival con el centenario e inmortal P.T. Westmoreland (que ya veremos cuánto de cierto hay en todo esto) para conseguir la cura definitiva para las hermanas; Sarah solo quiere ocultarse para siempre con su hija Kira y que dejen de experimentar con todas ellas; Helena está harta de ser utilizada y solo quiere dar a luz a sus gemelos tranquilamente; a M.K. se la han cargado de manera brutal; y Alison... Alison por desgracia sigue con un papel irrelevante junto a Art y su nueva compañera.
Está claro que todas quieren lo mejor para su familia, pero tanta dispersión está provocando que las tramas no terminen de cuajar. El equipo de Graeme Manson y John Fawcett está cociendo la temporada a fuego excesivamente lento. Espero que no nos demos cuenta de que estamos ardiendo cuando ya sea demasiado tarde.
Este principio del fin nos ha dejado algunas revelaciones que seguramente van a centrar la narrativa de los próximos capítulos. Estamos ante el inminente parto de Helena, cuyos fetos parecen tener capacidades regenerativas extraordinarias. También tenemos a Kira, cuyos poderes cada vez son más evidentes y la muchacha quiere saber de dónde salen, y por otro lado se encuentra Revival, que huele a podrido, Delphine lo sabe y está en busca de ayuda. Eso sí, estas tramas están abriendo la puerta a un ambiente algo más fantasioso de lo que estábamos acostumbrados en Orphan Black. Si los personajes no saben en quién confiar, yo tampoco debería venderme tan rápido y pensar que la resolución va a ser satisfactoria (acabe bien o mal).
Aunque nos movemos dentro del terreno de la ciencia ficción y la clonación en todo momento, la línea que separa lo verosímil de lo fantasioso en la serie cada vez está más diluida. Las modificaciones genéticas, la bioética y la reflexión sobre si el fin de la evolución justifica los medios para alcanzarla han sido aparcadas en pro de algo más sencillo: la acción y el relato sobre el poder de la familia. Aunque también son aspectos muy agradecidos que permiten disfrutar de una Tatiana Maslany camaleónica en todo su esplendor (que le permitió recibir el Emmy el año pasado), el relato no acaba de ser todo lo redondo que podría ser. Si aceptamos las limitaciones de la ficción de BBC America, es imposible obviar la cantidad de tramas que han caído en saco roto. La frustración y el sinrumbo que desprende ahora mismo la historia son evidentes.
Los creadores han dado muchos palos de ciego con Castor, la clon original o Brightborn. Parece que se han decidido por la comodidad del humor y de las tramas simplistas basadas en la acción y la sospecha continua y repetitiva. Se han colocado tantos parches disimulados que, ahora mismo, la serie está enmarañada y relativamente atascada. Demasiada pregunta y muy poca respuesta. No sabemos por dónde nos van a salir con este final season o si me callarán la boca con alguna revelación oculta, lógica y no forzada que hilará y dará sentido a todo lo visto durante estas cinco temporadas. El tiempo apremia y parece que no va a haber lugar para la reflexión. Las probabilidades de un final atropellado son altas. Todo apunta a que el desenlace se va a basar en resoluciones maniqueístas que, aun pudiendo ser efectivas y disfrutables, van a impedir que Orphan Black culmine como la serie perfecta que todos esperábamos.
¿Mi único deseo? Equivocarme.
El juego de la incertidumbre funciona muy bien en el inicio de la quinta temporada porque la tensión pulula por el ambiente en cada minuto. Nos encontramos más cerca del final y nos gustaría saber qué demonios está pasando. Tenemos a nuestras clones favoritas de la televisión (y las únicas) dispersas en diferentes puntos del mapa con intereses muy contradictorios: Cosima está en Revival con el centenario e inmortal P.T. Westmoreland (que ya veremos cuánto de cierto hay en todo esto) para conseguir la cura definitiva para las hermanas; Sarah solo quiere ocultarse para siempre con su hija Kira y que dejen de experimentar con todas ellas; Helena está harta de ser utilizada y solo quiere dar a luz a sus gemelos tranquilamente; a M.K. se la han cargado de manera brutal; y Alison... Alison por desgracia sigue con un papel irrelevante junto a Art y su nueva compañera.
Está claro que todas quieren lo mejor para su familia, pero tanta dispersión está provocando que las tramas no terminen de cuajar. El equipo de Graeme Manson y John Fawcett está cociendo la temporada a fuego excesivamente lento. Espero que no nos demos cuenta de que estamos ardiendo cuando ya sea demasiado tarde.
Este principio del fin nos ha dejado algunas revelaciones que seguramente van a centrar la narrativa de los próximos capítulos. Estamos ante el inminente parto de Helena, cuyos fetos parecen tener capacidades regenerativas extraordinarias. También tenemos a Kira, cuyos poderes cada vez son más evidentes y la muchacha quiere saber de dónde salen, y por otro lado se encuentra Revival, que huele a podrido, Delphine lo sabe y está en busca de ayuda. Eso sí, estas tramas están abriendo la puerta a un ambiente algo más fantasioso de lo que estábamos acostumbrados en Orphan Black. Si los personajes no saben en quién confiar, yo tampoco debería venderme tan rápido y pensar que la resolución va a ser satisfactoria (acabe bien o mal).
Aunque nos movemos dentro del terreno de la ciencia ficción y la clonación en todo momento, la línea que separa lo verosímil de lo fantasioso en la serie cada vez está más diluida. Las modificaciones genéticas, la bioética y la reflexión sobre si el fin de la evolución justifica los medios para alcanzarla han sido aparcadas en pro de algo más sencillo: la acción y el relato sobre el poder de la familia. Aunque también son aspectos muy agradecidos que permiten disfrutar de una Tatiana Maslany camaleónica en todo su esplendor (que le permitió recibir el Emmy el año pasado), el relato no acaba de ser todo lo redondo que podría ser. Si aceptamos las limitaciones de la ficción de BBC America, es imposible obviar la cantidad de tramas que han caído en saco roto. La frustración y el sinrumbo que desprende ahora mismo la historia son evidentes.
Los creadores han dado muchos palos de ciego con Castor, la clon original o Brightborn. Parece que se han decidido por la comodidad del humor y de las tramas simplistas basadas en la acción y la sospecha continua y repetitiva. Se han colocado tantos parches disimulados que, ahora mismo, la serie está enmarañada y relativamente atascada. Demasiada pregunta y muy poca respuesta. No sabemos por dónde nos van a salir con este final season o si me callarán la boca con alguna revelación oculta, lógica y no forzada que hilará y dará sentido a todo lo visto durante estas cinco temporadas. El tiempo apremia y parece que no va a haber lugar para la reflexión. Las probabilidades de un final atropellado son altas. Todo apunta a que el desenlace se va a basar en resoluciones maniqueístas que, aun pudiendo ser efectivas y disfrutables, van a impedir que Orphan Black culmine como la serie perfecta que todos esperábamos.
¿Mi único deseo? Equivocarme.
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