Hace unas semanas acabó uno de los realities más originales que se han hecho en nuestra televisión hasta el momento: El Puente, de #0. Quince desconocidos son mandados a un lugar de la Patagonia argentina para construir un puente en un mes. Al terminar el proyecto, los concursantes tendrán que elegir quién de sus compañeros merece llevarse el premio (cien mil euros) y el que gane decidirá si quedárselo para él o repartirlo entre todos en las cantidades que desee.
El Puente empieza bien: planos a cámara lenta de gotas de agua y las sonrisas de los concursantes, planos generales del hermoso valle donde se encuentran, las profundas palabras en off de los testimonios de los primeros concursantes... Un lenguaje más cinematográfico consigue transmitirte magia, unión, amor. Paula Vázquez nos cuenta desde su estado de Nirvana de qué va el programa y nos recuerda que el objetivo de este es hacer un trabajo en equipo y observar la belleza de ello.
No se puede negar que la premisa es muy llamativa pero quizás lo sea más su formato. Por primera vez en la historia se mezcla reality show y serie de ficción, y no cualquier serie. La cadena, en su fase promocional, ha apuntado a los más alto en cuanto a sus referentes, vendiendo El Puente como un Perdidos hecho reality. Yo, como fan tanto de las series "de calidad" como Perdidos, como de los reality shows, como Gran hermano, tenía bastante ganas de ver este experimento.
El Puente empieza bien: planos a cámara lenta de gotas de agua y las sonrisas de los concursantes, planos generales del hermoso valle donde se encuentran, las profundas palabras en off de los testimonios de los primeros concursantes... Un lenguaje más cinematográfico consigue transmitirte magia, unión, amor. Paula Vázquez nos cuenta desde su estado de Nirvana de qué va el programa y nos recuerda que el objetivo de este es hacer un trabajo en equipo y observar la belleza de ello.
A pesar de que no sé aún los nombres de la mayoría de los concursantes, sigo con interés los siguientes capítulos, no por su sofisticada forma, sino por los debates y relaciones que ya empiezan a surgir en el grupo y que han sido mostradas con una limpieza admirable, sin apenas montaje, dándonos momentos muy buenos como, por ejemplo, cuando se revela en qué consiste el premio y sale el tema del dinero o ver cómo se valora más o menos a los concursantes según sus tareas, cómo se forman los primeros grupitos o cómo surgen las primeras estrategias.
Aparte de tener una imagen más cuidada, el segundo elemento por el que El Puente se relaciona con las series, en concreto con Perdidos, es la estructura. Normalmente, en todos los realities, se presenta a los concursantes al principio, en el primer programa, pero en El Puente las presentaciones se emiten de forma alternativa, conociendo solo de manera más objetiva a dos participantes por capítulo.
Desde mi punto de vista, este elemento no funciona en el caso de un reality con un grupo tan grande, ya que pierdes mucha información desde el principio. Surgen conversaciones sobre personas de las que no sabes nada todavía e, incluso, te olvidas de que muchos existen al no haber sido identificados en un primer momento.
Por otro lado, las presentaciones son bastante convencionales llenas de “Todo lo que me propongo lo consigo” y “Siempre doy el 110%” forzando un discurso aspiracional que ya nos había quedado claro con la realización, y se olvidan de dar información que, para mí, es básica para conocer al concursante, como de dónde es o en qué trabaja.
Aunque quieran relacionarlo con el producto estrella del audiovisual, las “series de calidad”, conforme voy terminando los últimos capítulos, más creo que El Puente es un docu-reality con mayor presupuesto y menos intervención por parte del programa. En cuanto a lo que tiene de reality existen bastantes diferencias con los realities de las generalistas aunque la esencia sea la misma: no hay nominaciones, no hay expulsiones, el público no interviene en absoluto, no hay multa por abandono, no hay galas para narrar todo esto y, quizá lo mejor, el ganador es elegido por todos. Todas estas diferencias me parecen acertadas y son las que muestran esas ganas de cambio en el formato.
Ahora, si entendemos por reality el registro de una realidad concreta televisada, como amante de este formato debo decir que me siento un tanto insatisfecha con El Puente. Sin duda, quien esté acostumbrado a ver un reality como Gran Hermano, en el que los concursantes son grabados las veinticuatro horas y en el que no existen puntos ciegos, le parecerá una historia incompleta. En El Puente nunca son grabados cuando están dentro del refugio, en los momentos de irse a dormir o de despertarse, momentos en el que se nos está privando de información sobre el desarrollo de este grupo de personas, motivo principal por el que yo, al menos menos, veo un reality-show.
A pesar de todo, El puente me ha parecido una forma interesante de hacer un reality que, sin duda, debería extenderse a la televisión generalista. Al fin, la televisión de pago está abierta a trabajar con una productora como Zeppelin (Gran Hermano) y dar un lavado de cara a un formato tan infravalorado y desperdiciado como es el del reality, esperemos que con el propósito de experimentar más con él o, incluso, hacerlo suyo (sueño con un Gran Hermano hecho Movistar+). Aunque todo lo que se han gastado en la realización del programa y el sueldo de Paula Vázquez yo me lo habría gastado en cámaras, El Puente puede ser un primer gran paso en la evolución del reality-show a uno más puro, con más belleza y menos intervención/manipulación de la cadena.
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