Nuestro repaso de la relación actual de la ficción televisiva con el colectivo LGBT no podía obviar una cuestión que solemos pasar por alto por ser, quizás, un tanto genérica y, para muchos, obvia, pero que al mismo tiempo conforma la base de dicho vínculo: el propio concepto de serie LGBT y lo complicado de su definición. Si bien la televisión nos ha mostrado personajes de diversa índole pertenecientes al colectivo desde hace décadas (con un considerable incremento de representados en los últimos años), es obvio que no podemos comparar la primera representación "positiva" de personajes LGBT en la pequeña pantalla (interpretados por Hal Holbrook y Martin Sheen en el telefilme de 1972 That Certain Summer) con una de los últimas (por ejemplo, Adrian en The Mist, pansexual); del mismo modo que no podemos etiquetar a una serie como LGBT únicamente porque en ella aparezca un personaje que pertenezca al colectivo.
Afortunadamente, en estos 45 años han cambiado mucho las cosas como para que podamos concebir la existencia de ficciones que no solo representan adecuadamente al colectivo, sino que sirven de espejo así como de ejemplo tanto para el público LGBT como para el que no lo es. Series que podemos etiquetar como LGBT con todo lo que ello representa, que no es poco.
Es innegable el papel que ha tenido la cultura pop en la normalización y difusión del colectivo, pero también debemos recordar que no siempre ha sido positivo. Durante años (muchos más desde la mencionada cinta de 1972) el colectivo LGBT representado en televisión, así como en la mayor parte de los medios, estaba generalmente acotado a hombres gais a los que se les atribuía unos valores y unas etiquetas negativas (mala vida, vicio, enfermedad, etc.). A día de hoy, esta representación ha sido prácticamente suprimida, aunque el colectivo todavía cargue con ese peso (y el resto de la sociedad todavía, en ocasiones, los observe desde aquella antigua óptica). Dicha imagen ha sido sustituida por una imagen más plural, completa y necesaria de la realidad LGBT. No es perfecta, pero es fruto de una constante evolución que ha sido posible gracias a enormes esfuerzos, y es importante ser capaces de mirar al pasado y observar cuánto hemos cambiado. Y no perder de vista lo que tenemos delante, porque no podemos ni imaginar cuánto vamos a cambiar.
Es difícil definir los límites del mencionado género de ficción LGBT, casi tanto como establecer su propia existencia. Porque, ¿qué es lo que convierte a una serie en una serie LGBT? ¿El que aparezcan personajes LGBT representados? ¿Que estos sean representados correctamente? ¿Y qué es lo que define esa corrección? ¿Tienen que ser sus protagonistas LGBT o basta con un secundario? ¿Tienen que ser sus creadores LGBT? ¿Acaso lo define la demografía de su público? Las posibilidades son tan diversas como el colectivo, aunque hay algunas cosas que tengamos claras.
La primera es que la representación de un personaje LGBT no convierte a una ficción automáticamente en una serie LGBT. Ni siquiera si dicho personaje participa en la ficción de forma activa (protagonista, secundario, recurrente). Ni siquiera si ese personaje participa o protagoniza tramas relacionadas con temas LGBT (por ejemplo, la recurrente salida del armario). Ni siquiera si esas tramas tienen que ver con una cuestión de sexo, género y orientación sexual. Desde el prisma actual podríamos etiquetar a una serie como LGTB si colabora en la normalización de este colectivo y se esfuerza en darle visibilidad; si cuestiona el sistema de género y permite la libre expresión de sus personajes sin importar los anteriores atributos; si cuestiona los estereotipos de género para mostrar en la ficción así como construir en la realidad una sociedad plural y diversa; si aboga por la inclusión de todo tipo de personajes en sus tramas, tanto LGBT como otros que históricamente se encuentran en riesgo de exclusión; si sirve como vehículo del movimiento LGBT, en continuo movimiento y que se mueve siguiendo los anteriores principios; y, finalmente, si sirve como ejemplo para la absorción de dichos principios por parte de una audiencia diversa.
La segunda, y retomando esa comparación de representaciones de personajes LGBT de unas décadas a esta parte, es que el concepto de serie LGBT está también definido por el momento histórico y sociocultural en el que nos encontramos. Hasta no hace mucho, una serie con personajes LGBT, fuera cual fuera su nivel de representación era, de facto, una serie LGBT. Ya no, quizás porque la situación actual del colectivo exige un compromiso y una involucración mayores por parte de los agentes culturales (especialmente, los populares) en la representación de un grupo humano que vive y se desarrolla en una realidad tan rica y diversa como la de cualquier otro. Hoy ya no es suficiente con compartir una visión positiva del colectivo: hay que vivirla. Por eso, y por mucho que nos duela romper con lo establecido, debemos observar a los precedentes con respeto y agradecimiento (especialmente a los que se tomaron muy en serio su rol como agentes del cambio), pero también manteniendo una postura crítica. Y son precedentes tanto antiguos como presentes.
La representación de un colectivo tan plural no es tarea sencilla. Nadie dijo que lo fuera. De hecho, está repleta de contradicciones. Al fin y al cabo, la principal crítica que ha recibido la ficción televisiva de las últimas décadas es la de mostrar y desarrollar estereotipos (sin ir más lejos, el chico gay con pluma), pero al mismo tiempo somos conscientes de que estos estereotipos son reales (y maravillosos) y no podemos obviarlos de nuestra realidad, incluso cuando esta sea representada en la ficción. Incluso en una serie tan actual como The Good Fight, que cuenta con una coprotagonista lesbiana, Maia, el hecho de que su orientación sexual esté tan normalizada y no sea motivo de ningún tipo de conflicto es una razón de alegría pero también de desconcierto.
En mayor o menor medida, iconos LGBT de la televisión (Queer as Folk, The L Word) allanaron el camino a las series de hoy en día, del mismo modo que estas (por seguir con homólogos: Looking y Orange is the New Black) lo harán con las que vengan. Personajes tan variados como Ellen, Mauri, Willow, Brian, Connor, Callie, Will, Cam, Xena, Kurt, Clarke, etc., han enriquecido la televisión con su presencia, a pesar de que sean (más ahora que entonces) un cliché. La sociedad cambia, el colectivo LGBT también, y la televisión debe seguir ese camino, uno que no será sencillo pero que, con suerte, conseguirá que nos queramos todos un poco más tal y como somos. Sin etiquetas.
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